TEMPESTAD SOBRE MÉXICO DE ROSA KING
TRADUCIDA POR ADRIANA ESTRADA
- PERSONAJES
- mayo 2023
- Marcela Magdaleno
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Uno de los libros más relevantes es Tempestad sobre México de Rosa King, que, con una narrativa, fluida y amena, habla de las anécdotas de los personajes de la Revolución. Conocemos a la enigmática señora King, porque fue amiga de Huerta, protectora de Madero, admiradora de Zapata, y confidente del general Felipe Ángeles, elegante, imaginativa y valiente.
La historia de las traducciones es interesante ya que no solamente hay que conocer el idioma, lo ideal, es estar cerca de quien escribió el libro, compartir momentos e intercambiar impresiones, situación que no siempre es posible, pero la maestra Adriana Estrada Cajigal, quien tuvo el privilegio de conocerla fue la primera traductora del libro. Al conversar con Adriana profundizamos en un mundo histórico y anecdótico de Morelos, trabaja de seis de la mañana a nueve, su estancia que acondicionó como estudio, está colmada de libros, mapas, esculturas y fotografías familiares. En su casa hay una hermosa terraza con flores que guarda con cariño un jarrón de la vieja fábrica de San Antón diseñado por Rosa King. La traductora nos comenta que entre sus cosas apenas encontró un mapa turístico de los años treinta donde se indica la casa de té que tuvo la inglesa en Cuernavaca. La primera vez que Rosa King llegó a Cuernavaca con su esposo, no le gusto, opinó que era un lugar polvoso y sucio. Al enviudar tuvo que sostener a dos hijos y se vino a vivir a México, cerca de su hermana y cuñado, pero esta vez ya no lo vio tan feo, y advirtiendo que los extranjeros no tenían lugares para reunirse en las tardes, y con su legado inglés, decidió poner un salón de té, como negocio familiar. En la esquina de Matamoros y Morrow, la señora King, rentó el primer piso de la casa del gobernador Alarcón. Sacó sus tazas de porcelana y cucharas de plata y a tomar té, como si fueran los invitados a su casa. Adriana comenta que tiene una vieja fotografía de esa casa decorada con una tetera de latón colgando en la entrada, así se reconocía el salón de té. La señora King admiraba a los artesanos de San Antón que trabajaban la cerámica original; rentó el segundo piso y la adaptó como tienda y comenzó a vender artesanías. Los extranjeros que llegaban compraban y tomaban té. Quizás Rosa fue la primera extranjera que se interesó por las artesanías y decidió integrarlos a un mercado internacional. Posteriormente hizo su fábrica de cerámica y realizó sus propios diseños semejantes, pero más sencillos. Con el tiempo compró el Hotel Bella Vista, animada por Pablo Escandón que era el gobernador y, precisamente, el escenario de su libro cuando estalla la Revolución y donde pasaron los personajes más populares de la lucha armada.
Referente a la traducción del libro Estrada habla de Rosa King: Una tarde mi padre me dijo que lo acompañara a verla porque estaba enferma, al llegar tomó el libro de su buró y se lo dio dedicado a mi papá; él le dijo que no leía inglés pero que yo sí, entonces ella le quitó el libro y me lo dio, pidiéndome traducirlo al español. Ya se habían hecho ocho ediciones en inglés, pero no en español, para ella era muy importante que los mexicanos lo conocieran. Así fue como yo leía a mi papá, a quien le gustó mucho, y lo fui traduciendo, conversábamos sobre el tema, él conocía ese contexto por haber sido el primer gobernador constitucional de Morelos. Eso me ayudó mucho en mis anotaciones y darle un contexto histórico. Pasado el tiempo una persona de México, me vino a ver y me dijo que la señora King le había dicho que yo estaba haciendo la traducción, eso me dio más ánimo y lo tomé con más seriedad, y continué con el trabajo, aunque fuera poco a poco. Al morir la señora King perdí interés, pero mi papá me motivó para terminar, al igual a la pasión de la historia. En ese entonces yo tenía como veintiún años, estaba en la edad de salir mucho, iba a bailes, al cine, a reuniones, y por eso no avancé mucho, pero por esas fechas vino una señora de México diciendo ser sobrina de la señora King advirtiéndome que tenía los derechos y que ella lo iba publicar, y, desilusionada, lo abandoné. Después de veinte años me di cuenta que el libro no salía, y como yo ya tenía el compromiso con Rosa King, retomé el libro y lo retomé. Al trabajar con el cronista Valentín López González, se mostró muy interesado y me motivó, cada semana me decía: Adriana tráeme el nuevo capítulo. Así concluí la traducción. Cuando ya estaba terminado se lo mostré y él mandó a hacer varios facsimilares y los regaló a diferentes personas, pero yo le dije que aún tenía varios errores. Por azares del destino uno de esos libritos llegó a manos de CONACULTA y salió la edición, por supuesto que como yo conocía tan bien el libro me di cuenta de los errores, el libro que yo realicé tenía anotaciones, notas bibliográficas, referencias históricas y fotografías que situaban en la época. Adriana Estrada no vivió la Revolución, pero le parece que uno de los temas más importantes del libro es el proceso revolucionario e ideológico sin introducir criterios ni juicios sino como una muy buena, estuvo cerca de quienes participaron en ella y de su padre, con quien solía conversar y convivir en largas en las largas cabalgatas oyendo entrañables historias sobre la Cuernavaca de los años treinta. Rosa King y su padre se tenían una mutua admiración, él sabía que ella, sin desearlo, había sido parte de la Revolución y ella sabía que él, fue piedra medular para la reconstrucción del estado. Lo que más me gusta de su libro, nos comenta Adriana, son anécdotas y conversaciones con amigos y la descripción de México después de la Decena Trágica: “La ciudad en penumbra alumbrada en ocasiones por la tétrica luminaria de las piras funerarias de los muertos en las calles”. Siempre se menciona a los revolucionarios, pero poco se habla de los soldados federales, que tenían muy buenos generales. Fue una época en que hubo muchos muertos de ambos lados. En parte todos querían casi lo mismo: lo mejor para la patria. Lo narra de manera imparcial. Últimamente se nos olvida que hubo muchos muertos en la Revolución que no fueron zapatistas, sino soldados. Rosa narra cuando iba escapando y al ser atacados, los soldados sonaron una orden y, poniéndose en columna bien organizada, protegieron a los civiles. También recuerda el relato del profesor Agustín Güemes cuando le tocó levantar el campo, en la Bajada de la Muerte, siendo él miembro de la Cruz Blanca. Existen muchas anécdotas que en algún momento nuestros abuelos trataron de borrar con su silencio, por ser doloroso, incluso en la estrofa tres de la marcha morelense lo expresa: “Borremos de nuestra alma, la lucha fratricida, que, en tiempos no lejanos, tu suelo ensangrentó”.