Revista Personae

Un hermoso libro de 144 páginas, titulado en inglés Letters de Virginia Woolf y Lytton Strachey

Hermoso en muchos sentidos (1833, Austria Hungría- + Junio 1924, Austria)

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 (Letters) 600 libros desde que  te conocí:

Virginia Woolf-

Lytton Strachey

 

Los que corren son tiempos borrascosos. Aunque el cambio de milenio no fue algo mágico que echara por tierra lo logrado con gran esfuerzo por la humanidad, tampoco puede decirse “que todo cambia para seguir igual”, como lo manifestó Giuseppe Tomasa de Lampedusa en El gatopardo. En muchos sentidos el mundo cambió al finalizar el siglo XX y comenzar el XXI. La tecnología dio pasos increíbles como no se conocían desde la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo, en el campo de la comunicación entre los seres humanos. La aparentemente inocua forma de hacerlo: en forma escrita sobre papel, al chateo mediante la Internet, cambió la forma de vida del género humano. En esta ocasión, llegado al tiempo de la ancianidad hago remembranza de otros momentos que únicamente eran posibles en la imaginación de los autores de la ciencia ficción que daban rienda suelta a la loca de la casa. Escribir cartas y enviar tarjetas postales era el conducto que empleaba la sociedad para intercambiar ideas y sentimientos.

 

(Letters) 600 libros desde que te conocí: Virginia Woolf- Lytton Strachey

 

Un hermoso libro de 144 páginas, titulado en inglés Letters de Virginia Woolf y Lytton Strachey —hermoso en muchos sentidos, en la bella impresión, en un excelente papel con notas y traducción al español por una editorial mexicana que hizo historia en nuestro país—, me ha servido para pergeñar esta columna. En castellano el volumen se titula 600 libros desde que te conocí. Correspondencia; traducido por Socorro Jiménez, e impreso en Barcelona, España, en julio de 2017.

 

La primera versión de esta correspondencia (1956) fue editada por Leonardo Woolf y James Strachey, quienes suprimieron algunos fragmentos para no herir sensibilidades de personas que aún estaban vivas. En la edición que comento se repusieron los pasajes censurados. Para este trabajo se utilizó la correspondencia completa de Virginia Woolf, editada por Nigel Nicholson y publicada por The Hogart Press), así como la de Lyton Strachey (editada por Paul Levy y publicada por Viking y la edición francesa de estas cartas (preparada por Lionel Leforestier y publicada por Le Promeneur. En conclusión, los editores en español hicieron un trabajo de primera.

 

Está de más decir que la lectura de este extraordinario volumen me cimbró hasta médula. No siempre es así. Mucho antes de que el transporte aéreo y terrestre adquirieran carta de ciudadanía, y que el telégrafo fuera de uso común y corriente, tanto en Europa como en EUA —donde hasta la fecha continúa funcionando pese a todo—, e Hispanoamérica incluyendo México, el género epistolar fue un lazo de unión popular: de las grandes ciudades a los pueblos provincianos e incluso las rancherías. El pueblo —palabra tan poco respetada por la clase política, pero sí explotada por los gobernantes en turno—, escribía cartas, incluso en las plazas había un escribiente que redactaba los sentimientos fraternos o amorosos de aquellos que eran analfabetas pero que igual sentían como cualquier persona. Los estudiantes escribían a sus novias y les contaban sus cuitas y sus sueños. Conservo algunas, y cuando las releo se me estruja el corazón. Cosas de viejos.

 

Los profesionales de la pluma, escritores, periodistas, historiadores, maestros no solo escribían sus cartas, sino sus libros, sus estudios, sus obras literarias. Recopilaban su correspondencia profesional y sus misivas amorosas. Fueran manuscritas, o en máquinas eléctricas. En infinidad de ocasiones, las ideas y sentimientos de los escritores que vieron su primera versión en una carta, luego se convertirían en novelas, cuentos, ensayos; en fin, en tesoros literarios. Ejemplos hay muchos. Así como los diarios también guardaban los pensamientos más profundos de los autores, las cartas les permitían convivir con los amigos y hasta con los enemigos. Lo epistolar tenía su gracia. Ejemplos hay muchos, como la exuberante correspondencia de don Alfonso Reyes, se ha publicado en muchos volúmenes, así como sus diarios; otro tanto ha sucedido con la del Premio Nobel de Literatura, el único mexicano que lo ha recibido hasta el momento, Octavio Paz. No todos tenemos la fortuna de contar con esos volúmenes. Las cartas de esos autores y de muchos otros son el complemento de su magna obra.

