HIJOS Y SOLDADOS
La extraordinaria historia de los Ritchie Boys, los judíos que regresaron para luchar contra Hitler por Bruce Henderson
- EXLIBRIS
- marzo 2021
- Bernardo González
COMPARTIR
Los peores temores de la comunidad judía de Alemania cobraron visos de realidad entre la noche del 9 y la madrugada del 10 de noviembre de 1938. Esas tremendas horas pasaron a la posteridad como la Kristallnacht, que en español significa “noche de los cristales rotos”: cuando los nazis saquearon y destruyeron sinagogas, casas y tiendas de los judíos alemanes. Alrededor de cien judíos fueron asesinados en esa ocasión, y más de treinta mil fueron arrestados y enviados a campos de concentración en los que, en cuestión de días, centenares de ellos perderían la vida. La Kristallnacht, fue la confirmación definitiva de que Adolf Hitler había dispuesto que en Alemania ya no había lugar seguro para ellos. El régimen nazi definió al judaísmo como una raza, no como una religión, y privó a sus fieles de sus derechos más básicos. De tal suerte, se enfrentaron a la cruda realidad de que ni ellos ni sus hijos tenían futuro en el país del nazismo.
Cuando Alemania entró en guerra con Estados Unidos de América en 1941, Hitler y sus compinches en su locura por crear una nación “exclusivamente aria” y resolver de forma definitiva lo que Hitler llamaba el “problema judío”, habían sustituido la política de emigración forzosa por un proyecto de aniquilación masiva tanto de los judíos que aún se encontraban en el país como de los millones que estaban atrapados en los territorios ocupados por el Tercer Reich. Esa locura es la peor mácula que ha marcado al pueblo alemán en su historia: pretender borrar de la faz de la Tierra a los judíos y a otros grupos sociales que los nazis consideraron indignos.
Los dos párrafos anteriores pueden servir como prolegómeno de una historia muy poco conocida, relacionada directamente con el drama que desembocó en la Segunda Guerra Mundial conocido como el Holocausto o la Shoá, (que en hebreo significa “catástrofe”), el asesinato sistemático de los judíos de Europa (y no solamente de Alemania), implementado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
El título original del libro en cuestión —de Bruce Henderson, autor o coautor de veinte libros de no ficción— en inglés: Sons and Soldiers. The Untold Story of the Jews Who Escaped the Nazis and Returned with U.S. Army to Fight Hitler, ha sido traducido al español, por Luis Noriega, como HIJOS Y SOLDADOS. La extraordinaria historia de los Ritchie Boys, los judíos que regresaron para luchar contra Hitler. Editorial Planeta-Crítica, Ciudad de México, 2020. 430 pp. $349.00. De nada.
Henderson, periodista y escritor reconocido tanto en EUA como en Europa, ha sido profesor de escritura e investigación en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Southern California y en la Universidad de Stanford; periodista de investigación, ha publicado en revistas como Esquire, Playboy, Reader´s Digest y otras publicaciones. Hijos y soldados, es posiblemente su obra de mayor trascendencia calificada por el Jewish Book Council de “lectura obligada. Conmovedor. Henderson es un narrador maravilloso que nos ofrece un capítulo de la Segunda Guerra Mundial jamás contado antes”.
Entre los miles y miles de libros escritos sobre el Holocausto, Hijos y soldados es la historia de los Ritchie Boys, un grupo de unos dos mil jóvenes judío alemanes que buscaron refugio en Estados Unidos de América al huir de la persecución nazi, a los que el U. S. Army adiestró en las tareas de interrogación de prisioneros de guerra y de recopilación de información. Divididos en pequeños grupos de élite se incorporaron a todas las unidades de combate estadounidenses: tomaron parte en el desembarco de Normandía, avanzaron con el general George Smith Patton Jr., en la invasión de Sicilia, en África y sobre todo en el escenario bélico de Europa, particularmente en Francia, participando en la batalla de las Ardenas y descubrieron en el campo de exterminio de Buchenwald todo el horror del Holocausto.
Bruce Henderson hurgó, en los recuerdos personales de los supervivientes, para seguir la historia de un grupo de estos hombres, desde que escaparon de la Alemania hitleriana a lo largo de toda la guerra y en sus intentos por descubrir la suerte que habían corrido sus familiares que tuvieron que permanecer bajo el horror de los nazis.
Henderson presenta su trabajo sin recovecos, con realismo: “Abandonar el país significaba dejar atrás parientes y amigos, un hogar ancestral y los ahorros de toda una vida, sin tener garantía alguna de que sería posible superar la barrera que suponían las restrictivas cuotas de inmigración que existían en EUA y otras naciones, las cuales dificultaban el ingreso de más inmigrantes en sus territorios”.
