LA MATERNIDAD COMO ESTEREOTIPO SOCIAL
- MISCELÁNEO
- junio 2022
- Zuleyka Franco
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Los estereotipos en torno a la maternidad como la idea que “han de ser las mujeres las que se encarguen de cuidar a los hijos” son una de las principales causas de la brecha de género en el mercado laboral, según el informe ‘La brecha de género, del Instituto de Economía de Barcelona.
El informe, presentado en la Facultad de Economía de la Universidad de Barcelona, constata que a pesar de que hombres y mujeres recorren una trayectoria laboral parecida mientras no tienen hijos, al llegar la maternidad, la brecha de género se agudiza y en general, no vuelve a cerrarse.
Además de que también se demostró que los salarios en las mujeres que son madres disminuyen a la hora de serlo, afirmando que para acabar con la desigualdad de género en el mundo laboral es necesario modificar la norma social.
Y aquí es donde entramos a los estereotipos sociales con respecto a la maternidad. Porque por un lado, al ser madre en lo laboral, tienes menos oportunidades salariales, pero por otro, en la sociedad cuando una mujer determina que no desea ser madre se le etiqueta de muchas formas, siendo una de las principales razones por las que muchas mujeres llegan a ser madres sin desearlo realmente. Entre esas etiquetas es muy común que hablen de preferencias sexuales cuando no tiene en absoluto nada que ver.
Ahora, la decisión de no tener hijos muchas veces llega a ser por factores externos y no que no deseen ser madre como tal… Puede ser una decisión condicionada por diferentes causas: salud, dinero, desarrollo profesional, decepción o simplemente pensar que hay otras prioridades en la vida o no querer traer a un ser humano a vivir lo que se está viviendo actualmente.
Hoy, el número de mujeres NoMo (No Maternidad) ha aumentado, lo que hace evidente que cada vez más personas del sexo femenino deciden romper el mandato de la maternidad como proyecto único de vida.
Como señala el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), basado en los datos generados por la Encuesta Nacional sobre Discriminación, de 1960 a la fecha, la tasa global de fecundidad ha ido a la baja, pasando de siete hijos promedio a dos, especialmente en mujeres que viven en contextos urbanos y tienen una mayor preparación educativa.
“Hasta hace poco no había en español un concepto equivalente que diera nombre a esa condición, por lo cual se hablaba simplemente de mujeres sin hijos, que implicaba la idea de que a esas mujeres les faltaba tener un hijo por lo menos, para estar completas. Apenas en los últimos años, se ha popularizado el concepto No Maternidad para nombrar y reconocer el deseo de las mujeres de no tenerlos”.
Quizás en algún momento las mujeres NoMo sí pensaron en la posibilidad de tener hijos, pero entonces no había las condiciones (económicas, de disponibilidad de pareja etc.), o bien, cuando había las condiciones, ellas sintieron que no era el momento adecuado. Es importante pensar en un deseo fluctuante, en el que diversos factores, tanto externos como internos, se vinculan con la vivencia de la no maternidad.
“Sea como sea, es fundamental echar por tierra la idea de que las mujeres NoMo tienen algún problema psicológico, sufrieron algún trauma en la infancia o son lesbianas; aspecto que no interfiere con el deseo y la posibilidad de que sean madres. Muchas de ellas manifiestan que tienen otras prioridades en su vida, como desarrollarse en el ámbito personal y profesional, o que sencillamente no se sienten atraídas por el proceso que las convertiría en madres. Sin embargo, no les resulta fácil asumir esta posición porque, a partir de la creencia de que el deseo de ser madre es universal e innato y por consiguiente, está presente en todas las mujeres, la sociedad ejerce una presión muy fuerte sobre ellas”, y es de lo que se trata precisamente, de entender que no todas las mujeres están hechas para ser madres y que no sólo por el hecho de ser mujer, tenemos que traer integrado el “instinto maternal”.
En este entorno, muchas de las mujeres, al escuchar sus voces interiores sin la interferencia del ruido social proveniente de los mandatos de género, al saberse sin pareja o sin el apoyo real y efectivo de los hombres en las labores domésticas y maternales, al saberse y vivirse sin las redes familiares y tradicionales de antaño, y al percibir un panorama económico, social y mundial incierto y deprimente, desistieron de traer hijos al mundo.
Para una sociedad basada en los «valores de la familia», este cambio hacia un mundo centrado en los adultos es histórico. La emergencia de las personas sin hijos significa que las mujeres están buscando oportunidades, para sentirse completamente realizadas y auto determinadas sin prestar atención a lo que la sociedad piense de ellas. Estas mujeres están cumpliendo la promesa del movimiento de mujeres, aunque el movimiento feminista no las reconozca ni las apoye en su causa.
«Dueñas de nuestros cuerpos, dueñas de nuestras vidas» era la consigna de las mujeres feministas a principios de la década de 1960 y durante la de 1980, cuando exigían la liberación de los métodos anticonceptivos y la despenalización del aborto. Consignas traducidas en propuestas y políticas públicas en la década de 1990, por medio de los conceptos de salud sexual y salud reproductiva, y su correlato en los «derechos sexuales y derechos reproductivos»; derechos establecidos a nivel internacional en la IV Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (CIPD), celebrada en El Cairo en 1994, y la V Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en Beijing en 1995. Ambas conferencias fueron auspiciadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y contó con la participación de las organizaciones no gubernamentales de mujeres y feministas.
A pesar de que el derecho a elegir procrear o no hacerlo se encuentra legislado en la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos desde 1974, año en que se reformó el Artículo 4° Constitucional, a nivel cultural y social las personas (y aún más las mujeres) que eligen no tener hijos siguen estando sujetas a presiones sutiles y en cierta forma agresivas.
Una influencia que ha marcado el no deseo de ser madres, han sido también las vivencias experimentadas en la historia personal de sus propias constelaciones familiares, principalmente en la relación sostenida con sus madres o sus familiares femeninos más cercanos, pero también con el padre o los hermanos. Para otras mujeres, la separación o el divorcio de sus padres o la enfermedad de sus madres las obligó a desempeñar tempranamente las labores maternales de cuidado y atención a sus hermanos. Esta experiencia las marcó para alejarse de esta responsabilidad.
El otro tipo de presiones que me parece importante señalar son las ejercidas indistintamente por parte de algunos(as) prestadores(as) de servicios de salud, cuyo discurso es absolutamente pro-natalista y amenazante en tanto que infunde angustia en las pacientes de contraer cánceres o miomas, al dar cuenta de discursos como el «reloj biológico».
No por ser una mujer que no quieras tener hijos eres un fenómeno de la naturaleza o eres lesbiana o eres un monstruo… Simplemente las razones que tiene cada una de las mujeres que asumen no tener un hijo, son diferentes y deben ser aceptables y respetadas para cada quien que así lo decida.