 

Por edad, pertenezco a una generación —la de los 40 del siglo pasado—, en la que solíamos los amigos y los familiares —padres y madres, antiguos profesores, novias, o simples conocidos—, en la que nos comunicábamos por medio de cartas; lo epistolar era parte importante de nuestra existencia. Ahora es el chateo, que no acostumbro, por falta de habilidad. Los jóvenes modernos así lo hacen o eso creo.

 

Eran otros tiempos Far away and ago, Allá lejos hace mucho tiempo, como llamó a su libro el inolvidable escritor argentino británico, William Henry Hudson. Por cierto, como lo he dicho en otras ocasiones, este es uno de mis libros preferidos.

 

(Letters) 600 libros desde que te conocí: Virginia Woolf- Lytton Strachey

 

La correspondencia entre Woolf y Strachey recopilada en el volumen citado, comenzó el jueves 22 de noviembre de 1906, y termina con la que escribió la célebre escritora al amigo de su hermano el 10 de diciembre de 1931. Veinticinco años de mantener su correspondencia. Por cierto, es casi seguro que Lytton nunca llegó a leer la última misiva porque ya estaba muy enfermo cuando la recibió. Murió de cáncer de estómago el 21 de enero de 1932. Pero usted querido lector si podrá leer los cuatro párrafos de esa última carta de Virginia a Lytton: “Vengo de soñar contigo”. Es por eso que te escribo. Acabó de despertar de un sueño: yo estaba en un teatro, en el foso, y de pronto tú, que estabas sentado al otro lado de un pasillo, en una de las primeras filas, te girabas y me mirabas, y a ambos nos entraba un ataque de risa. No tengo idea de cuál era la obra, ni de qué nos reíamos, pero los dos éramos muy jóvenes (no porque tú ya tenías tu barba): de la edad en la que solíamos escribirnos con frecuencia. ¿Por qué estos sueños son más vívidos que la vida real? En cualquier caso, mientras persiste la sensación no puedo evitar escribirle a la serpiente barbada, en especial ahora que Clive me cuenta que te marchas a Malasia varios meses y que es probable que no nos veamos hasta que Gordon Square se haya llenado de tulipanes y Waley juegue al tenis con Alix en pantalones de franela blancos”.

 

“Estoy recostada, perezosa y contenta leyendo libro tras libro. ¿Tú qué haces? Lees a Shakespeare, me imagino, y de vez en cuando anotas algo muy esmeradamente, en un cuaderno muy hermoso. Por cierto, el otro día leí Como gustéis, y casi te envió un telegrama para preguntarte por el sentido del personaje de Jacques. ¿Qué hay que entender? Su ultimo parlamento es tan extraño”.

 

“Estas son las novedades que tengo: no veo a nadie, ni a Ottoline, ni a Charlie Chaplin; a nadie salvo a Clive, que viene a verme siempre de prisa entre un almuerzo que acaba a las cinco y una fiesta que comienza a las ocho y media y continúa hasta que los gorriones se levantan en parvadas desde el Embarcadero. Ay, Señor, cómo me gustaría llevar esa vida.”

 

“Bueno, ésta es simplemente una carta surgida de un sueño y no hace falta que la respondas, a menos que puedas decirme de qué nos reíamos. Cuando estés en Londres, con los tulipanes y los pantalones de franela blanca de Waley, por favor ven a ver a tu vieja amiga que te quiere”.

 

Adelina Virginia Woolf (Londres, 1882-Lewes, Sussex, 1941). Woolf encarnó los valores de las primeras vanguardias literarias y, través, de sus escritos, reveló, como nadie, la conciencia femenina. Se ahogó en el río Ouse.

 

Lytton Strachey (Londres, 1880-Ham, Wiltshire, 1931). Fue el innovador del género biográfico a principios del siglo XX. Victorianos eminentes, Retrato en miniatura y, sobre todo, La Reina Victoria. Tuvo una gran popularidad entre sus lectores. VALE. 

CULTURA

Núm. 298 – Septiembre 2024