MARGO GLANTZ SHAPIRO:
“Después de los 90, si te caes, te lleva la trampa”; antes también.
- EXLIBRIS
- diciembre 2022
- Bernardo González
COMPARTIR
Parodia, que algo queda. O, blasfema que también duele. Son variantes de frases que se han vuelto célebres. Dichas o escritas por quien sabe quién, aunque algunas bien vale la pena identificar completas. A lo largo de la vida, que se hace longeva—pero pocas como la que disfrutó mi abuela paterna, doña Elísea Medel Sánchez, que solo sumó 113 años por lo qué conoció a dos o tres choznos—; mi padrino de bautizo, el peluquero cosamaloapeño don Juan Lavalle Rodríguez, de muy grata memoria, le refería a mi hermana menor, la doctora Cecilia González Solano, que su “existencia ya no era tan corta” y que por tanto, en tratándose de los últimos días de existencia, había que “pensar lo que se hacía”.
Así sucede con la escritora, académica, ensayista —de todos los géneros—, crítica literaria, la “judía más mexicana o, al revés, la mexicana más judía” que las hay, Margarita “Margo” Glantz Shapiro (Ciudad de México, 28 de enero de1930, en la calle de Jesús María número 44), hija de los judíos ucranianos Jacobo Glantz y Lucía Shapiro; hermana de Lirio, Azucena y Shumalit; ex esposa del “goy” (no judío) Francisco López Cámara; viuda del escritor argentino nacionalizado mexicano, Luis Mario Schneider Zacouteguy; madre de Alina López Cámara y Glantz, y de Renata Schneider Glantz, recipiendaria de más de 30 premios y reconocimientos académicos, incluyendo el Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
A los 92 años de años, Margo Glantz acaba de recibir el Premio Carlos Fuentes Internacional a la Creación Literaria en Idioma Español 2022. El galardón lo otorga la Universidad Nacional Autónoma de México y la Secretaría de Cultura del gobierno de la República Mexicana. La ceremonia tuvo lugar el pasado sábado 12 de noviembre del año en curso en el Palacio de Bellas Artes, a la que asistieron familiares, intelectuales, amigos de la escritora e invitarlos especiales. El rector de la UNAM, Enrique Graue y la escritora Liliana Weinberg como representante del jurado encabezaron la ceremonia en la sala Manuel M. Ponce del citado palacio.
Margo Glantz recibe el Premio Carlos Fuentes tomándoselo con “más sentido del humor, sin solemnidad, como se lo tomó Nicanor Parra cuando le anunciaron que había sido el primero en obtener el Premio Juan Rulfo (Que por cierto ahora se llama de otra manera porque los hijos del autor de Pedro Páramo no lo tomaron con la sabiduría humorística suficiente, BGS)”. “Cité a Parra —agregó la autora de Las genealogías—, cuando me dieron ese mismo premio. Lo recito a manera de amuleto. Los premios son como Dulcinea del Toboso mientras pensamos en ellas, lejanas, sordas, enigmáticas”.
Además, Glantz, con una bibliografía de más de medio centenar de títulos polifacéticos, originales, que la marcan absolutamente como una escritora de su tiempo, sin filias feministas ortodoxas, acartonadas, de una generación reciente que no sabe diferenciar entre las causas de las mujeres y el populismo mujeril de corte alcance, sin la trascendencia del caso. La literatura de Margo Glantz no está en la agenda del feminismo populachero o de género. En reciente entrevista, concedida a raíz del Premio Carlos Fuentes —del que fue amiga desde los días universitarios—, la judía laica que durante una corta temporada infantil fue “conversa católica” por la intervención de una vecina que le enseñaba inglés junto con sus hermanas, conversión que se echó por la borda por un escapulario mal escondido, destaca su interés por el estudio de dos mujeres “mexicanas”: doña Marina, la Malinche, y Sor Juana Inés de la Cruz”.
