Revista Personae

Afganistán,Tailandia y México de los peores países para ser niño en el mundo…

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La situación de los derechos humanos en Afganistán lleva un tiempo cayendo en picada luego del regreso de los talibanes al poder el 15 de agosto de 2021. Las mujeres han sido las víctimas más visibles de este deterioro, con múltiples denuncias en foros internacionales sobre el trato que reciben. Las mujeres se enfrentan al hambre, la violencia doméstica, al desempleo, a las restricciones a la circulación y la vestimenta, y la falta de acceso a la educación en un país en el que se ha interrumpido la escolarización secundaria de 1.2 millones de niñas, dijo Michelle Bachelet en un debate del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.

 

Sin embargo, este no es el único grupo de la población que está sufriendo. LOS NIÑOS, SIN IMPORTAR SU GÉNERO, sufren de un tipo de violencia específica conocida como Bacha Bazi, una práctica que suma a cientos de preadolescentes en prácticas de explotación sexual.

 

Al abuso infantil deberíamos considerarlo como uno de los maltratos más severos y atrevernos a llamarlo por su nombre, VIOLACIÓN. La sexualidad adulta invadiendo el mundo infantil, violando su inocencia y destruyendo su futuro, eso es el ABUSO SEXUAL INFANTIL.

 

Afganistán,Tailandia y México de
los peores países para ser niño en el mundo…

La situación de los derechos humanos en Afganistán lleva un tiempo cayendo en picada luego del regreso de los talibanes al poder el 15 de agosto de 2021. Las mujeres han sido las víctimas más visibles de este deterioro, con múltiples denuncias en foros internacionales sobre el trato que reciben. Las mujeres se enfrentan al hambre, la violencia doméstica, al desempleo, a las restricciones a la circulación y la vestimenta, y la falta de acceso a la educación en un país en el que se ha interrumpido la escolarización secundaria de 1.2 millones de niñas, dijo Michelle Bachelet en un debate del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.

Sin embargo, este no es el único grupo de la población que está sufriendo. LOS NIÑOS, SIN IMPORTAR SU GÉNERO, sufren de un tipo de violencia específica conocida como Bacha Bazi, una práctica que suma a cientos de preadolescentes en prácticas de explotación sexual.

Al abuso infantil deberíamos considerarlo como uno de los maltratos más severos y atrevernos a llamarlo por su nombre, VIOLACIÓN. La sexualidad adulta invadiendo el mundo infantil, violando su inocencia y destruyendo su futuro, eso es el ABUSO SEXUAL INFANTIL.

A grandes rasgos el “abuso sexual infantil” se define como la acción de involucrar a la niña, al niño o adolescente, en actividades sexuales que éstos no pueden llegar a comprender por la inmadurez de su proceso evolutivo, o cuando se transgreden las leyes o las restricciones sociales con respecto a éstos. La característica del abuso sexual es no dar ningún tipo de consentimiento por parte de la víctima, en este caso, niña, niño o adolescente a su victimario. Cabe destacar que también se puede dar entre dos niños o menores de edad pero, por su estado -ya sea físico o de la misma edad-, que uno de ellos puede ejercer poder o control sobre el otro.

El Bacha Bazi es una práctica que ha formado parte de la tradición afgana durante siglos. Sin embargo, con el tiempo y debido a la pobreza e innumerables tragedias que han penetrado en la sociedad de la región, esta tradición se ha distorsionado en tal grado que actualmente viola de forma directa los derechos infantiles y humanos. Esta práctica se volvió desmedida una vez que las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos invadieron Afganistán. La subcultura distorsionada de la pedofilia afgana, representa hoy en día una de las violaciones de derechos humanos más espantosas del mundo. 

Los Bacha Bazi o niños danzantes, del persa bacheh (niño) y bazi (jugar, juego), es una expresión usada en ciertas partes de Afganistán y Pakistán. Hace referencia a una práctica en Afganistán que involucra generalmente a niños varones y hombres adultos. Esta práctica se ha convertido en una tradición centenaria e implica “abuso sexual” y “esclavitud” de niños jóvenes en manos de hombres mayores poderosos, con frecuencia Pashtuns, etnia perteneciente a estos países (New Line Institute, 2021).

