MARLÓ ZATTINA
Inspirada en sus raíces
- ARTE
- septiembre 2021
- Rosaura Cervantes
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Los Rehiletes de Marló Zattina
La historia que hoy, parte de un rehilete y con el apapacho de la familia, en especial, el de su abuela materna…
La maestra Marló inicia en el arte con la pintura, aunque al final, la escultura ganó terreno: “Para mí es muy importante que haya un contacto más que estético, emocional, porque a veces vemos las piezas y decimos: “¡Wow! ¡Qué maravilla! ¡Qué técnica! Logró mucha realidad en la pieza”, pero dejamos de lado las emociones y los sentimientos. Para mí, si vemos así una pieza se pierde el sentido del arte, que es totalmente sentimental y emocional más allá de la técnica”.
“Yo crecí con mi abuela, y crecer con las abuelas es una cosa maravillosa. ¡Ay! Hace un par semanas fui al hospital a revisar a un paciente, en los jardines vi una señora que le decía a su nieto, que viera el árbol, que lo abrazara, le hablara, y volví a confirmar que es muy enriquecedor crecer con las abuelas, que te pongan en contacto con tus emociones, sentimientos, y sensaciones. Mi abuela tenía la costumbre de tener café de olla, el olor de la canela son de las cosas que traigo a mi memoria cuando pinto. Los pigmentos que utilizo yo los hago, me gustan mucho porque dejan un color distinto al del tubo, que está elaborado de acuerdo con ciertos porcentajes. Yo muelo incluso las cáscaras de huevo en el mortero, la canela, el café, etc. para obtener pigmentos,hay algunos colores que sí compro y yo ya los mezclo con aceites naturales de acuerdo con las proporciones que necesito. Es algo que disfruto mucho y que vi con mi abuela cuando preparaba el atole de masa, sintiendo la masa en las manos, es una sensación muy agradable, y ahora yo trabajo con barro, cera, y texturas muy nobles, que se pueden moldear de manera muy práctica. Creo que fue ahí en la cocina de mi abuela la conexión que hice con todos estos elementos: los pigmentos, los olores, las texturas…”
“Comencé a pintar porque mi padre –Julio Zattina– era pintor y me gustaba mucho ir a los museos con él. Más grande empecé a experimentar y a tomar clases para definir qué quería, aunque sí tenía algo muy claro, y era que no quería tener el mismo estilo que mi padre. Él pintaba en encausto, en acuarela y a mí me gustó más el óleo, tarda más en secar, pero es muy noble, puedes difuminar de manera muy práctica, puedes hacer textura, te da la opción de unos acabados maravillosos.
Recuerda: “Cuando empecé, mi padre me sugirió los bodegones, pero lo que venía a mí mente, eran los recuerdos de la niñez… Cuando hacía travesuras, tendría como 5-6 años,me castigaban y me sentaban en una sillita y me decían: “Tiene que pensar qué hizo. Se va a disculpar y no va a abrir la llave del agua, o no va a jugar con la arena”. Mi abuela Juana, iba y me dejaba un rehilete para que me distrajera y no estuviera tan triste, descubrí que al girar el rehilete se formaban más colores, y ya no me la pasaba tan mal”.
“Para mí, recordar la niñez es un contacto conmigo, con la esencia, porque cuando vamos creciendo se va perdiendo, nos vamos volviendo muy adultos y vamos olvidando la curiosidad, a veces, nos dicen quienes somos a través de nuestros padres y familiares, y nos volvemos lo que ellos son y no lo que nosotros vamos construyendo. A través del arterecuerdo esa esencia de lo que yo soy, de lo que a mí me gusta, y de esta manera fui creando pintura, y en una etapa más madura, la escultura, en la que trato más el tema de la identidad y la memoria, porque creo que es fundamental saber quiénes somos, y de dónde venimos, para comprendernos y construirnos una nueva y mejorada historia como seres humanos”.
