ÁRBOLES, GLACIARES Y GOLPES DE ESTADO
- VERSO CONVERSO
- julio 2022
- Ing. Carlos Miguel Valdes Gonzalez
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¿Alguna vez se han preguntado a dónde va a parar la materia que estaba en los muchos hoyos que hay en las calles de la ciudad? O cuando llevamos el auto al taller y nos dicen que hay que cambiar las balatas, que son de un poco más de un centímetro de grosor. ¿A dónde se fue ese material? o lo que sale del escape de los autos, remanentes de la combustión de la gasolina que tiene unos 150 productos químicos que incluyen benceno, tolueno, xileno y antes hasta plomo. ¿A dónde queda todo ese material que formaba: hoyos, balatas, gasolinas y otras muchas cosas más? Pues mucho de este material muy pequeño se vuelve aéreo y se queda flotando en el ambiente o cae al suelo, sólo para ser de nuevo levantado por cualquier ráfaga de viento o al paso de vehículos. Parte de ese material lo respiramos y sentimos como algo extraño en nuestras narices, como polvo o basurita que flota en el ambiente. A estas minúsculas partículas se les denomina PM (del inglés: particulate matter) y es seguida por un número que indica su tamaño en micras. PM 10, es una partícula de materia de 10 micrones de tamaño. Un micrón es una milésima parte de un milímetro, y un milímetro es más o menos lo que mide la punta de un lápiz. De modo que son partículas muy pequeñas, que se alcanzan a ir hasta nuestros pulmones si las respiramos. Cuando hay muchas de estas partículas en el ambiente, esto es un factor importante para decretar una contingencia ambiental en la CDMX, ya que las grandes ciudades tienen monitores de partículas en el ambiente, entre otros detectores de la calidad del aire. Por eso, es bueno seguir usando el cubrebocas KN95, ya que detiene 95% de partículas mayores a 1-3 micras, y además por las razones de la Pandemia.
La Zona Metropolitana del Valle de México tiene más de 23 estaciones de monitoreo ambiental, y otras ciudades importantes como: Guadalajara, Monterrey y Toluca, así como las ciudades fronterizas importantes: Tijuana, Mexicali y Cd. Juárez, tienen estaciones de monitoreo desde los años 90. Aunque existen redes de monitoreo ambiental, estas no han estado en operación por muchos años, y es importante el tener un comparativo de lo que pasaba con la condición ambiental hace muchos años. ¿Se tienen registros anteriores sobre lo que pasaba con el clima y las condiciones ambientales? Sí, afortunadamente. Uno de los elementos que absorbe estas partículas y el contenido atmosférico, son los árboles, ya sea por medio de sus hojas o por sus raíces. Estos majestuosos seres, pueden absorber lo que se conoce como metales pesados, por ejemplo: cadmio, cobre o plomo. Los árboles guardan en su interior información muy valiosa y se utiliza una herramienta conocida como barrena o como taladro de Pressler, el cual hace un agujero del tamaño de un lápiz, al ser lentamente introducido con un movimiento giratorio en el árbol y dirigiéndolo hacia su centro, para extraer un núcleo. Cabe mencionar que dicho agujero es rellenado con cera de abeja para “curar” la herida al árbol, vamos, no es una técnica destructiva, como sería cortar el árbol para analizar los anillos. El registro es analizado contando los anillos que presenta el árbol y que corresponden a la edad. Suponemos que un árbol en condiciones ideales produciría anillos concéntricos y muy parecidos. Aquí viene lo interesante, cuando la separación o grosor es diferente, algo afectó al árbol en ese año. Pudo ser más lluvia, sequía, calor o frío, y también la calidad del aire. Katherine Kornei reportó, que hace unos cuantos años, en verano, el climatólogo Fabrice Lambert de la Universidad Católica y Pontifica de Chile, junto con varios colegas, se reunieron en Quinta Normal, un parque público en la zona centro de Santiago. No andaban de paseo, llevaban una barrena y cera de abejas, con lo cual extrajeron núcleos de 50 árboles, tardándose unos 15 minutos en cada uno de ellos. Por supuesto, la gente empezó a preguntarse qué hacían y para qué. Ya en su laboratorio, ellos se sorprendieron de que estos núcleos parecían una máquina del tiempo que medía la contaminación, ya que evaluaron los elementos químicos en cada anillo. Encontraron por ejemplo que antes de los 90s, había mucha contaminación, y fue cuando comenzaban las medidas por parte del gobierno para mitigarla. Pero en el año 1973, encontraron que bajó mucho la contaminación. Esto se debía a la pausa económica y por tanto industrial de Chile, después del golpe de Estado por Augusto Pinochet.
Imaginen si pudiéramos interpretar lo que ha vivido y los cambios que ha registrado el árbol del Tule en Oaxaca, al que se le estima entre 1,500 y 2,000 años. O al árbol de la Noche Triste, que se le asumía una edad de 500 años. Curiosamente, ambos ahuehuetes. La barrena para sacar los núcleos no es muy grande y no siempre se puede evaluar todo el tronco. Éste es el caso del “Alerce milenario” o “Gran Abuelo”, en Chile, que, a pesar de tener 4 metros de diámetro, no fue posible perforarlo hasta el centro. Con un modelo matemático, Jonathan Barichivich, ha estimado que el Gran Abuelo podría tener ¡5,000 años!, otorgándole a este árbol majestuoso, aunque en gran riesgo, el título del ser vivo más antiguo del planeta. Lo que habrá detectado este impresionante árbol. Al igual que los árboles, hay otros custodios naturales que preservaron sucesos del pasado, por ejemplo, las zonas con grandes almacenamientos de hielo, como Groenlandia o la Antártida, en la región Norte y Sur de nuestro planeta, respectivamente. El hielo, se comporta como un mineral, el cual va creciendo a medida que se acumula nieve y esta se convierte en hielo, conteniendo partículas de materia y muestras del ambiente de la época en que se formó año con año. Registros como el de Allan Hills en Antártida, proveen datos de hasta hace 2.5 millones de años. Ahí se pueden identificar, material volcánico de grandes erupciones y diversos gases como dióxido de carbono, que nos pueden indicar variaciones en el cambio climático. En el Centro de Investigación Geofísica y Polar de la Universidad de Wisconsin, en donde estudié en Estados Unidos, visitaban frecuentemente Groenlandia y la Antártida, de donde extraían núcleos de hielo que estudiaban y almacenaban en laboratorios y congeladores que los mantenían a 30° Centígrados bajo cero. En ese laboratorio, se podía experimentar el crudo invierno de Wisconsin en verano. Curiosamente, los glaciares y parece ser que los árboles también están en peligro, siendo que proporcionan mucha estabilidad a nuestro planeta en muchos sentidos, los primeros regulan la temperatura y el nivel del mar y los segundos la calidad del aire. Los invito a reflexionar y a cuidar de principio los árboles, con los que convivimos cotidianamente, como la imagen del niño abrazando al árbol y proteger al planeta, desarrollando una cultura integral ecológica. Esto también es prevención.
Prevenir para vivir.