Estos preadolescentes, llamados Bacha Bareesho (niños sin barba), provienen de familias empobrecidas y sirven como animadores para afganos influyentes. Se visten como niñas, se maquillan y bailan para sus amos, quienes luego se los llevan para que participen en una relación sexual. Es así como estos niños mantienen a sus familias.

No resulta extraño que estos niños sean con frecuencia apartados de sus padres con la excusa de otorgarles una educación y un futuro prometedor. Cuando llegan a la edad adolescente y una vez que su barba empieza a crecer, su servicio ya no es deseado y son liberados. Aquí es cuando su trágica vida continúa empeorando debido al daño psicológico causado y a la muy difícil reintegración a la sociedad.

Como los perpetradores han sido siempre terratenientes empoderados con cargos importantes en el gobierno, el cuerpo policial y los sistemas militares afganos corruptos, esta práctica, que se remonta a varios siglos atrás en la historia del país, ha sido un desafío en lo que respecta a su erradicación. Al ser una costumbre profundamente arraigada, ha sido una parte de su cultura cuyos aspectos arcaicos no se olvidan fácilmente. Encontramos sus antecedentes en distintas culturas a lo largo de Asia Central (Human Rights Blue, 2017). 

No obstante, esta horrorosa práctica tal como se conoce hoy en día, surgió en el siglo XIX. Como se prohíbe a las mujeres danzar profesionalmente, a estos jóvenes, una vez apartados de sus familias, se les enseña a bailar con vestimentas femeninas, campanillas atadas a los pies y un pañuelo sobre el rostro. Todo lo que obtienen luego de ser usados descaradamente, es comida y dinero (The Diplomat, 2014). Durante el gobierno talibán en los años 90, esta práctica fue prohibida, al no ser considerada como islámica y no estar alineada con la ley sharía. Aquellos que practicaran esta tradición podrían ser castigados con la muerte (Human Rights Bright Blue, 2017).Aunque ciertamente en 2017 el gobierno afgano aprobó una ley que prohíbe y criminaliza esta práctica, lo cierto es que esta no se detiene.

En agosto de 2021, cuando los talibanes tomaron el poder, Unicef calculaba que un millón de niños sufrirán desnutrición aguda grave, y que 4.2 millones de niños se encontraban sin escolarizar, entre ellos más de 2.2 millones de niñas. Esta práctica evidentemente pone en peligro la vida y la indemnidad sexual de los niños, especialmente de los que menos recursos poseen, ya que a cambio de realizar y ser un niño BachiBazi, estos obtienen como mencionamos antes, dinero que evidentemente van directo al beneficio de los padres y algún “beneficio” como la comida del día a día; aunque si nos ponemos a pensar, esas pequeñas “recompensas” o pagos después de haber sido minimizado, ultrajado, humillado y cosificado, no son más que la conversión de lágrimas, dolor, traumas y una niñez coartada de derechos humanos a los que cada niño y adolescente, debería tener garantizados en cualquier parte del mundo.

“Esta es la sombría realidad a la que se enfrentan los niños afganos y sigue siendo así independientemente de los acontecimientos políticos en curso y de los cambios de gobierno”, dijo Henrietta Fore, directora de Unicef, en un comunicado publicado el 23 de agosto de 2021.

Una vez que la práctica se retomó luego de la invasión norteamericana en 2001, los miembros de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos podían escuchar desde sus literas a miembros de la milicia afgana abusar sexualmente de niños en su base. Sin embargo, no tenían permitido tomar acción y se les aconsejó “mirar hacia otro lado porque es su cultura” (The New York Times, 2015).

Una cultura que da pie a que pedófilos y pederastas tengan a la mano niños y adolescentes a su servicio. Incluyendo por supuesto las creencias erróneas sobre el “Abuso Sexual Infantil”, sobre todo por personas sin información, con creencias sociales, económicas y emocionalmente limitadas, que distorsionan la información haciendo que los que las escuchan se nieguen o se inhiban ante estas situaciones. Entre ellas se encuentra contenido “sexista” o distorsionado, como decir que los abusos sexuales sólo los sufren las mujeres o que quienes cometen abusos sexuales son enfermos psiquiátricos. Deformamos la información y el contexto de la misma, haciendo que el entorno se contamine y posibilita a que las personas o instituciones nieguen lo que está pasando y no se promueva la sensibilización social y las políticas públicas necesarias para llevar a cabo la prevención. Esto por supuesto, hablando de países donde la cultura, la educación y los usos y costumbres, no acepten prácticas en donde los derechos humanos de la  niñez sean vulnerados y dichos eventos sean castigados.

