Revista Personae

PRESENCIAS Y AUSENCIAS

El codiciado Premio Nobel de Literatura

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Mario Vargas Llosa, el discutido y admirado escritor de origen peruano (el hombre de las tres nacionalidades: la de su país natal, la española, que le concedió el Reino de España en 1993, y la de República Dominicana, en 2010), moderno cosmopolita que nació en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936, al recibir la segunda y la tercera se mostró humilde: «Voy a tratar de estar a la altura» declaró cuando se enteró de la decisión ibera, y «Haré todo lo que pueda para no defraudarlos» al agradecer a los dominicanos que lo hermanaran con su admirado Pedro Henríquez Ureña, el dominicano al que los mexicanos tenemos tanto que agradecer. Al recibir el Premio Nobel de Literatura, en 2010 –Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, es el décimo primer iberoamericano en recibir el preciado galardón, hace una década–, un periodista preguntó al autor de La guerra del fin del mundo (la inolvidable saga de Canudos) qué significaba recibir el Nobel de Literatura, a lo que el galardonado contestó: «El Nobel te cambia totalmente la vida». Nada más, nada menos.

 

Louise Glück

 

Y vaya que se las cambia. Acaba de sucederle el jueves 8 de octubre a la poetisa estadounidense Louise Glück –al convertirse en la decimosexta mujer distinguida con el Premio Nobel de Literatura–, que no figuraba en ninguna lista de escritores que supuestamente podrían hacerse del galardón, amén que ella misma es de carácter introvertido, manteniéndose alejada de todos los reflectores a pesar de que ya ha recibido distinciones importantes como el Premio Pulitzer en 1993, y el Premio Nacional del Libro en Estados Unidos de América (EUA), en 2014.

 

Louise Glück difícilmente olvidará ese día que comenzó con tan buenas nuevas. En su casa de Cambridge, Massachusetts, recibió la llamada telefónica de la Academia Sueca. Desde ese momento, el teléfono casero no dejó de sonar, y la afortunada escritora empezó a sentir el tremendo peso de la fama, que ya no la abandonará hasta que muera. Por lo menos eso declaró a la agencia de noticias sueca al tratar de expresar sus sentimientos sobre el premio tan disputado en poco más de cien años. «No me importa contestar las preguntas que me hacen, pero de verdad necesito un café ahora mismo y algo más. Denme dos minutos». A veces una taza de café, calientito, hace la diferencia entre ser uno más del común o un famoso personaje. Por mera referencia, sin segundas intenciones, mi vida cotidiana comienza con un buen café que yo preparo. Solo una loca me serviría un café a la hora que suelo iniciar el día, cuando todavía es de noche. 

 

¿Qué significa para Louise Glück el Nobel de Literatura? He ahí el dilema. En los primeros instantes del afortunado día, contestaba con humor: «Ni idea», más tarde ironizaba sobre el asunto: cuántas envidias suscitaría entre los escritores conocidos, amigos o simplemente lectores. «Mi primer pensamiento fue que me iba a quedar sin amigos, porque la mayoría son escritores. Pero luego pensé que eso no sucedería. Realmente no sé lo que significa (ganar) el Nobel; es un gran honor». Quizás no había leído las palabras de Vargas Llosa. Lo cierto es que la vida de Glück ya no será la misma de ahora en adelante.

 

Y, en cuanto hizo cálculos pragmáticos, sobre la recompensa económica que conlleva el galardón, la profesora de inglés en la Universidad de Yale, New Haven. Connecticut, originaria (1943) de Nueva York, aterrizó y dijo: «En términos prácticos, quiero comprar otra casa en Vermont; tengo una en Cambridge, y bueno, ya puedo hacerlo. Pero sobre todo estoy preocupada por mantener mi vida privada junto a las personas que quiero. El teléfono no ha dejado de sonar todo el tiempo».

 

Louise Glück

 

El propósito de esta EX LIBRIS no es hacer una apología de los escritos de Louise. Mentiría si dijera que conocía alguno de sus doce volúmenes de poesía, o alguno de sus ensayos sobre su tema favorito: la poesía. Una revista especializada, como Crítica, incluyó uno de los poemas de su libro The First Four Books of Poems, Editorial HarperCollins, 1995. El poema, El fuego, fue traducido por Jorge Esquinca. Varios versos me llamaron mucho la atención: «Si hubieras muerto cuando estábamos juntos/ no hubiera querido nada de ti./ Ahora te pienso como si hubieras muerto, es mejor.//…Durante el día nos contentamos/ como antes,/ con la hierba alta,/ con las verdes puertas de madera y las sombras.// Y tú nunca dices/ «déjame»/ a los muertos no les gusta estar solos.//

 

Los tiempos que corren son tiempos de muerte. En algunos casos, la parca nos llegó muy cerca, con familiares, con amigos, con conocidos. El 2020 será inolvidable para los que posiblemente sobrevivamos. La pandemia del Covid-19 se recordará durante mucho tiempo.

