PITONISA BÍBLICA DE POLÍTICOS Y DEMAGOGOS
- REPORTE POLÍTICO
- octubre 2024
- Juan Danell
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En algún momento pudiera vérsele como una anciana inválida, decrépita, inútil, olvidada o, simplemente, desapercibida, pero ¿Realmente es una figura ignorada? ¿Aún con el tiempo de los tiempos que lleva a cuestas? No lo parece… y no lo es. Permanece inmaculada en el devenir de la historia del desarrollo civilizatorio de la humanidad, y en ese andar, de la transformación de las sociedades, su papel estelar es el de pitonisa bíblica de reyes y poderosos, gobernantes, políticos, agiotistas, mezquinos y demagogos corruptores del pensamiento y de la vida.
Sí, tan delicada, o no, que pudiera ser vista, pero arropa y encarna la perversidad de la ambición de poder y riqueza: se le conoce en todos los foros y multitudes; es la “Promesa”, investida como la más poderosa señora dueña de los sueños y anhelos: el alimento más grandioso de la Esperanza, sobre todo para aquellos hijos de la Desgracia, clientes asiduos de la Ignorancia y víctimas de la Necesidad perenne.
Así se le concibe, y así la invisten, como hermana mayor de la Esperanza, y esta última, como el Poder y el fuego, todos la sienten, pero se pasma si no es alimentada, y ese nutriente es aquélla. Sí, la Promesa dúctil, sencilla y fácil de soltar. Que, también, es la madre de la Mentira, de ahí que los políticos se adueñaron de tan valioso ente para engañar y engatusar a las masas: “prometer hasta tener, una vez obtenido, nada hay prometido” es el credo.
Hubo quien prometió la Gloria y el Reino de los Cielos, la maravilla del mundo justo, sin hambre ni pobreza, pero sólo para los ciegos fieles seguidores, indoctos y adictos a la religión profesa. Y el tiempo siguió su andar. Y esa promesa repica una y otra y otra y otras tantas veces y en tantas voces como sea necesario, en campanas al vuelo que anuncian la crisálida consumada de la Esperanza, pero sólo la avisan, pues envejece en el capullo, oprimida y anhelante, en aquellas almas menesterosas demandantes de alivio.
Y termina en una metamorfosis inversa, imbuida en la dialéctica de la verdad, que en síntesis es la mentira impía.
Al salir de las voces, pervertidas por la ambición de poder, luce en sus alas la policromía cautivante que encierra los sueños de sanación incierta, y así permanece mientras el eco le da validez en la necesidad de los escuchas que habrán de dar su visto bueno a cambio de aquello que endulzó sus oídos. Y ese acto que da poder es el esperado por el domador de mariposas, que ya se dieron al vuelo y regresan a la pupa para desmembrarse y retomar su esencia de gusanos que habrán de reptar por el resto de su existencia, ya sin la admiración y credibilidad de los ilusos que los vieron nacer y para desgracia de la comunidad.
De igual forma los políticos cambian de piel, mutan la apariencia, al ritmo de sus mentiras encubiertas en promesas. Hacen de éstas estrategia para explotar los sentimientos más profundos de los desposeídos, de la masa marginada históricamente, que, a pesar del desencanto periódico de esa metamorfosis inversa, sigue creyente de nuevas y viejas promesas de los falsos redentores que sueltan con ahínco sus compromisos, sabedores anticipados de que no los habrán de cumplir.
“Muchos son los que ofrecen con facilidad lo que saben no podrán cumplir”, dejó escrito Esopo en el Siglo VI a. de C. para la historia.
Y basta tener necesidades crónicas o apremiantes, materiales o espirituales, aderezadas con una dosis de ignorancia, para creerles a esos prometedores que se gradúan como cínicos profesionales al no cumplir y seguir circulando por la vida política y social sin mayor recato.
No hay valor moral o ética que los detenga. La Promesa metafórica es doctrina y alimento para saciar su hambre de poder y ambición de riqueza: pasiones envilecidas aún más por el abuso de prometer a sabiendas de que lo hacen apoyados en la ignorancia y marginación de sus seguidores.
Lo que menos les importa es saberse descubiertos. Siempre habrá una nueva promesa que podrán hacer, y siempre habrá quien la crea, mientras exista el atraso cultural y económico de la sociedad.
Y así, llega el 1 de octubre de 2024, prometedor; sí, con promesas tan grandes como las carencias acumuladas irresueltas, que ya consumaron esa metamorfosis inversa, y retomaron vida en los ascendentes prometedores que habrán de gobernar por los siguientes seis años a partir de esta fecha. Después de todo la promesa no es otra cosa que la crisálida de la mentira, investida en pitonisa bíblica del poder y sus apóstoles corruptores del pensamiento y la vida misma.