“Con frecuencia —continúa Henderson—, salir de Alemania se revelaba imposible para la familia completa, y muchas tuvieron que afrontar la atroz decisión de separarse, acaso para siempre, cuando los padres descubrían que únicamente podían poner a salvo un hijo, menor de dieciséis años, a través de los esfuerzos de las organizaciones de ayuda judías en Norteamérica y el Reino Unido. Decidir quién se marchaba y quién se quedaba fue a menudo elegir entre la vida y la muerte. Muchos padres eligieron enviar lejos al mayor de los hijos varones con el fin de que pudieran perpetrar el apellido. Por toda Alemania tuvieron lugar desgarradoras despedidas… Esos niños judíos de origen alemán que llegaron a EUA en la década de 1930 sin padres ni hermanos, tuvieron que adaptarse solos a la vida en un nuevo país. Ubicados en hogares de parientes lejanos o familias de acogida, se matricularon en escuelas públicas y se sumergieron en un idioma, una cultura y un mundo que les resultaban desconocidos. No obstante, con la ayuda de profesores dedicados y nuevos amigos, se americanizaron… pese a conservar acentos que delataban su origen”.
“Para cuando EUA entró en la guerra, los amados hijos enviados a América por familias desesperadas se habían convertido en jóvenes fuertes y robustos, encantados con la democracia y la libertad de la nación que los había acogido y, asimismo, ansiosos por regresar a Europa con el ejército estadounidense para luchar contra Hitler… En el Pentágono, los encargados de trazar los planes para la guerra pronto se percataron que esos judíos alemanes que ya portaban el uniforme de las fuerzas estadounidenses conocían muy bien el lenguaje, la cultura y la psicología del enemigo y, además, tenían la mejor motivación para derrotar a Hitler. A mediados de 1942, el Ejército comenzó a moldearlos para formar con ellos una fuerza secreta y decisiva que contribuyera a ganar la guerra en Europa. Durante los siguientes tres años, se celebraron treinta y un cursos de ocho semanas en Camp Ritchie, Maryland, que consistían en intensas jornadas tanto de trabajo en el aula como de adiestramiento en el campo”, abunda Henderson.
En fin, cuenta Henderson, “el grupo más grande formado allí lo componían 1,985 judíos nacidos en Alemania, a los que adiestraron para interrogar a los prisioneros de guerra alemanes. Tras obtener la ciudadanía estadounidense por la vía rápida, estos soldados fueron enviados al extranjero con todas las unidades que luchaban contra los alemanes en primera línea. Los “chicos de Camp Ritchie”, como serían conocidos, no tenían idea de lo que se iban a encontrar tras su regreso a Europa. Muchos no sabían ni siquiera qué había pasado con las familias que los habían enviado a Estados Unidos para ponerlos a salvo”.
HIJOS Y SOLDADOS
Narra la historia de un grupo de egresado de Camp Ritchie desde su infancia en Alemania hasta su escape a la tierra del Tío Sam. Así como su retorno del exilio a Europa como soldados de la Unión Americana para combatir en una guerra que para ellos representaba una cuestión absolutamente personal. Saltaron en paracaídas junto con las fuerzas aerotransportadas el Día D, desembarcaron en la playa de Omaha, atravesaron la Francia ocupada junto a los históricos tanques del general Patton y lucharon en la Ardenas, la última y desesperada apuesta de Hitler para ganar la guerra. Luego pisaron la tierra de su país de origen con los ejércitos aliados y formaron parte de las fuerzas que entraron en los campos de exterminio nazis, donde vieron, horrorizados, los brutales crímenes del Holocausto. Cuando terminó por fin la lucha armada, llegó la hora de que estos judíos buscaran a sus familias que no pudieron escapar en busca de la libertad.
En el curso de la confrontación, los equipos formados por estos soldados judíos alemanes interrogaron a decenas de miles de militares del Tercer Reich recién capturados. Un informe secreto elaborado por el ejército de EUA al terminar la Segunda Guerra Mundial demostró que casi el 60% de la información de inteligencia fiable reunida en Europa fue posible gracias a los equipos adiestrados en Camp Ritchie. No obstante, no hay publicaciones acerca de sus operaciones y tampoco se ha divulgado la lista completa de los que formaron parte de ese grupo. Su caso representa una de las últimas grandes historias no contadas de la Segunda Guerra Mundial. VALE.