FLOR DE NOCHEBUENA
Una tradición que traspasa fronteras
- CINE
- diciembre 2020
- Rosaura Cervantes
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La flor de Nochebuena un regalo de México para el mundo. Su nombre científico es Euphorbia pulcherrima, aunque también se le conoce como “flor de pastora” o “poinsetia”, “corona del inca”, “pascuero”, “flor de nadal”, más en la época de los aztecas se le denominaba “Cuetlaxóchitl” que significa «flor que se marchita», por la relación que existía que después de la muerte renacía, era un símbolo de buen augurio, y se cultivaban en los jardines de los tlatoanis (gobernadores).
Dentro de la República Mexicana, esta hermosa flor tiene otros nombres, por ejemplo, en Chiapas es “Sijoyo”, en Durango, “Catalina”, y en Guerrero, Michoacán, Veracruz e Hidalgo, “Flor de Pascua” y en Oaxaca como “Flor de Santa Catarina”. Y si en México tiene tantas denominaciones, en otras latitudes de América hay algo similar: En Centroamérica se le conoce como “Hoja Encendida”; en Chile, “Corona de los Andes”, en Perú y Venezuela es “Flor de Navidad”, en tanto que en Argentina se le llama “Estrella Federal”, y cabe señalar que en esta última nación la adoptaron como símbolo por las fuerzas federalistas, las que combatían a quienes se inclinaban por el centralismo durante el siglo XX.
Físicamente son arbustos de hojas grandes y ovales, en diferentes colores: rojas, amarillas, salmón, blancas, etc., y por la parte inferior son más pálidas. Se cree que es originaria de Taxco, de un lugar denominado Cuetlaxochitlan, donde se establecieron frailes franciscanos. Cuenta la historia que utilizaron la flor de nochebuena para adornar los pesebres durante la época navideña.
Entre los usos que le daban a esta planta, servía para teñir las fibras de algodón, y dependiendo de la intensidad que se le diera, podían obtener un tono púrpura. El jugo también contribuía a disminuir la fiebre.
Su internacionalización se debió a Joel Roberts Poinsett (1779-1851), quien se desempeñaba como embajador de Estados Unidos ante México en el siglo XIX. Una visita a Taxco le dejó impactado ante la hermosura de esta flor que adornaba un nacimiento franciscano en la iglesia de Santa Prisca. A partir de esa fecha, envió muchas de estas flores a su país, en concreto al Jardín de Bartram, en Filadelfia, que en su momento presentó la colección más grande y completa de esta flor. Para 1829 hubo una gran exposición sobre la misma, y desde entonces, nuestros vecinos del norte la aplicaron como símbolo de la Navidad.
Cuentos
Entre las leyendas de la Nochebuena, está la siguiente historia: “Ae cuenta de una niña de escasos diez años cuya madre tenía el encargo de tejer una cobija nueva para el pesebre del Niño Jesús de su iglesia, ya que la que tenía estaba muy vieja y raída.
“Ella empezó a elaborarla con mucho entusiasmo, pero al caer gravemente enferma no pudo terminarla y la dejó a medias en el telar. La niña preocupada intentó acabarla, pero sólo consiguió enredar todos los hilos y las madejas. Al día siguiente, al atardecer, empezó la procesión al templo de todos los lugareños y la pequeña se quedó escondida detrás de un gran matorral; llorando, los veía pasar con enorme tristeza pues su madre seguía enferma y no había logrado hacer la nueva cobija para el Niño.
“Se le acercó una anciana bondadosa y le preguntó qué le pasaba. La niña, que en algunas versiones se llama Lucina, le contó toda su pena y la buena mujer la consoló diciéndole que no se preocupara, pues su mamá ya había sanado y que se apurara a cortar unas ramas de esa planta detrás de la cual estaba escondida. Una vez cortadas, le dijo que se las llevara como obsequio al Santo Niño.
“La niñita no daba crédito a lo que oía, pero obedeció dócilmente a la señora y con un manojo de aquellas ramas llegó corriendo al templo. Colocó con gran cuidado las varas alrededor del pesebre, mientras la gente en silencio la observaba.
“De pronto todo se iluminó y de cada rama había surgido una enorme estrella roja que entibió rápidamente el ambiente. La niña sonrió pues El Niño ya no pasaría más frío, y contenta salió corriendo y vio que todos los matorrales de la calle y las montañas lucían estrellas radiantes, iguales a las que había en el pesebre. Su humilde presente se había convertido en el más resplandeciente de todos los regalos”.
Cuidados
Para que duren más tiempo, hay que tener ciertas precauciones como mantenerlas cerca de la luz, no exponerla a cambios bruscos de temperatura -ni altas, ni bajas-, porque se caen las hojas; que la maceta tenga un plato, y en el plato verter el agua para que la absorba durante 15 minutos, dos veces por semana. Se le puede añadir un poco de fertilizante líquido cada diez días. Hay quienes dicen que, para provocar su floración, se debe cubrir con cartón o plástico negro al atardecer hasta la mañana siguiente durante varias semanas (necesita 14 horas diarias de oscuridad, de dos a tres meses anterior a la floración, que se presenta entre octubre y noviembre).
Otros complementos navideños
El musgo crece sobre las rocas, suelos y cortezas de los árboles, a los que les ayuda a retener el agua y contribuye a conservar el suelo. Se emplea en los nacimientos y como base de los árboles de Navidad.
El muérdago se le conoce gracias a aquella tradición que dice que “aquella mujer que recibe un beso bajo el Muérdago en Nochebuena encontrará el amor que busca o conservará el que ya tiene”. O si una pareja pasa por debajo de una puerta con Muérdago, deben besarse si quieren que les proteja la buena suerte. Se trata de una planta parásita de árboles como los encinos, pinos, manzanos o robles. Si se le deja, puede enraizarse en las ramas y absorber su savia.