LOS PENDIENTES DE TU CUERPO
21 Años
- PSICOLOGÍA
- noviembre 2020
- Amaranta Méndez
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Cuando me enteré que Revista Personae cumple 21 años de existencia, lo primero que pensé fue, ¿y qué voy a escribir? Me puse un poco nerviosa porque no me esperaba esta hermosa noticia. Pensé en varios temas y finalmente me decidí por reflexionar cómo estaba a mis 21 años en mis distintos cuerpos, el físico, el emocional mental y energético. Así que esta vez leerás un texto autobiográfico de los pendientes de mi cuerpo a esa edad.
En mis primeros veintiún años de existencia era una joven extremadamente delgada. Para ser honesta no sabía lo que era el autocuidado, me desvelaba en fiestas y tomando alcohol, llevaba cinco años fumando tabaco. Aparte de desvelarme en la parranda, también lo hacía cuidando de mi madre que estaba a la mitad de la etapa terminal de cáncer de seno. Con estos antecedentes, ¿imagina cómo estaba mi cuerpo emocional? Y el cuerpo energético… Ni sabía que existía.
Diariamente mi cuerpo emocional hacía corto circuito en mi cuerpo físico con cualquier situación, no importa si era un colibrí asomándose por la ventana o era que mi madre se había fracturado el brazo de tan sólo tocarla. Toda yo era un corto circuito constante y permanente. Mi estómago era fuego, era como un globo aerostático inflándose con el fuego. Comía bien, no me puedo quejar, aún así permanecía delgada. Supongo que de tanto desvelo y estrés. En esa época quería llevar una vida diferente, quería agarrar una mochila, llenarla de ropa, salir a la calle, pedir raite y largarme para siempre a la montaña, a la playa, al desierto o a Marte, más estaba atrapada en una situación de la cual no era fácil escapar.
Al poco tiempo mi cuerpo se relajó ante tanto estrés y me embaracé. Mi hijo en mi vientre hizo que esos casi nueve meses de embarazo fueran una verdadera fiesta. Mi piel se puso radiante y rosada. Mis ojos brillaban, mi cabello se puso sedoso y manejable. Comía más, los antojos no se hacían esperar y me sentía verdaderamente bien a pesar de la adversidad.
Hace muchos años leí que a los veintiún el cerebro y el cuerpo alcanzan su grado máximo de madurez y nos hacemos adultos, no recuerdo en dónde lo leí. Y así pasó el tiempo, pasaron otros veintiún años y cumplí cuarenta y dos, ¡una edad iniciática para mí! Para ser honesta, no sé qué tanto habré madurado como decía aquel artículo.
Apenas estaba tomando consciencia de cómo puedo influir en mi cuerpo, y en las memorias de mi cuerpo. Me estaba dando cuenta de que, así como me enfermo cuando como cosas que me hacen daño, cuando hago corajes, cuando tengo situaciones estresantes, cuando no duermo bien, también puedo “ensaludarme” (en lugar de enfermarme) al mejorar mi forma de respirar, cambiar mi percepción ante las situaciones que vivo día a día, mejorar mi alimentación, mis horas de dormir, hacer ejercicio, etc.
Mientras estaba en ese proceso, aplicando todo lo aprendido para estar en salud, gozo y bienestar, me caí dos veces. Me lastimé la zona lumbar y el sacro. Estuve tres meses en cama, muy buen tiempo para acelerar esa toma de consciencia sin distractores, sin pretextos, sin prisas… Después de eso, tuve nueve meses más de vida ralentizada: caminar lento, estar en casa, moverme lento, acudir a infinidad de terapias para salir tanto física como emocionalmente del estancamiento en el que me encontré debido a las caídas.
Esos segundos veintiún años cambiaron el rumbo de muchas situaciones en mi vida, en mi forma de trabajar, de creer en algunas cosas, de relacionarme con las personas, de relacionarme conmigo misma… Ese tiempo me ayudó mucho a pensar en Los Pendientes de Mi Cuerpo. Vinieron a mí uno a uno de todos aquellos pendientes que tenía, porque fui posponiendo mi bienestar, dejé atrás “eso” porque eran más importantes las personas que recurrían a mi para contactar con su cuerpo, con su salud, con sus emociones. ¡Vaya paradoja!
Gracias a esa iniciación en mis cuarenta y dos años hice un contacto más físico y menos idealista con mi cuerpo, más informado y menos ignorante, menos estético y más profundo. Conocí maestros y enseñanzas que no tenía pensados en lo absoluto.
Una vez atravesada por la experiencia de contactar con mi cuerpo, ¡Aquí me tienen!, a mis cuarenta y seis años escribiendo Los Pendientes de Tu Cuerpo en los que recurro a todo lo experimentado, lo aprendido, lo sanado y por sanar, a la intuición y a la razón, al cuerpo y al espíritu. Sé que habrá personas que pronto olvidarán lo que escribí, y otras que resonarán con lo plasmado en estos textos. Desde hace tiempo entendí cómo es que una deja el mensaje en la botella, la suelta y las aguas de la vida lo llevarán a quienes estén en un momento de su vida para recibirlo y algo bueno les dejará. ¡Doy gracias por ello!
Doy gracias a todo el equipo de la Revista Personae, comenzando por su director Ramón Zurita Sahagún por la oportunidad de compartir estos mensajes desde lo más profundo de mi Ser.
Llena de gratitud, felicito de todo corazón este XXI Aniversario de la Revista Personae, en la que es evidente el empeño, la calidad de todas y todos sus colaboradores, la calidez, amabilidad y la mejor intención de transmitir información y belleza.
Curiosa me pregunto, ¿cómo serán estos próximos 21 años de la Revista Personae? ¿Qué iniciaciones tendrá? ¿Qué letras y colores albergará en sus páginas? ¿Qué mensajes llevará impresos en sus hojas? ¿Qué bellezas nos mostrará? ¿Qué información nos compartirá?
Por ahora me quedo con la alegría de estar cerca en estos primeros veintiún años de Revista Personae. Quiero ver cómo sigue madurando, transformándose y dando lo mejor de sí a su público.
Levanto mi copa y brindo por Revista Personae
¡Salud!
Amaranta Medina Méndez