Revista Personae

JEAN MEYER

La Historia es un maestro sin alumnos

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Es uno de los historiadores más reconocidos de México, aunque nació en Francia, ha sido adoptado por nuestro país y está nacionalizado. Actualmente promueve su más reciente obra: El profeta del nuevo mundo, Louis Riel, donde retoma una añeja investigación y nos sirve de pretexto para hablar del papel de la historia, que al final es una maestra sin alumnos.

 

Louis Riel comandó la resistencia de la nación mestiza en la única guerra que ha tenido Canadá en su territorio, tras la cual los pueblos originarios fueron escondidos y recluidos en reservaciones: “Las élites canadienses han querido limar las asperezas, destruir ese pasado cuando en realidad hicieron lo mismo que los Estados Unidos, la destrucción de las naciones originarias. No hubo más guerras, la única fue la de 1885, cuando, frente a la resistencia encabezada por Louis Riel de 300 mestizos e indígenas, manda 8 mil soldados del joven ejército canadiense que termina con el despojo absoluto de la nación mestiza, producto del encuentro pacífico, biológico, cultural, religioso entre franceses, escoses e irlandeses, quienes llegaron a América del norte a partir del siglo XVII, y las naciones indígenas”.

 

Jean Meyer

 

Explica el título, El profeta del nuevo mundo: “Hay una dimensión fabulosa de Louis Riel, sueña con un nuevo mundo mestizo donde se funden todas las razas. En la “locura” de Louis Riel (fue recluido un par de años en el manicomio), hay un elemento de la cultura indígena de América del norte, lo que podemos llamar el chamanismo, el profetismo. Quien ha leído el Antiguo Testamento, verá que todos los profetas pretenden… Escribir bajo el dictado del Espíritu Santo; Louis Riel no pretende otra cosa, sus escritos se parecen, de manera fabulosa, a Isaías, a Ezequiel o a Jeremías”.

 

Esta añeja investigación, la inició en el exilio, hace más de tres décadas, cuando el gobierno mexicano hizo uso de su facultad constitucional de expulsar a los extranjeros que opinaran sobre política interna: “Cuando salí de México sin saber en cuántos años iba yo a poder regresar, busqué un nuevo tema de investigación y fue Louis Riel, aquí traje apuntes y fotocopias”. “Hay temas que le persiguen a uno toda la vida, por ejemplo, yo hace mucho que dejé temas del conflicto religioso en México y de los cristeros; sin embargo, acabo de publicar un libro titulado “Si se puede llamar arreglo”, crónica del conflicto religioso, porque el Vaticano, la Iglesia de México y la Secretaría de la Defensa abren los archivos y me hablan y me dicen ‘¿Le gustaría ver los expedientes de los generales cristeros en la Defensa?’ Bueno, uno no puede resistir a eso”, complementa.

 

De hecho, el personaje ya lo había cautivado, siendo estudiante en La Sorbona de París. Los 300 mestizos e indios resistiendo hasta el último cartucho, al final, cuando ya no tenían cartuchos, se arrancaban los botones metálicos para usarlos como proyectiles. La evocación del historiador inglés fue, en estos últimos momentos que se mezclaron el canto de muerte y los tambores de guerra.

 

El personaje no ha estado excluido de la manipulación de la historia, refiere: “Cuenta con estatua en Manitoba, en donde lo celebran como padre fundador del estado, cuando sus peores enemigos fueron los anglófonos, los ingleses de Manitoba, los que lo llevaron finalmente a la horca y los bisnietos son los que levantan la estatua”.

 

Jean Meyer

 

Al cuestionarlo sobre a qué personaje, de la historia mexicana, le encuentra más parecido con el de su último libro cita: “Madero es el hombre de la resistencia, del intento de lucha pacífica, llega finalmente al levantamiento armado, pero en última instancia, hasta el último momento buscó el compromiso con Don Porfirio, que respetaba y admiraba. Él pudo haber dicho como Álvaro Obregón, ‘el único defecto de Don Porfirio’ fue llegar a viejo’. Si hubiera muerto antes, estaría como héroe nacional. Madero, en cuanto hubo la oportunidad de dejar las armas, lo hizo. Pactó la salida pacífica de Don Porfirio. El desastre viene después con la contrarrevolución de Huerta y el asesinato de Madero. Pero Madero es quien me recuerda a Louis Riel, estudió con los jesuitas en Francia, fue espiritista, la ouija, hay esa dimensión mística, se comunica con los muertos y con el más allá y tiene una dimensión de profeta; en su libro “La sucesión presidencial”, profetisa un mejor futuro para México, tal como Luis Riel que fue un profeta del nuevo mundo”.

