Revista Personae

POPULISMO, ENFERMEDAD DE LA DEMOCRACIA.

Mussolini y Margherita Sarfatti, reportaje histórico

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En los días que corren, una buena parte de la sociedad mexicana está al borde de las lágrimas. Otros, por el contrario, se hacen cruces porque el periodo presidencial en tránsito llegue a su fin. No hay plazo que no se cumpla. De una u otra manera, el país se enfila, después de esta experiencia populista, por derroteros que nadie puede asegurar, ni los promotores ni los adversarios. El hecho es que la denominada Cuarta Transformación hará que la “patria de todos los mexicanos” se encuentre en el aire, como en un volado que disputan los clásicos vendedores de merengues. Esta coyuntura hace que muchos analistas aseguren que el líder del “humanismo mexicano” cuenta con un “genio político” al que se debe reconocer. Otros, por el contrario, lo denostan. El hecho es que el chabacano político originario de Tepetitán, Macuspana, en menos de un sexenio logró montar un sistema que pretende se mantenga durante varios mandatos más. Al menos eso es lo que asegura cuando dice que se va con la conciencia tranquila después darle la bandera a su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo.

 

Populismo, enfermedad de la democracia. Mussolini y Margherita Sarfatti, reportaje histórico

 

¿Qué dirá la historia dentro de un cuarto de siglo del “mejor presidente de México”? como lo está haciendo con el mandatario priista que permitió que el provinciano Andrés López Obrador pudiera llegar a la Jefatura de Gobierno de la capital del país sin cumplir con los requisitos legales para hacerlo. No es posible adelantar vísperas. Llegado el momento se sabrá. El hecho es que como reflexiona Leonardo Kourchenko, en su columna periodística La Aldea: Adiós, Andrés: “(el tabasqueño) pasará a la historia como el presidente que hizo su voluntad sin cortapisa ni contrapesos en todas las áreas, y cuando la ley —la famosa ley que no es ley— se lo impidió, diseñó las formas y mecanismos para burlarla”.

 

“Ese es su origen, esa es su naturaleza política primigenia, desde Tabasco y los pozos, desde los requisitos violados para ser candidato al entonces Distrito Federal, desde el famoso desafuero por desacato que le perdonaron como tantos otros. Un político que llegó a la cúspide mediante la violación de la ley sin consecuencia alguna”. Se convirtió en un violador profesional de las leyes y como la propaganda del Johnny Walker, tan campante.

 

“De los responsables de todas estas concesiones jurídicas la lista es larga. Zedillo, Fox, Creel, Calderón, Peña, los Chuchos, Pablo Gómez y taños otros, que nunca dimensionaron su verdadera talla, que lo minimizaron y disminuyeron, hoy se alza como el más grande de todos esos por su astucia política, por su maña manipuladora, por su convicción autocrática…”. Hoy el país entero vivirá las consecuencias de tantos perdones, de tantas concesiones, de tantas indolencias…”

 

Ese populismo, como dice Francisco Báez, en su libro Populismo neoliberal, de reciente aparición, es una “enfermedad de la democracia; falta saber si es capaz de matarla”. Esta obra, como muchas otras que se escribirán sobre el fenómeno político lópezobradorista aclararán muchos puntos. Algunas serán exprofeso, otras tangenciales. Por el momento, aprovecho la oportunidad para citar un libro raro del autor argentino Mario Aguinis, titulado La amante del populismo, publicado por Plaza Janés, de Penguin Random House Grupo Editorial de Buenos Aires, Argentina. El personaje central del libro es una periodista e intelectual italiana, hija de una rica familia veneciana de origen judío, Margherita Sarfatti (1880-1961), que escribió una biografía de Benito Mussolini —a más de haber sido su amante por dos décadas—, y que compartió con él momentos decisivos en la fundación y el crecimiento del movimiento fascista, la evidente raíz del populismo, tanto de derecha como de izquierda. La relación de la intelectual italiana con Mussolini y la trayectoria del tabasqueño, al paso del tiempo, la deduce el avezado lector en los párrafos de tan interesante reportaje histórico que redactó Aguinis.

 

Populismo, enfermedad de la democracia. Mussolini y Margherita Sarfatti, reportaje histórico

 

De más está decir que La amante del populismo requirió una exhaustiva investigación para este reportaje fuera de lo común. Trabajo periodístico y a veces novelístico que a partir de labor escrita de Margherita y del conjunto histórico, crítico, ensayo y creación literaria el argentino, nacido en la ciudad de Córdoba, logró una entrevista singular ciento por ciento reveladora, llegando en ocasiones a momentos críticos de carácter sexual no fáciles de narrar en ningún libro. Descarnada, por decir lo menos. En este tipo de entrevistas es fácil perder el punto medio al momento de transcribirlas. Se pierde por lo menos o por lo demás. Pero el argentino tuvo la atingencia de mantener una conversación fluida, amable pero no complaciente. En su decurso ningún aspecto de la vida privada y de la acción pública del personaje que impuso a Italia un régimen totalitario y autocrítico se deja de lado, ningún detalle es eludido.