Afganistán, es de los peores países para ser niño en el mundo, al igual que los paraísos de turismo sexual infantil como Tailandia (en donde se pueden ver a menores de edad paseando de la mano de extranjeros y es un acto normalizado), Brasil, Colombia, Camboya, Holanda, Costa Rica, México, Filipinas, República Dominicana y en menor grado Panamá, Cuba, Kenia, Ecuador, Perú, Singapur y Vietnam.

Rogamos porque llegue el día en que la humanidad sepa diferenciar entre el bien y el mal y sea consciente del daño que puede causar a la vida de un niño atentar contra su dignidad humana, física, psicológica y sexual; anhelamos que llegue el día en que todas las niñas, niños y adolescentes del mundo vivan esa etapa con plenitud, en armonía, en un contexto de respeto, libertad y amor. Ayudemos a concientizar a las futuras generaciones a erradicar la violencia hacia la niñez de cualquier índole y a que nuestra cultura evolucione y no retroceda.

Por nuestros hijos, por nuestros nietos, y por el futuro y la integridad de toda la niñez en el mundo.

 

A grandes rasgos el “abuso sexual infantil” se define como la acción de involucrar a la niña, al niño o adolescente, en actividades sexuales que éstos no pueden llegar a comprender por la inmadurez de su proceso evolutivo, o cuando se transgreden las leyes o las restricciones sociales con respecto a éstos. La característica del abuso sexual es no dar ningún tipo de consentimiento por parte de la víctima, en este caso, niña, niño o adolescente a su victimario. Cabe destacar que también se puede dar entre dos niños o menores de edad pero, por su estado -ya sea físico o de la misma edad-, que uno de ellos puede ejercer poder o control sobre el otro.

 

El Bacha Bazi es una práctica que ha formado parte de la tradición afgana durante siglos. Sin embargo, con el tiempo y debido a la pobreza e innumerables tragedias que han penetrado en la sociedad de la región, esta tradición se ha distorsionado en tal grado que actualmente viola de forma directa los derechos infantiles y humanos. Esta práctica se volvió desmedida una vez que las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos invadieron Afganistán. La subcultura distorsionada de la pedofilia afgana, representa hoy en día una de las violaciones de derechos humanos más espantosas del mundo.

 

Los Bacha Bazi o niños danzantes, del persa bacheh (niño) y bazi (jugar, juego), es una expresión usada en ciertas partes de Afganistán y Pakistán. Hace referencia a una práctica en Afganistán que involucra generalmente a niños varones y hombres adultos. Esta práctica se ha convertido en una tradición centenaria e implica “abuso sexual” y “esclavitud” de niños jóvenes en manos de hombres mayores poderosos, con frecuencia Pashtuns, etnia perteneciente a estos países (New Line Institute, 2021).

 

Estos preadolescentes, llamados Bacha Bareesho (niños sin barba), provienen de familias empobrecidas y sirven como animadores para afganos influyentes. Se visten como niñas, se maquillan y bailan para sus amos, quienes luego se los llevan para que participen en una relación sexual. Es así como estos niños mantienen a sus familias.

 

No resulta extraño que estos niños sean con frecuencia apartados de sus padres con la excusa de otorgarles una educación y un futuro prometedor. Cuando llegan a la edad adolescente y una vez que su barba empieza a crecer, su servicio ya no es deseado y son liberados. Aquí es cuando su trágica vida continúa empeorando debido al daño psicológico causado y a la muy difícil reintegración a la sociedad.

 

Como los perpetradores han sido siempre terratenientes empoderados con cargos importantes en el gobierno, el cuerpo policial y los sistemas militares afganos corruptos, esta práctica, que se remonta a varios siglos atrás en la historia del país, ha sido un desafío en lo que respecta a su erradicación. Al ser una costumbre profundamente arraigada, ha sido una parte de su cultura cuyos aspectos arcaicos no se olvidan fácilmente. Encontramos sus antecedentes en distintas culturas a lo largo de Asia Central (Human Rights Blue, 2017).