Me llama la atención que elabores tus propios pigmentos: “Yo empecé a pintar con los tubos que venden en las tiendas, pero tuve una muy buena maestra de óleo, y ella me enseñaba a hacer mezclas interesantes de colores, descubrí que el azul se puede hacer cálido y el rojo se puede hacer frío, y esto se combinó con mi inquietud en recrear la mezcla de colores que veía en el rehilete. Así empecé a experimentar con vino tinto y café, y al café le fui agregando canela, o cúrcuma que tiene muchísimo pigmento también. Yo tengo la especialidad de Químico-biológicas, la requería para mi carrera de Optometría, con este conocimiento comencé a mezclar alimentos pulverizados, plantas, hiervas (Té verde, té de manzanilla), así como flores, con aceites, buscando la estabilidad de los pigmentos con la idea de encontrar un pigmento que no causara daño, como ocurre en algunos casos como el amarillo de Nápoles que si se llega a ingerir es muy tóxico. Seguí mezclando barros, y tierras con huevo para darles textura oleosa, y así fui logrando diferentes pigmentos. Hay otros que compro como el verde viridian, dorado, o plateado, porque sería muy tóxico producirlos”.
Al principio, cuando te referiste a los castigos, mencionaste que no te dejaban jugar con arena: ¡Sí! De hecho, he llegado a utilizarla, al igual que el tezontle –me gusta mucho cómo se escucha al triturarlo–, lo mezclo con grasas y hago óleos, resulta un pigmento rojo óxido maravilloso y lo voy mezclando si es que lo requiero más amarillo, o más naranja. Con tierras también lo he integrado.
Te das cuenta, que todo con lo que no te dejaron jugar de niña, ahora lo aplicas en tu etapa adulta de manera consciente y responsable. Risas. “Mucho viene de mi memoria de niña… Ya ves cuando los ladrillos son muy viejos, queda en medio el polvito, yo lo probaba, se preocupaban y me decían: “¡Te puede hacer daño!”. Me encantaba el olor, así que también le echaba agua y qué rico olía… Ahora lo mezclo para hacer acuarela. En conclusión, se pueden hacer muchos pigmentos con cosas naturales para cuidar la salud y el medio ambiente”.
Después de la parte visual, ¿Qué te hace llegar a la escultura? “¡Tocar y Sentir! Estudié Historia del Arte, y trabajé como guía en el Museo de San Ildefonso, durante10 años. Notaba que los visitantes querían tocar las piezas, y yo me identificaba con ellos, porque también me daba curiosidad tocar algunas. Hubo exposiciones en las que sí era posible tocar, porque se relacionaban con los sentidos, yo lo disfrutaba mucho. Lo que me genera mayores sensaciones es tocar, y la escultura en bronce que hago tiene la posibilidad de tocarse, tanto con la mirada como con las manos, sin dañarse, además la puedes tener en el balcón de tu casa, en la terraza, o en el jardín, no sólo en interiores, y así es posible sacarla del cubo blanco”.
Es así que cita algunos ejemplos de los encargos que le han hecho, que comprenden: rostros, manos de parejas con el anillo de compromiso, patitas de perros, animales, figuras humanas: “Implica trabajar con emociones, sentimientos, tocar a las personas, y a los animales. Si me piden hacer la escultura del rostro tengo que tocarlos, en ese proceso se da mucho la conversación del por qué quieren ese rostro en bronce, y mucho de esas conversaciones tiene que ver con la niñez, sobre quién soy, la identidad, o personas que no conocieron a su papá o a su mamá… Van buscando identidad, acuden a la memoria y es el tema que yo trabajo: memoria e identidad. Si me piden un retrato, muchas veces me mandan una fotografía, en cambio al encargarme una escultura, implica palpar física y emocionalmente, porque surge una comunicación tanto verbal como emocional y sentimental”.
Momentos emotivos
Marló nos comparte que hace un tiempo se metieron a hurtar en su espacio: “Fue un evento muy fuerte, tuve insomnio de manera paralela al transcurso que implicó hacer la denuncia, duró mucho tiempo, pero para mí fue un compromiso social llegar hasta el final. Hice una exposición alusiva al tema y la primera pintura que realicé, fue una mujer con un hiyab de color morado, éste como símbolo de transmutación, (un hiyab es un velo usado en el código de vestimenta femenina islámica), en mi pintura sólo se veían los ojos llorando entre el velo. Me tardé mucho tiempo en terminar esa pintura, lloraba junto con la pieza, la volteaba, la escondía, porque no quería ver mi dolor y tristeza, me generó cuestionamientos de identidad, que se convirtieron en un proceso para volver a encontrarme, recordarme quien soy, y reconstruirme”.
