Revista Personae

Y QUE SON 525,600 MINUTOS, SI NO ES QUE PURO APRENDIZAJE

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No sé si para todos ustedes, pero para mí el 2023 fue un año duro, intenso. Fue un año en que varias olas me sorprendieron y claro que revolcaron ¡y duro! En esta edad, en donde crees dominar las mareas…

 

¿Recuerdas esas revolcadas donde Neptuno reventó alguna vez toda su bravura sobre ti, y estabas tan distraído que hasta la boca abierta traías? ¿Después te clavó su espuma y te hundió hasta la profundidad de su arena, y tú buscabas la superficie para salir del naufragio y respirar aunque sea un instante, pero la furia del agua salada no te lo permitió? Hasta que por fin pudiste sacar la cabeza para tomar algo de aire, pero te volvió a jalar a su antojo hacia abajo… ¿Qué tal salías de estas zarandeadas? Seguramente raspado, despeinado, atragantado, incluso, a veces, con la ausencia de una parte del traje de baño, con arena, sal y algas coladas por todos los orificios de tu ser, y hasta querías llorar, pero en lugar de hacerlo, preferiste escapar a toda costa a la orilla, aunque la ola siguiente no te dejaba. Más o menos así me sentí con una situación que viví.

 

Y que son 525,600 minutos, si no es que puro aprendizaje

 

Después de la tempestad viene la calma 

Pero siempre, luego de varias olas encabritadas, viene un tiempo de regocijo y paz.

Después de vivir este zafarrancho, entré en un túnel de crisis emocional donde cohabitaron sentimientos poco agradables: sorpresa, negación, enojo, miedo, tristeza, decepción, culpa, angustia, ansiedad, ¡uffff! Y luego, al final, llegó un tipo de centro del huracán donde me encontré conmigo misma.

Esta situación imprevista me llevó a una crisis personal que no vi venir. No estaba preparada y esta repentina carga emocional afectó profundamente mi capacidad para enfrentarla. Me desestabilicé, perdí el control y me sentí impotente. Y, lo peor de todo, es que estas emociones llegaron a somatizarse en mi cuerpo: me sentía atropellada, me dolía todo, ¡hasta el pelo! y estaba con poca energía.

Para entender lo que pasaba, obviamente necesité un tiempo, al que visualicé como «periodo de transición». Sentía una especie de vacío, mucha confusión, pero comencé a reestructurarme. Hasta que, de pronto, ya conectando con mi conciencia, y trabajando con mi interior, en silencios, comenzaron a visitarme de poquito a poquito otro tipo de sentimientos mucho más gratos: introspección y aceptación, y los vientos fuertes se calmaron.

Mi crisis personal comenzó con mi relación de pareja en donde, lamentablemente, mezclamos asuntos (entre ellos de dinero y familiares) y esto nos metió en un torbellino de más dificultades, y llegó el momento en que la balanza de los daños pesó más que el mismo amor y lo llevó a la ruina. Esta situación me hizo sentir muy mal, pero también me dio una oportunidad para aprender algo: aunque dolió, y mucho, hoy que veo la luz de nuevo, me estoy convirtiendo en una persona resiliente, que ha podido crecer (cabe mencionar que los problemas no se han solucionado del todo, siguen en aprietos, pero decidí que a pesar de eso, primero estoy yo y mi bienestar).

Gracias a las horribles crisis podemos reflexionar y retomar nuestra brújula, para replantearnos, subir al barco y cambiar el rumbo hacia otros mares. Traer de regreso nuestros valores y creencias y abrazarlos.

Por supuesto, para poder aprovechar la oportunidad de cambio que ofrece una terrorífica crisis personal es importante que logremos recuperarnos de su impacto y que tengamos el coraje de dar el paso que nos puede sacar de nuestra zona de confort, algo que suele ser muy atemorizante.