 

A lo largo del libro se narra los primeros pasos y armas de Mussolini. Desde el famoso nombre. Cuenta Sarfatti que “nació cerca de los Alpes, en la aldea de Dovia en 1883. El paisaje era bello, pero la vida de su familia bordeaba la indigencia. De su padre, Alessandro, aprendió a insultar, pegar y escupir…pronto se adhirió a los principios anarquistas, en especial su odio a Dios y al rey, que predominaba en la aldea. Su padre había bautizado a Benito en honor al mexicano Benito Juárez, que fusiló al emperador Maximiliano, noticia que se celebró sin entenderse su real significado. Pese al fanatismo anticlerical, Alessandro Mussolini consintió que bautizaran a su hijo, para no ser menos que los demás vecinos que iban a la iglesia, se santiguaban e imploraban a la Virgen, siendo al mismo tiempo gente que odiaba a los curas. Fue el inicio de las contradicciones que jalonaron su vida y que hasta hoy caracterizan al populismo”.

 

Margherita Sarfatti habla de la carrera periodística de Mussolini, así como de la militar, su ascenso político, su vínculo con Adolfo Hitler —al que ridiculiza desde sus primeros contactos y su participación en la Segunda Guerra Mundial, pero también de su volcánica intimidad, y los aspectos más oscuros de su personalidad y de sus enfermedades, como la sífilis que pudo superar pese a la deficiente medicina de aquel momento.

 

Narra la entrevistada: “Recuerdo con dolor que participé del nacimiento del fascismo, esa serpiente que ahora nutre los populismos de diferentes colores. Varios factores hacían increíble que yo pudiera seguir semejante ruta: mi opulenta familia veneciana, mi precoz entusiasmo por el arte, la boda con un abogado brillante y mi adhesión a la utopía socialista de entonces. Contribuí a fraguar la estructura y los primeros éxitos del fascismo, aunque no sus hipocresías; tampoco sus torturas, me revolqué en su sopa hasta caer en el abismo. Acepto este reportaje, además, porque me permití deshacer algunos de mis propios enredos. Escribí mucho durante toda la vida, y creo que siempre intenté ser objetiva. Ahora reconozco que la pasión me dominó en exceso”.

 

Aguinis contribuye en algunas preguntas a presentar a Mussolini: “dijo en privado y en público: “El pueblo no tiene no tiene que aprender a pensar; yo pienso por él; lo único que le queda es obedecer”. En eso fue sincero y, en apariencia, objetivo. Constituye la clave de todos los dictadores. Y de los populismos que ahora hay en el mundo”. No sé, pero esto me recuerda a un presidente mexicano. “Las masas no deben saber sino creer”, es otra frase que escribió Mussolini en uno de sus artículos periodísticos.

 

En la página 36 de La amante del populismo, Sarfatti cuenta: “Cuando (Mussolin) era más joven, a los diecinueve años, con su flamante título de maestro, enseñó por poco tiempo en una escuela miserable. Debía hablar con cuarenta niños, algunos verdaderos monstruos. Era un sitio desconocido hasta por Dios. Como magra compensación obtenía vino y hediondas mujeres. Cerca, una cascada proveía sonidos en los que intentaba concentrarse antes de dormir. Una vez, pasada la medianoche, puertas y ventanas se abrieron con estruendo. El viento barrió todos los rincones y apareció un hombre vestido de negro con una lámpara en la mano.

 

“Escucha bien esto, parece una ilusión me dijo. Me contó que ese hombre le sonrió con una extraña mueca. “Te conozco, Mussolini. Serás llamado para hacer grandes cosas. Soy el Diablo y hago esta visita para ofrecerte mi mano. Todas las riquezas del mundo serán tuyas. Lo único que tienes que debes hacer es elegir”. “Yo permanecí paralizado”, continuó Benito; él sabía, en el fondo de su corazón que expresaba la verdad, que obtendría las riquezas del mundo. Entonces el Diablo lo apuró: “¿Qué deseas? Dímelo sin hesitar. ¿Quieres ser rico?” “No —respondí— quiero algo más que el dinero; odio a los ricos y todas sus fortunas”. “Bien —contestó el Diablo—, ahora tiene cinco minutos para elegir. ¿Deseas gloria, amor o poder? Benito me miró con intensidad y continuó:

“Signor Diavolo —contesté—, no puedo responder de inmediato, déjame pensar un poco”. “Entonces, piensa, pero rápido”, le dijo el Diablo. Poco después, con su mirada de fuego, cerró el diálogo: “Mussolini, tu tiempo se acabó”. Entonces grité: ´¡Poder! ¡Necesito poder! El poder trae lo demás´” “Lo tendrás —contestó el Diablo—. Sabía que esa sería tu elección; pero recuerda que a partir de este momento tu alma me pertenece”. “Salió volando, dejándome sumergido en una oscuridad espesa, como el fondo del océano. Mi cuerpo temblaba desde los cabellos hasta las uñas de los pies”.

 

Si el lector es un poco fantasioso, no tendrá dificultad para hacer comparaciones con el histórico personaje que tiene perplejo a todo México. Razón por la cual, “las masas no deben saber, sino creer”. No me vengan con el cuento de que la ley es la ley”. No se arrepentirá el lector que disfrute La amante del populismo. Espero poder cumplir con la próxima entrega a Personae. DM. VALE.

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