“Esa exposición iniciaba con la pieza de la mujer con el hiyab, y terminaba con “Mujer triángulo”, que consiste en una figura humana compuesta por triángulos, y a diferencia de la primera, es muy colorida, y quienes la vieron en exposición señalan que ven una mujer digna, con alta estima y alegre. Considero que percibieron emociones positivas porque yo ya había superado esa situación cuando la pinté. Casualmente las dos fueron de las primeras que se vendieron.“La mujer triángulo” la compró una abogada de derechos humanos, para mí fue muy significativo; y la del hiyab, la compró un señor que me comentó haber vivido mucho machismo en su juventud. Mencionó que en aquel momento pensaba que él como hombre tenía que cumplir con ese rol de macho aunque no le gustara, porque si no lo hacía, era juzgado socialmente, me dijo que al ver mi pintura y le recordó el sufrimiento que ha causado en muchas personas esa forma de pensar que debemos erradicar”.
¿Cómo has elegido tus temas para tus exposiciones, para tus piezas?
“Han sido momentos importantes de la vida, que considero valioso reflexionar, y que muchas veces encuentro asociados a la infancia. No sé si te ha pasado que dices: tengo ganas de esos dulces que comía cuando era niña, que ya no hay. ¿Dónde los conseguiré? O recuerdas un libro cuando eras niña, vas, lo buscas, y ya no lo hay o no en la presentación que lo tenías. Considero que hay algún motivo importante por el que se remueven esos recuerdos, y que nos van a arrojar un para qué, más que un porqué. Cuando siento eso, ¡Este es el momento! Y empiezo a trabajar la pieza con el tema de lo que reflexiono de ese recuerdo”.
¿Qué te ha aportado la pandemia?
“El año pasado, con la situación del confinamiento hice dos manos en bronce. Mi perrita estaba por terminar su ciclo de vida, un año antes comencé a darle las gracias y a despedirme. Mi perrita fue un gran apoyo para mí, nos encontramos en un momento importante en el que yo necesitaba aprender muchas cosas y las aprendí de ella, así hice “Acompáñame”, una escultura en bronce, de su patita sobre mi mano y flores alrededor”
“’Huellas estelares’ fue la otra, una mano de la cual salen estrellas. Noté que, al quedarnos en casa por la pandemia, conviviendo más tiempo con familiares, cambiando drásticamente la rutina, encontrarnos con nosotros mismos fue complicado. De niña me llamaban mucho la atención las estrellas, son tan pequeñas a nuestra vista, pero tan brillantes… Todos los seres humanos tenemos un brillo como las estrellas, que es un brillo único, porque no todas las estrellas brillan igual, tanto podemos transmitirla, como encontrar la de los demás, La escultura es una reflexión acerca de enfocarse más en el brillo como una oportunidad de conocimiento y aprendizaje, que, a la oscuridad de una circunstancia, para dejar un legado mejorado”.
Para despedirnos, ¿Qué planes tienes?
“En diciembre un Open Studio en línea. Disfruto hacerlo en el estudio porque hay más cercanía, a veces en la galería no es posible atender a todos, en el estudio es más íntimo. La versión en línea será más divertida y aún más íntima porque platicaremos del título de las esculturas, muchas veces me baso en la cultura japonesa y no siempre hay oportunidad de comentarlos, platicaremos sobre lo que me inspiró hacerlas, y compartiré algunos procesos creativos mediante vídeos e imágenes de la fundición y elaboración de mi trabajo. También estoy dando clases de escultura y de historia del arte oriental. Estoy trabajando en varias esculturas que me han encargado, y que muchos coinciden con mi tema de trabajo que es la relación entre la memoria y la identidad. Cuando compran una obra de mi autoría, un porcentaje lo dono a instituciones de escasos recursos de niños, ancianos y perritos”.
FB Marló Zattina Escultora
IG marlozattinaescultora