Revista Personae

AGLOMERACIONES, EMPUJONES Y APACHURRONES

¿Riesgosos?

COMPARTIR

Facebook
Twitter

Hace ya varios años, en viaje de trabajo por la ciudad de Tokio, me tocó subirme al metro. En un país con una cultura muy ordenada pero diferente, y con un idioma extraño, al ver llegar al tren lleno y el andén con mucha gente, supuse que tendría que esperar al siguiente. Mi sorpresa fue, que una vez que salieron ordenadamente los de adentro, la gente empezó a moverse, yo de plano creía que no cabríamos. Unos señores uniformados, con guantes blancos, nos empezaron a empujar hacia adentro, todo el tiempo disculpándose, y de repente ya estaba dentro del vagón. Al llegar a la siguiente estación, igual de llena que en donde abordé, me dije, imposible que suban. En unas cuantas estaciones más, ya estaba yo a la mitad del vagón, con la cara de la otra persona de Japón a unos centímetros de la mía. No podía ni sacar el brazo, parecía una gelatina humana, pues nos movíamos al vaivén del tren. No había intimidad, ni espacio, vi que todos, simplemente cerraban los ojos, yo no lo hacía, pues buscaba el nombre de la estación a la que iba. La siguiente angustia fue, ¿Cómo llegar a la puerta? Me di cuenta de que la gente al llegar a las estaciones decía “sumimasen” y todos se apachurraban un poco más para dejarlos pasar. Soy un poco claustrofóbico, pero sobreviví.

 

Aglomeraciones, empujones y apachurrones

 

En un país como Japón, fue una experiencia memorable. En otros lugares este tipo de situaciones son fenómenos socio organizativos que se pueden convertir en un desastre. Hasta el ir a un partido de futbol, puede terminar perdiendo nuestro equipo y uno la vida, como fue el caso el 15 de abril de 1989 en el Reino Unido. Ese día se jugaba la semifinal entre Liverpool y Nottingham, en el estadio Hillsborough en Sheffield. En las gradas del lado Oeste, la zona de Liverpool, en donde 7 torniquetes regulaban la entrada de los aficionados, habían limitado el rápido acceso, y faltando 15 minutos para las 3 pm, hora del inicio, aún había 5,531 aficionados afuera. No queriendo iniciar tarde, las autoridades abrieron otras puertas, por donde rápidamente los simpatizantes sobrepoblaron las gradas centrales, presionando a los aficionados contra la reja que estaban hasta abajo. Noventa y seis personas murieron aplastadas.

 

Aglomeraciones, empujones y apachurrones

 

En ocasiones la Fe se convierte en desastre. El 24 de septiembre de 2015, en la Mina en la Meca, durante la peregrinación anual de Hajj, dos grupos muy numerosos de peregrinos caminaron, convergiendo en el mismo camino provocando una estampida humana que, resultó en mas de 2,070 víctimas, según Reuters. Se culpó a las autoridades por la falta de seguimiento y organización, y las autoridades dijeron que los peregrinos de más de 200 países y cientos de diversos idiomas se confundieron en las indicaciones.

           

Se considera que tres personas en un espacio de un metro cuadrado (m2), es una situación confortable. Cinco personas en un m2, ya es una situación de máxima capacidad y seis por m2 es de alto riesgo. Este último caso corresponde que en un cuadro de 10 por 10 metros coloquemos a 600 personas. Si hacen el experimento de colocarse con otras 5 personas en un cuadro de un m2 y le piden a una de ellas que simule que se desmaya, verán que la situación se complica.

 

Aglomeraciones, empujones y apachurrones

 

En nuestro gran país, con casi 129 millones de habitantes, las aglomeraciones son comunes y constantes, y sí, en ocasiones han ocurrido desastres. Todos recordamos el 85 por su sismo, pero unos meses antes el 26 de mayo de ese año, en una final Pumas-América, con 90,000 aficionados, alguien decidió cerrar la reja del túnel 29 del estadio de CU, y la gente se empezó a aplastar. Murieron 10 personas, algunos menores de edad. Pero en otras ocasiones, como en el continuo funcionamiento del metro de la CDMX, en donde se transportan mas de 4 millones de personas todos los días, con estaciones saturadas, con andenes llenos, trenes repletos, las puertas se cierran, se regula el flujo y de alguna manera el desastre se esquiva.

 

Lo mismo sucede alrededor del 12 de diciembre, cuando la Fe mueve a miles y miles de peregrinos a un solo sitio, La Basílica. Aquí los ríos de humanos se dosifican, regulando la entrada, de acuerdo con la salida de los fieles. En ocasiones el Centro Nacional de Prevención de Desastres ha monitoreado con drones, el movimiento humano, casi como olas. Cuando el Papa Francisco visitó México, llegando el 12 de febrero de 2016, millones de mexicanas y mexicanos, querían verlo de cerca. En cinco días visitó la CDMX, el Estado de México, Chiapas, Michoacán y Chihuahua, con un total de 1´338,190 personas en los eventos, más los miles y miles en los trayectos. En todos los sitios había distancias y protocolos de seguridad, algunos empujones y apachurrones, pero todo sin ningún evento que lamentar.

 

Muchas veces no nos damos cuenta de que somos muchos y que potencialmente podemos estar en una situación de riesgo, por ejemplo, en los supermercados. En estos lugares las salidas de emergencia no son tan visibles, por obvias razones. En la zona de cajas, con tantos productos rodeándolas y escondiéndolas, de manera que son embudos, y que, en caso de emergencia, por sismo, incendio u otro fenómeno natural o antrópico, nos impedirían una fácil salida. Evaluemos la situación en nuestra siguiente compra en el supermercado. Una amiga mexicana, de visita en Costa Rica, preguntaba qué en donde estaban los letreros que indicaban las rutas de evacuación. En ese país de Centroamérica, no es obligatorio colocar los letreros.

 

Aglomeraciones, empujones y apachurrones

 

Qué tal si la siguiente vez que acudamos a un estadio o concierto, consideramos la mejor ruta para llegar, identificamos las salidas de emergencia, reconocemos al personal de Protección Civil o de apoyo, definimos un punto de encuentro por si alguien de la familia se extravía, pensamos qué hacer y cómo reaccionar si hay algún evento como sismo o incendio. Y como seguimos en pandemia, pues, además, es una mayor razón para guardar la sana distancia. Estas sencillas acciones, nos darán seguridad y permitirán que disfrutemos más el evento.

Lo que nos conduce a la importancia de desarrollar una cultura de prevención, ante cualquier fenómeno ya sea natural o causado por los seres humanos. Prevenir para vivir.

POLÍTICA

Núm. 300 – Noviembre 2024