De hecho, la crisis personal casi siempre es una fase de reencuentro con nosotros mismos, de reestructuración de nuestro “yo” y de nuestras metas.

 

“UNA RAYA MÁS AL TIGRE”

Esta crisis personal puso a prueba mi capacidad de resistencia y también mi fuerza de voluntad. Tenía dos caminos: uno era hundirme profundamente en depresión y seguir en mi zona de confort (al fin y al cabo, mal que bien, todo funcionaba), y el otro era aceptar lo que me pasó, perdonarme, sacudirme, reinventarme y ¡sí o sí! salir adelante fortalecida, convirtiendo el suceso en una oportunidad para crecer.

 

HERRAMIENTAS que me ayudaron a salir del trance:

+Para superar mis momentos más difíciles, me cuidé mucho, no fui muy exigente conmigo misma, respeté y entendí mis emociones, y me dejé ayudar.

+Valoré todos mis esfuerzos, porque entendí que cuanto mejor estoy conmigo misma, es más fácil superar cualquier situación. Presté atención a mis necesidades, hice pausas y silencios, y me aplaudí por cada logro, aunque fuera pequeño.

+Dejé de aislarme y compartí con mis seres más queridos mi situación, les pedí ayuda. Al hablarlo me escuchaba a mí misma, y eso me permitió ver las cosas con más distancia, y comprender mejor mis sentimientos. Y lo mejor de todo: me sentí acompañada, me liberé cual olla de presión del estrés y la ansiedad que pesaban demasiado en mi interior. Mi cuerpo y mi mente me lo agradecieron infinitamente.

+Aunque lloré mucho, también busqué a toda costa mantenerme positiva: por la mañana reproducía videos de afirmaciones y decretos, realizaba actividades que me hicieran sentir feliz como crear, trabajaba en mi jardín, escuchaba mi música favorita, bebía una rica copa de vino con una rica compañía, meditaba, leía todo lo que fuera de autoayuda y escribí, y así, la adversidad comenzó a perder intensidad.

 

“Y que no te avergüence llorar. No es un signo de debilidad, sino de inteligencia emocional”.

 

De esa forma:

-Acepté mi situación y, al hacerlo, se hizo menos dolorosa.

-Aproveché para conocerme más, tener más confianza en mí y ver de lo que soy capaz.

-Adecúe mis expectativas, acepté que perdí y también las pérdidas, pero salí fortalecida y con una actitud más resiliente.

-Pude ver lo positivo en mí, algo que no veía cuando estaba en medio de la crisis.

 

Hoy agradezco haber cruzado por esta travesía. Gracias a ella, hoy estoy en un nuevo océano y soy el capitán de mi barco y el viento sopla a mi favor. Junto con todos estos cambios en mis valores, se me abrieron nuevas oportunidades para ver lo que ya conocía, pero desde otro ángulo, aprendí a ser una nueva persona, más fuerte, superé mis miedos y me cargué de nueva energía, me entiendo mejor, volví a confiar y abrirme al amor. Lo mejor de todo es que me siento ligera, emocionada y en paz.

 

Y que son 525,600 minutos, si no es que puro aprendizaje

 

SIEMPRE SE HA DICHO QUE EL PROGRESO ESTÁ ASOCIADO CON LA CRISIS

Las crisis, muchas veces, lo que nos indican es que no estamos plenos con algún aspecto de nuestra vida y tenemos que cambiar algo. Si ves venir una crisis en tu vida, no desaproveches esa maravillosa oportunidad para replantearte, reinventarte y plantear otro rumbo si es necesario, aunque esto implique hacer cambios importantes en tu vida e iniciar de cero.

Los 525,600 minutos del año 2023, fueron de gran aprendizaje. Estoy segura -si nos lo permitimos-, que el 2024 estará lleno de nuevas oportunidades para todos. ¡Lo mejor está por llegar!

 

Con KA-riño

Karla Aparicio

MISCELÁNEO

Núm. 293 – Abril 2024