 

No obstante, esta horrorosa práctica tal como se conoce hoy en día, surgió en el siglo XIX. Como se prohíbe a las mujeres danzar profesionalmente, a estos jóvenes, una vez apartados de sus familias, se les enseña a bailar con vestimentas femeninas, campanillas atadas a los pies y un pañuelo sobre el rostro. Todo lo que obtienen luego de ser usados descaradamente, es comida y dinero (The Diplomat, 2014). Durante el gobierno talibán en los años 90, esta práctica fue prohibida, al no ser considerada como islámica y no estar alineada con la ley sharía. Aquellos que practicaran esta tradición podrían ser castigados con la muerte (Human Rights Bright Blue, 2017).Aunque ciertamente en 2017 el gobierno afgano aprobó una ley que prohíbe y criminaliza esta práctica, lo cierto es que esta no se detiene.

 

En agosto de 2021, cuando los talibanes tomaron el poder, Unicef calculaba que un millón de niños sufrirán desnutrición aguda grave, y que 4.2 millones de niños se encontraban sin escolarizar, entre ellos más de 2.2 millones de niñas. Esta práctica evidentemente pone en peligro la vida y la indemnidad sexual de los niños, especialmente de los que menos recursos poseen, ya que a cambio de realizar y ser un niño BachiBazi, estos obtienen como mencionamos antes, dinero que evidentemente van directo al beneficio de los padres y algún “beneficio” como la comida del día a día; aunque si nos ponemos a pensar, esas pequeñas “recompensas” o pagos después de haber sido minimizado, ultrajado, humillado y cosificado, no son más que la conversión de lágrimas, dolor, traumas y una niñez coartada de derechos humanos a los que cada niño y adolescente, debería tener garantizados en cualquier parte del mundo.

 

“Esta es la sombría realidad a la que se enfrentan los niños afganos y sigue siendo así independientemente de los acontecimientos políticos en curso y de los cambios de gobierno”, dijo Henrietta Fore, directora de Unicef, en un comunicado publicado el 23 de agosto de 2021.

 

Una vez que la práctica se retomó luego de la invasión norteamericana en 2001, los miembros de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos podían escuchar desde sus literas a miembros de la milicia afgana abusar sexualmente de niños en su base. Sin embargo, no tenían permitido tomar acción y se les aconsejó “mirar hacia otro lado porque es su cultura” (The New York Times, 2015).

 

Afganistán,Tailandia y México de
los peores países para ser niño en el mundo…

La situación de los derechos humanos en Afganistán lleva un tiempo cayendo en picada luego del regreso de los talibanes al poder el 15 de agosto de 2021. Las mujeres han sido las víctimas más visibles de este deterioro, con múltiples denuncias en foros internacionales sobre el trato que reciben. Las mujeres se enfrentan al hambre, la violencia doméstica, al desempleo, a las restricciones a la circulación y la vestimenta, y la falta de acceso a la educación en un país en el que se ha interrumpido la escolarización secundaria de 1.2 millones de niñas, dijo Michelle Bachelet en un debate del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.

Sin embargo, este no es el único grupo de la población que está sufriendo. LOS NIÑOS, SIN IMPORTAR SU GÉNERO, sufren de un tipo de violencia específica conocida como Bacha Bazi, una práctica que suma a cientos de preadolescentes en prácticas de explotación sexual.

Al abuso infantil deberíamos considerarlo como uno de los maltratos más severos y atrevernos a llamarlo por su nombre, VIOLACIÓN. La sexualidad adulta invadiendo el mundo infantil, violando su inocencia y destruyendo su futuro, eso es el ABUSO SEXUAL INFANTIL.

A grandes rasgos el “abuso sexual infantil” se define como la acción de involucrar a la niña, al niño o adolescente, en actividades sexuales que éstos no pueden llegar a comprender por la inmadurez de su proceso evolutivo, o cuando se transgreden las leyes o las restricciones sociales con respecto a éstos. La característica del abuso sexual es no dar ningún tipo de consentimiento por parte de la víctima, en este caso, niña, niño o adolescente a su victimario. Cabe destacar que también se puede dar entre dos niños o menores de edad pero, por su estado -ya sea físico o de la misma edad-, que uno de ellos puede ejercer poder o control sobre el otro.

