Revista Personae

“TE QUISE PREGUNTAR CÓMO ESTABAS”

Soy Karla Aparicio ¡Y soy de Jalisco!

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En la acera de enfrente

Ya de salida a saldar unos pendientes, veo frente a la puerta de mi domicilio dos comandos de policía y una ambulancia, me doy cuenta que están estacionados en la casa de enfrente, sin titubear, cruzo la calle y me acerco para ver si en algo podía ayudar, estaba el jardinero y un chico de seguridad, los dos con una cara pálida, lucían bastante preocupados, les pregunté: -¿Qué pasó? y con una sola seña que me hizo uno de ellos, me bastó para entender que mi vecino se había quitado la vida.

Él, un hombre de cincuenta años a lo mucho, llegó con su familia a rentar esa casa hace aproximadamente unos cinco años, su perfil era de alguien “acomodado”, trabajaba en la casa de bolsa, tenía varios autos -la mayoría modelos recientes de lujo-, es decir, daba a mostrar que era una persona exitosa económicamente hablando, le gustaban las fiestas, frecuentemente las hacía en su casa, pero de un tiempo para acá  vivía solo, su matrimonio se terminó, sus tres hijos se fueron junto con su mamá, después vino una relación poco estable, yo no tenia mucha comunicación con él, pero quizás, era la que más tenía en el condominio, nuestro contacto era solo de un cálido  “buenos días Karla” y  “buenas noches Karla”, siempre decía mi nombre,  y yo el suyo en cambio, me apena decirlo, pero no lo sabía con certeza.

 

Te quise preguntar cómo estabas

Fotografía: Diego Cerda

 

De un tiempo para acá me percaté que su relación amorosa, también había terminado, poco lo veía, pero sí le note triste, y en mis pensamientos, me dije: la próxima vez que lo veas Karla, detenlo y pregunta: ¿Cómo estás? y propicia una plática, que cuando quieres, eres bastante buena para eso de entablar una conversación, y trata que se haga una buena charla, sugiere intercambiar teléfonos, es importante, porque de una semana para acá dejaba abierto su portón de par en par, cosa que antes jamás sucedía, ni por error, eso me parecía muy extraño, por las mañana salía en pantalón deportivo y chancletas, la verdad, algo desaliñado, desconozco a dónde, regresaba en poco tiempo y después no volvía a salir de su casa, y en estos en tiempos de pandemia, salía aún menos.

 

El ‘hubiera’ no existe, porque nunca lo detuve, nunca le pregunté como estaba, nunca intercambié teléfonos, nunca propicié la charla y ahora, mi vecino ya nunca estará. Solo quedó su gato, a quien alimento todas las noches sin que mi perra se entere, porque no lo soportaría: odia los gatos.

 

Creo, que el minino entiende la culpa que siento por no haber hecho nada, la culpa que siento como sociedad, como vecina, como mujer sensible que presumo ser.

Yo de seguro estaba comiendo en casa plácidamente y a escasos metros, la desesperación de un hombre valiente llegó a su límite y desembocó en un terrible desenlace.

 

Te quise preguntar cómo estabas

 

Después del fuerte shock de una semana, no podía borrar lo que sucedió de mi mente, después de pedir por él y despedirlo en oración espiritual para poder dejarle ir. Es difícil  dejar de pensar en las consecuencias de perder a un ser querido por suicidio, el duelo debe ser emocionalmente devastador.

 

“Nadie sabe lo que hay en el fondo de la olla más que la cuchara que lo menea”

 

Te quise preguntar cómo estabas

 

Pandemia de enfermedad de la tristeza 

Analizando objetivamente, a mi vecino nadie lo vio, nadie lo observó, me refiero a que esto no es más que un ejemplo de “la invisibilidad” que tienen las enfermedades mentales, porque si las enfermedades del ánimo fueran varicela, 11 de cada 100,000 humanos tendrían puntitos rojos, entonces sí habría una “pandemia de enfermedad de la tristeza” y se trataría con la importancia que se debe, se buscaría cómo erradicar el contagio y los enfermos serían tratados con mucho cuidado, y nosotros como sociedad estaríamos atentos, aprenderíamos a distinguir signos y síntomas para identificar si estamos en “semáforo rojo”; estaríamos atentos para ayudar al contagiado, pero lamentablemente es una enfermedad impalpable y silenciosa.

 

¿Por qué las autoridades de salud no proceden con la misma prioridad que una pandemia, si cobra entre cinco o seis vidas diarias? Basta buscar un poco para darse cuenta de las alarmantes estadísticas entre mujeres, hombres y adolescentes. ¿Cuándo vamos a entender que nuestra misma sociedad enferma el alma?

 

En tanto que a los padecimientos psiquiátricos no se les dé la misma importancia que al resto de las enfermedades y se siga manteniendo en las familias ‘en secreto’, mientras no haya la cantidad de psiquiatras necesarios, mientras muchos sigamos con la idea de que ir al psiquiatra es “estar loco”, mientras los medicamentos sigan tan costosos, mientras en las escuelas no haya campañas de prevención o detección, este tema continuará casi oculto y no comenzará un cambio.

 

Te quise preguntar cómo estabas

 

Demonios internos

Mil preguntas se cruzan ante el tema tabú del suicidio, te das cuenta que la mayoría tenemos alguien cercano, que tiene algún familiar que tomó la decisión de ya no seguir en este plano. ¿Debilidad o valentía? ¿Qué demonios internos despertarán para tomar esta decisión? Tan solo imaginar cómo debe sentirse alguien para llegar a tal determinación, simplemente deja helado a cualquiera.

 

Sería bueno que tratemos de estar alertas, cuando detectemos a alguien que se siente triste, deprimido o solo, será importante que le demos una mano, una sonrisa, un abrazo y de ser posible le preguntemos: ¿Estás bien? Y si podemos hacer algo que esté al alcance de nuestras posibilidades, hagámozlo desde el amor, porque no sabemos cuándo será la última vez que podamos apoyar, porque quedarse con el sabor de “hubiera hecho algo”, no será lindo. 

 

 

MISCELÁNEO

Núm. 292 – Marzo 2024