En esta entrevista, Margo le cuenta a Guadalupe Alonso Coratella —hija, por cierto, de Manuel Alonso Muñoz, que fue propietario del periódico unomasuno, el diario en el que Margo Glantz había publicado semanalmente la primera versión de su libro Las Genealogías—, que “Sor Juana luchó porque las mujeres tuvieran un campo diferente, tan valioso como el de los hombres, al grado que quería vestirse de hombre para ir a la universidad. Recuerdo que cuando entré a Filosofía y Letras, en 1958, no había casi profesores, eran hombres los que enseñaban. Una vez me presenté con pantalones y me dijeron que si me creía George Sand porque las mujeres solo debían llevar faldas. Ahora, lo que está pasando en Irán me parece fundamental. Es la concreción de lo que puede ser la revolución femenina, es decir, las mujeres políticamente transformaron el mundo. No sé qué vaya a pasar. En Argelia, por ejemplo, las mujeres pelearon por la libertad de una manera impresionante, fueron básicas en su independencia de Francia, pero luego las reprimieron brutalmente y volvieron al mandante religioso que empieza por la opresión, como si les tuvieran terror. Estamos viendo una revolución fundamentalmente femenina a pesar de la represión a las mujeres. Los hombres, los estudiantes, los obreros, se están uniendo a ellas, pero fueron las mujeres quienes dieron el paso por ser las oprimidas, porque no tenían derecho a tener cuerpo. Ahí está el problema del aborto. Las norteamericanas ya no tienen derecho a su propio cuerpo porque las autoridades han aniquilado una ley que permitía abortar. Me parece importante hablar del aborto porque nos concierne a las mujeres. Ahí creo hay una cosa esencialista. La diferencia de cuerpos, la fisiología masculina y la femenina, eso plantea una especie de poder que es evidente y produce cierta violencia contra lo otro. El pene es símbolo de la superioridad, la erección. Hay que ver la arquitectura, los minaretes, los obeliscos, todo eso es fundamental y tiene que ver con la virilidad. La palabra virtud viene de virilidad, de vir (viris) —nominativo y genitivo del latín: el varón, del varón, BGS), ¿Te imaginas que la mujer no pueda tener virtud porque es solo el hombre quien la posee?”.
En el discurso de agradecimiento por el Premio, Glantz aclara el quid de la cuestión: “Fuí la tercera mujer en recibir este premio —las anteriores han sido Diamela Eltit (2020) y Luisa Valenzuela (2019)—, también fui la tercera en recibir el Rulfo, sí, es cierto, pero me sorprendió sobremanera que sea necesario subrayar que es una mujer la que lo recibe, cuando no lo es cuando se da la noticia de que ha sido un hombre quien lo ha recibido. Por ello, pienso indispensable dar por terminado este discurso reproduciendo las palabras de mí querida amiga y magnífica escritora Diamela Eltit, ganadora del premio en 2020:
“Pero aquí, ahora mismo, quiero detenerme en el campo literario. Efectivamente la literatura puede y debe ser entendida como un espacio de libertad. Sin embargo, más allá de la creación misma, en el afuera de la letra, en los lugares donde se centra el libro, persiste el binarismo, la vocación clasificatoria: literatura de mujeres y en otro espacio, literatura. Y allí, en esa fórmula, se establece una biologización de la letra. O el cuerpo autoral genitaliza la letra como marca indeleble. Y esta desigualdad es la que habría que pensar. Hoy termino diciendo que me parece indispensable democratizar el espacio literario, repito, desbiologizar la escritura. Lo subrayo, lo suscribo, si no lo hacemos, caemos en el tradicional esencialismo donde siempre se ha encasillado a la mujer”, finalizó Margo.
En época de entrega de premios literarios, a nivel nacional e internacional, la escritora declara emocionada: ”No se escribe para ganar premios, pero es obviamente satisfactorio. Te exalta o te deprime al mismo tiempo, o por lo menos a mí”. Por otra parte, cito las primeras líneas del prólogo de Las genealogías, que considero la obra cumbre de Margo: “Yo desciendo del Génesis, no por soberbia sino por necesidad. Mis padres nacieron en una Ucrania judía muy diferente a la de ahora y mucho más diferente aún del México en que nací, este México, Distrito Federal, donde tuve la suerte de ver la vida entre los gritos de los marchantes de La Merced”. Ni que lo diga. Los escritores judíos tienen una visión histórica que no es común en los demás. Lo que sucede en Ucrania y lo que se vive en la “moderna” Ciudad de México, con todo y su Cámara de Diputados, casi de risa.
Y, por no dejar inadvertido un gesto personal de tan singular escritora, debo recordar que Margo fue quizás el primer personaje del incipiente (des)gobierno de la Cuarta Transformación, en no aceptar un cargo oficial: directora general del Fondo de Cultura Económica. Simple y llanamente no aceptó. Quizás Margo vio en la 4T lo que muchos otros no vieron. VALE.