Revista Personae

EN EL TEMA MIGRATORIO, PARA LOS LOBOS, COYOTES

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Migrar es algo que el ser humano lleva en su ADN, como una práctica milenaria, si no es que, de millones de años, heredada para preservar la especie y, en consecuencia, la vida. De hecho, las migraciones son el pilar de la civilización, pues gracias a ellas es que los primeros grupos humanos pudieron encontrar los lugares más seguros y aptos para proveerse de suficiente alimento de manera sedentaria con el descubrimiento de la agricultura hace, señala la ciencia, entre doce mil y diez mil años.

Las migraciones humanas se determinaban por los cambios de clima y el seguimiento, para la cacería, de las manadas que se movían constantemente en busca de mejores pastos para alimentarse. Sólo de esa forma los humanos pudieron sobrevivir, hasta que después de miles de años de observación de la forma natural en que nacían y crecían las plantas de las que recolectaban frutos y semillas que comían estacionalmente, aprendieron a cultivar la tierra y a domesticar animales tanto para alimento como para trabajo; sin que por ello hayan olvidado que ir de un lugar a otro cuando hay problemas, es una medida efectiva y eficaz para preservar la vida. Y esto sucede hasta nuestros días, aunque ahora con características muy particulares a partir de la industrialización de los procesos productivos.

 

Migración, mercado furtivo del capital

 

De esta forma el hilo conductor de las migraciones se explica por buscar la sobrevivencia, inclusive en el caso de los animales. Hasta antes de la Revolución Agrícola, que dio paso a la formación de pueblos y ciudades, esas movilizaciones bien se podrían considerar naturales, puesto que se efectuaban de acuerdo con las estaciones del año y en busca de evitar que los atrapara el invierno, puesto que es la temporada del año en que escasea el alimento.

Y es así como en el periodo que va del establecimiento de la agricultura y hasta el Feudalismo (900-1500 de nuestra era) las migraciones más bien se caracterizaron por ser éxodos, debido esto a las constantes guerras que en general pretendían esclavizar a los pueblos conquistados, y estos, a su vez, buscaban la forma de huir y asentarse en otros territorios para mantener su modo de vida, hasta entonces dependientes del trabajo y producción del campo en actividades agropecuarias.

Esa forma de las movilizaciones humanas cambió radicalmente con la Revolución Industrial (1800), puesto que al establecerse factorías en los poblados y ciudades se requirió de grandes cantidades de trabajadores para, convertidos en obreros, ocuparlos en los procesos productivos de las fábricas. De esa forma se dieron grandes migraciones del campo a las ciudades. El desarrollo y crecimiento de los países, desde ese momento, se estructuraron con base en la explotación de la fuerza de trabajo, fundamentalmente, en las factorías.

Con el desarrollo de la forma de producción capitalista, este fenómeno se trasladó a nivel planetario, en él se crearon dos grupos de países; los industrializados que consumen grandes cantidades de fuerza de trabajo y materias primas, más de la que ellos mismos pueden generar, y las naciones que no lograron incorporarse a esa corriente. De esta forma las migraciones constituyeron un mercado furtivo de la mercancía fuerza de trabajo.

 

Migración, mercado furtivo del capital

 

Y es un mercado furtivo porque las migraciones se ven y justifican como un fenómeno sociopolítico económico, en el que esas movilizaciones se ven como un problema causado por pobreza y violencia en los países de origen de esas personas, y no como en realidad es: una reserva de mano de obra de la cual pueden disponer los países desarrollados en los periodos que así le convengan sin tener que invertir en el mantenimiento de esa masa de trabajadores, es decir, sin gastos de alimentación, salud, educación, vivienda, mientras no la ocupan. Es como tener un arsenal de reserva de mercancías en una bodega sin costo alguno y poder disponer de ellas cuando se requiera.

En esa condición migratoria los organismos internacionales como Banco Mundial, Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional consideran que a nivel planetario tres por ciento de la población mundial está en esa situación. Desde luego con variantes en los porcentajes de algunos países que se distinguen por el alto grado de expulsión de connacionales hacía las naciones industrializadas, como México cuya proporción es mayor al diez por ciento de su población.

Y la relación migratoria de México con Estados Unidos es un buen ejemplo de lo anterior, ya que la frontera de ambos países se abre de manera disimulada en el ciclo primavera-verano para que pasen los trabajadores mexicanos a realizar las actividades agrícolas (siembra y cosecha) del vecino del norte, y cuando éstas concluyen en el otoño-invierno, son deportados. Pero es un hecho que, sin la fuerza de trabajo de esos campesinos, los Estados Unidos tendrían serios problemas para producir sus alimentos.

De esta fórmula migratoria México-Estados Unidos el que sale mayormente beneficiado es el segundo, porque no invierte en mantenimiento de la fuerza de trabajo en el periodo de cierre fronterizo y a la masa trabajadora que levanta sus cosechas, por ser indocumentados se les paga prácticamente la mitad de salario, que para los mexicanos que así trabajan, con todo y ello, representa un mayor ingreso que no podría obtener de este lado de la frontera. Por esto mismo, la migración se puede categorizar como un mercado furtivo del capitalismo.

POLÍTICA

Núm. 302 – Enero 2025