El Bacha Bazi es una práctica que ha formado parte de la tradición afgana durante siglos. Sin embargo, con el tiempo y debido a la pobreza e innumerables tragedias que han penetrado en la sociedad de la región, esta tradición se ha distorsionado en tal grado que actualmente viola de forma directa los derechos infantiles y humanos. Esta práctica se volvió desmedida una vez que las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos invadieron Afganistán. La subcultura distorsionada de la pedofilia afgana, representa hoy en día una de las violaciones de derechos humanos más espantosas del mundo. 

Los Bacha Bazi o niños danzantes, del persa bacheh (niño) y bazi (jugar, juego), es una expresión usada en ciertas partes de Afganistán y Pakistán. Hace referencia a una práctica en Afganistán que involucra generalmente a niños varones y hombres adultos. Esta práctica se ha convertido en una tradición centenaria e implica “abuso sexual” y “esclavitud” de niños jóvenes en manos de hombres mayores poderosos, con frecuencia Pashtuns, etnia perteneciente a estos países (New Line Institute, 2021).

Estos preadolescentes, llamados Bacha Bareesho (niños sin barba), provienen de familias empobrecidas y sirven como animadores para afganos influyentes. Se visten como niñas, se maquillan y bailan para sus amos, quienes luego se los llevan para que participen en una relación sexual. Es así como estos niños mantienen a sus familias.

No resulta extraño que estos niños sean con frecuencia apartados de sus padres con la excusa de otorgarles una educación y un futuro prometedor. Cuando llegan a la edad adolescente y una vez que su barba empieza a crecer, su servicio ya no es deseado y son liberados. Aquí es cuando su trágica vida continúa empeorando debido al daño psicológico causado y a la muy difícil reintegración a la sociedad.

Como los perpetradores han sido siempre terratenientes empoderados con cargos importantes en el gobierno, el cuerpo policial y los sistemas militares afganos corruptos, esta práctica, que se remonta a varios siglos atrás en la historia del país, ha sido un desafío en lo que respecta a su erradicación. Al ser una costumbre profundamente arraigada, ha sido una parte de su cultura cuyos aspectos arcaicos no se olvidan fácilmente. Encontramos sus antecedentes en distintas culturas a lo largo de Asia Central (Human Rights Blue, 2017). 

No obstante, esta horrorosa práctica tal como se conoce hoy en día, surgió en el siglo XIX. Como se prohíbe a las mujeres danzar profesionalmente, a estos jóvenes, una vez apartados de sus familias, se les enseña a bailar con vestimentas femeninas, campanillas atadas a los pies y un pañuelo sobre el rostro. Todo lo que obtienen luego de ser usados descaradamente, es comida y dinero (The Diplomat, 2014). Durante el gobierno talibán en los años 90, esta práctica fue prohibida, al no ser considerada como islámica y no estar alineada con la ley sharía. Aquellos que practicaran esta tradición podrían ser castigados con la muerte (Human Rights Bright Blue, 2017).Aunque ciertamente en 2017 el gobierno afgano aprobó una ley que prohíbe y criminaliza esta práctica, lo cierto es que esta no se detiene.

En agosto de 2021, cuando los talibanes tomaron el poder, Unicef calculaba que un millón de niños sufrirán desnutrición aguda grave, y que 4.2 millones de niños se encontraban sin escolarizar, entre ellos más de 2.2 millones de niñas. Esta práctica evidentemente pone en peligro la vida y la indemnidad sexual de los niños, especialmente de los que menos recursos poseen, ya que a cambio de realizar y ser un niño BachiBazi, estos obtienen como mencionamos antes, dinero que evidentemente van directo al beneficio de los padres y algún “beneficio” como la comida del día a día; aunque si nos ponemos a pensar, esas pequeñas “recompensas” o pagos después de haber sido minimizado, ultrajado, humillado y cosificado, no son más que la conversión de lágrimas, dolor, traumas y una niñez coartada de derechos humanos a los que cada niño y adolescente, debería tener garantizados en cualquier parte del mundo.

“Esta es la sombría realidad a la que se enfrentan los niños afganos y sigue siendo así independientemente de los acontecimientos políticos en curso y de los cambios de gobierno”, dijo Henrietta Fore, directora de Unicef, en un comunicado publicado el 23 de agosto de 2021.

Una vez que la práctica se retomó luego de la invasión norteamericana en 2001, los miembros de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos podían escuchar desde sus literas a miembros de la milicia afgana abusar sexualmente de niños en su base. Sin embargo, no tenían permitido tomar acción y se les aconsejó “mirar hacia otro lado porque es su cultura” (The New York Times, 2015).