 

Al recordar la resistencia de la nación indígena, el fuerte aplastando al débil, no pasa desapercibido que sigue sucediendo a lo largo de orbe con múltiples invasiones, por lo que le comento que pareciese que no aprendemos de la historia, alzando la voz y arqueando la cejas, confirma: “Lo aprendemos, el gran historiador, Marc Bloch, dijo “las lecciones de la historia no existen… Más bien sí existen, pero la historia es un profesor que no tiene alumnos. Porque los alumnos no escuchan la lección que les está dando el profesor”.

 

“Una cosa es aprender intelectualmente y otra cosa es hacerlo en la vida cotidiana y en la lucha política. Una lección en política es no hay que acorralar al adversario, no hay que desesperarlo. La razón dicta el compromiso, es posible dialogar, pero no a la hora de las elecciones, de la campaña electoral, difaman, acorralan, violentan”, complementa.

 

Sobre cómo se canonizan o se satirizan personajes, dice: “Algún día van a rescatar a Don Porfirio. Mire, cuando yo llegué a México en 1965, había una gran batalla en el Congreso porque algunos diputados querían que se pusiera, en letras de oro, los nombres de Zapata y Villa, y en aquel entonces todavía había muchos diputados diciendo ‘esos bandidos, no’. Era la vieja escuela de carrancistas contra villistas, hoy en día Carranza, Villa, Zapata, todos son héroes nacionales”.

 

¿Esa manipulación de la historia tiene un objetivo político? Es mi siguiente pregunta que, apasionado, responde: “¡Desde luego que tiene un objetivo político! A la Historia la manosean todos, la consideran como una prostituta”.

 

Jean Meyer

 

Cuando indago sobre su sentir como académico sobre este manoseo y la necesidad de un mayor rigor histórico, comenta: “¿De qué sirve? Yo me siento capaz y, lo he hecho, de escribir entusiasmado a favor de los cristeros, criticando a la iglesia y a Calles; soy también capaz de lo opuesto, me encargaron los dos tomos de la presidencia de Calles, de la obra de la historia de la revolución de veintitantos tomos de El Colegio de México, y ahí digo que Calles es un gran estadista, es el fundador del México moderno, del Banco, de la Comisión de Caminos, luego cometió un error en el campo de la vida religiosa, pero esa es mi conducta personal, no tiene mucho impacto en la vida nacional que digamos”.

 

Retoma la propuesta de un viejo amigo: “Mi querido Luis González y González, que en paz descanse, decía que en la escuela primaria a los niños habría que enseñarles, la historia de su barrio, de su pueblo, de su ciudad; la historia de la humanidad, la prehistoria, las cuevas, no meterse en política. Luego, ya en la secundaria, se les puede enseñar la historia nacional, pero en prepa hay que enseñarles una historia crítica. Antes no, porque son jóvenes y no hay que meterles demasiado ruido en la cabeza, pero ya en prepa decirles, los carrancistas mandaron asesinar a Zapata. Zapata es un héroe, de acuerdo, pero los zapatistas también cometieron atrocidades. Eso ya se puede enseñar en cierto nivel y sería una historia mucho más interesante. Pero, todos los gobiernos, en todos los países del mundo, confunden historia y civismo y, por cierto, lo enseñan muy mal, debería ser una ética y no qué significa IMSS: ¡eso no es civismo! Utilizan la historia para su versión política, por eso cada presidente manda a rehacer los libros de texto, en este caso, sería mejor no enseñar historia”.

 

Retomo el tema sobre su exilio, y pregunto por qué buscó retornar a México y hacerlo su residencia permanente, narra: “En los cuatro, casi cinco, años que pasé en El Colegio de México haciendo la investigación de la Cristiada, hice muchos amigos que hasta la fecha… bueno muchos han muerto y mi investigación me hizo mexicano, al grado que después me casé con una mexicana”. “Siempre hay una guerra por la historia, siempre, hasta la fecha, a ver quién tiene razón Roma o Cartago, yo sigo admirando a Aníbal”, concluye.  

POLÍTICA

Núm. 293 – Abril 2024