 

Ya la Academia Sueca y su jurado se encargó de «explicar» porqué decidió entregar el Nobel a la poetisa estadounidense: «(Su obra) se caracteriza por la búsqueda de claridad. La infancia y la vida familiar, la estrecha relación con padres y hermanos es una temática que ha seguido central para ella». No siempre los suecos son tan claros en sus dictámenes. La mayoría de las veces es indescifrable. Con esto me quedo y creo su decisión es válida. Además, por lo que sé, en español solo una editorial de Valencia, España, Pre-Textos, es la que ha publicado algunos volúmenes de la poesía de Glück. Ninguno ha sido de gran venta, 200 libros por cada una de las ediciones. Negocio, negocio, lo que se llama negocio, no creo que haya sido. En México no es fácil encontrar sus libros. Y únicamente los especialistas en poesía de la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y los lectores de la edición digital del Periódico de Poesía, son los que disfrutan el trabajo poético de la nueva Premio Nobel de Literatura.

 

Louise Glück

 

En fin, en una entrevista que concedió hace casi dos lustros, Louise Glück manifestó: «los reconocimientos mundiales hacen que la existencia en el mundo sea más fácil», pero que su verdadera meta como artista no era alcanzable en vida. Al parecer, en ningún momento creía que la suerte –o la excelencia de su labor poética–, le granjearía el codiciado Nobel de Literatura. Como sea, en la citada entrevista también dijo: «Quiero vivir después de que muera… y no hay manera de saber si eso ocurrirá, ni habrá forma de saberlo, no importa cuántos listones azules peguen a mi cadáver». Demasiado realista para alguien que disfruta escribiendo poesía.

 

De tal suerte, el resto de esta colaboración la dedico a recordar nombres de escritores y sus circunstancias, por las que no recibieron el Nobel aunque tenían todos los méritos para hacerlo. Así como mencionar a varios que tuvieron la suerte de ser elegidos, pero que rápidamente fueron olvidados como si sus libros nunca hubieran sido publicados. Todo galardón implica ganadores y perdedores. Los primeros se consideran los mejores en su terreno, así como perdedores que jamás son reconocidos, a la buena o a la mala. El Premio Nobel, en sus distintos campos, obviamente el de Literatura no es ninguna excepción.

 

Ninguna criatura humana es perfecta. El Nobel de Literatura no tenía por qué serlo. Casi no es sorpresa saber que a lo largo de su historia –más de cien años–, la Academia Sueca ha cometido errores, y muchos aciertos. Muchos seres humanos dedicados a la pluma, que reunían los requisitos dispuestos en el testamento de Alfred Bernhard Nobel  (1833-1896) para recibir el galardón literario y los otros, es decir que contaban con un bagaje literario basto con una destacada influencia entre los escritores de su misma lengua (y las de muchas partes del mundo), así como haber pergeñado una obra coherente, cuyo conjunto reúna sus intereses temáticos, su línea estilística general y sus preocupaciones respecto a su época, no fueron laureados por la Academia Sueca.

 

Por fortuna para la Humanidad, son muchos los nombres de esos personajes desdeñados. Mujeres y hombres. Reduciremos la lista a veinte, que, debo aclarar, es mí «lista», y si por las razones que sean a los lectores no les place, como dijo otro «genial olvidado», Groucho Marx, «tengo otras».

 

Los citaré por su año de muerte. Una condición insalvable para recibir el Nobel de Literatura, es que el personaje en cuestión esté vivo el año correspondiente. El galardón empezó a entregarse desde 1901.

 

El francés Émile Zola (1804-1902); el noruego Henrik Ibsen (1828-1906); el ruso León Tolstoi (1828-1910); el estadounidense Mark Twain (1835-1910); de la misma nacionalidad, Henry James (1843-1916); el ruso, Antón Chejov (1860-1904); el francés Marcel Proust (1871-1922); el irlandés James Joyce (1882-1941); el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986); la británica Virginia Woolf (1882-1941); el portugués Fernando Pessoa (1888-1935); el ruso Vladimir Nabokov (1899-1977); el británico George Orwell (1903-1950); el argentino Bioy Casares (1914-1999); el mexicano Juan Rulfo (1917-1986); el estadounidense Philip Roth (1933-2018); de la misma nacionalidad, Thomas Pynchon (1937- aún vive); el mexicano Alfonso Reyes (1889-1959).

 

Dos autores han declinado el premio, el ruso Boris Pasternak, en 1958, que fue obligado por el Kremlin a rechazarlo. Escribió el Doctor Zhivago, que serviría para rodar el filme del mismo nombre, cuyos protagonistas fueron el egipcio Omar Sharif (1932-2015) y la hermosísima británica, Julie Christie (1940), que vive retirada de la actuación. Algo inolvidable de esa película es la música, especialmente el tema de Lara.

 

Jean Paul Sartre, el famoso intelectual francés hizo lo propio en el año 1964, aduciendo su libertad de pensamiento. Pero, corre la versión de que solicitó la entrega del premio en metálico, algo que jamás ocurrió.

 

Hay muchas otras historias alrededor del Premio Nobel de Literatura que en otra ocasión contaremos. Mientras tanto, qué bueno que el fondo del Premio Nobel lo manejan los suecos. Este año los recipiendarios recibirán una cantidad mayor de la acostumbrada. Por eso tan Nobel institución ha sobrevivido. ¿Se imagina usted, querido lector, qué sucedería si cayera en manos de la 4T? Ni Dios lo quiera. VALE. 

 

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