Una cultura que da pie a que pedófilos y pederastas tengan a la mano niños y adolescentes a su servicio. Incluyendo por supuesto las creencias erróneas sobre el “Abuso Sexual Infantil”, sobre todo por personas sin información, con creencias sociales, económicas y emocionalmente limitadas, que distorsionan la información haciendo que los que las escuchan se nieguen o se inhiban ante estas situaciones. Entre ellas se encuentra contenido “sexista” o distorsionado, como decir que los abusos sexuales sólo los sufren las mujeres o que quienes cometen abusos sexuales son enfermos psiquiátricos. Deformamos la información y el contexto de la misma, haciendo que el entorno se contamine y posibilita a que las personas o instituciones nieguen lo que está pasando y no se promueva la sensibilización social y las políticas públicas necesarias para llevar a cabo la prevención. Esto por supuesto, hablando de países donde la cultura, la educación y los usos y costumbres, no acepten prácticas en donde los derechos humanos de la  niñez sean vulnerados y dichos eventos sean castigados.

Afganistán, es de los peores países para ser niño en el mundo, al igual que los paraísos de turismo sexual infantil como Tailandia (en donde se pueden ver a menores de edad paseando de la mano de extranjeros y es un acto normalizado), Brasil, Colombia, Camboya, Holanda, Costa Rica, México, Filipinas, República Dominicana y en menor grado Panamá, Cuba, Kenia, Ecuador, Perú, Singapur y Vietnam.

Rogamos porque llegue el día en que la humanidad sepa diferenciar entre el bien y el mal y sea consciente del daño que puede causar a la vida de un niño atentar contra su dignidad humana, física, psicológica y sexual; anhelamos que llegue el día en que todas las niñas, niños y adolescentes del mundo vivan esa etapa con plenitud, en armonía, en un contexto de respeto, libertad y amor. Ayudemos a concientizar a las futuras generaciones a erradicar la violencia hacia la niñez de cualquier índole y a que nuestra cultura evolucione y no retroceda.

Por nuestros hijos, por nuestros nietos, y por el futuro y la integridad de toda la niñez en el mundo.

 

Una cultura que da pie a que pedófilos y pederastas tengan a la mano niños y adolescentes a su servicio. Incluyendo por supuesto las creencias erróneas sobre el “Abuso Sexual Infantil”, sobre todo por personas sin información, con creencias sociales, económicas y emocionalmente limitadas, que distorsionan la información haciendo que los que las escuchan se nieguen o se inhiban ante estas situaciones. Entre ellas se encuentra contenido “sexista” o distorsionado, como decir que los abusos sexuales sólo los sufren las mujeres o que quienes cometen abusos sexuales son enfermos psiquiátricos. Deformamos la información y el contexto de la misma, haciendo que el entorno se contamine y posibilita a que las personas o instituciones nieguen lo que está pasando y no se promueva la sensibilización social y las políticas públicas necesarias para llevar a cabo la prevención. Esto por supuesto, hablando de países donde la cultura, la educación y los usos y costumbres, no acepten prácticas en donde los derechos humanos de la  niñez sean vulnerados y dichos eventos sean castigados.

 

Afganistán, es de los peores países para ser niño en el mundo, al igual que los paraísos de turismo sexual infantil como Tailandia (en donde se pueden ver a menores de edad paseando de la mano de extranjeros y es un acto normalizado), Brasil, Colombia, Camboya, Holanda, Costa Rica, México, Filipinas, República Dominicana y en menor grado Panamá, Cuba, Kenia, Ecuador, Perú, Singapur y Vietnam.

 

Rogamos porque llegue el día en que la humanidad sepa diferenciar entre el bien y el mal y sea consciente del daño que puede causar a la vida de un niño atentar contra su dignidad humana, física, psicológica y sexual; anhelamos que llegue el día en que todas las niñas, niños y adolescentes del mundo vivan esa etapa con plenitud, en armonía, en un contexto de respeto, libertad y amor. Ayudemos a concientizar a las futuras generaciones a erradicar la violencia hacia la niñez de cualquier índole y a que nuestra cultura evolucione y no retroceda.

 

Por nuestros hijos, por nuestros nietos, y por el futuro y la integridad de toda la niñez en el mundo.

MISCELÁNEO

Núm. 298 – Septiembre 2024