CRISIS DEL CAPITAL Y LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
- REPORTE POLÍTICO
- septiembre 2020
- Juan Danell
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Percibir la muerte tan cercana y enigmática, macada por un virus del que poco se conoce y es considerado letal, ha llevado a la sociedad global, en este cabalístico 2020, a centrar toda su atención en la búsqueda de estrategias y herramientas para la sobrevivencia, en teoría, de la especie humana, y en la realidad la de algunos sectores que la conforman. El más importante de éstos para ser protegido, lo conforma la población sana cuya edad oscila entre los 20 y 50 años, por ser la más productiva, dadas sus características de plenitud físico-mentales.
Y, precisamente, ese segmento de la población mundial es el que le interesa al capital, al que desde inicios del presente siglo arrastra una crisis que él mismo provocó con el desarrollo vertiginoso de la tecnología digital, en la que, la Inteligencia Artificial (IA) es el pilar para el crecimiento e innovación permanente de los procesos de producción, que por cierto, rebasaron con mucho a la fuerza de trabajo calificada y capacitada, por lo que en la actualidad el capital humano presenta un alarmante rezago frente a la tecnología que se utiliza en prácticamente todos los procesos productivos, y eso ya representa un peligro para la cuota de plusvalía y por tanto, para el sistema capitalista que observa, por ello, un freno en su desarrollo.
Hoy las grandes empresas multinacionales enfrentan ese problema, cuya solución la ven en la capacitación y actualización de sus trabajadores para que puedan operar y rendir al ciento por ciento en las tecnificadas líneas de producción. El reto que ven es el de capacitar una planta laboral ad hoc a la moderna tecnología digital, de mil millones de personas para 2030, que son las que se sumarán en esta década a los más de tres mil 460 millones que constituyen la Población Económicamente Activa mundial.
Mientras tanto, en los días corrientes se calcula que 75 millones de empleados serán desplazados por el uso de esas tecnologías. Con la transformación, también se creará la demanda de aproximadamente 133 millones de nuevos empleos que requieren mano de obra actualizada en las nuevas tecnologías, en los próximos dos o tres años.
El grado de desarrollo de la tecnología digital, los dueños de la riqueza mundial, lo conciben como la cuarta revolución industrial, y han enfocado sus baterías a apresurar el paso para lograr el cambio en una década, es decir, para el año 2030, con el objetivo de que no se detenga la modernización-digitalización de los procesos productivos y se extienda por completo a las relaciones sociales de producción, con lo que la Inteligencia Artificial será la determinante de las actividades productivas, sociales, económicas y políticas de la humanidad.
Hacía allá apunta la cuarta revolución industrial, aunque no se logre a nivel global en los próximos diez años, como se lo han planteado las grandes multinacionales. De hecho, ni la primera revolución industrial que data de 1760, ni la segunda (1880), tampoco la tercera (1960) se han concretado en su totalidad, aún persisten profundos rezagos en diferentes regiones del mundo, de lo que tales movimientos determinados por el desarrollo tecnológico debieron superar en las actividades humanas.
Klaus Martin Schwab, economista, empresario alemán y fundador de Foro Económico Mundial, planteó en Davos (febrero 2020) que en esta revolución (la cuarta), las tecnologías emergentes y la innovación de base extendida se están difundiendo mucho más rápido y más ampliamente que en las anteriores revoluciones, todavía en desarrollo, en algunas partes del mundo.
Y citó ejemplos: “la segunda revolución industrial todavía debe ser plenamente experimentada por el 17 por ciento de la población mundial, pues casi mil 300 millones de personas carecen de acceso a la electricidad.
“Esto también es válido para la tercera revolución industrial, con más de la mitad de la población mundial, cuatro mil millones de personas, la mayoría en el mundo en desarrollo, sin acceso a internet. El huso (el sello de la primera revolución industrial) tardó casi 120 años en difundirse fuera de Europa. Por el contrario, internet permeó todo el mundo en menos de una década.
“Estoy convencido -precisó- de que la Cuarta Revolución Industrial será en cada detalle tan poderosa, impactante e históricamente importante como las tres anteriores. Sin embargo, tengo dos preocupaciones fundamentales acerca de los factores que podrían limitar el potencial de la cuarta revolución industrial para que sea eficaz y coherente.
“En primer lugar, creo que los niveles necesarios de liderazgo y comprensión de los cambios en marcha de todos los sectores, son bajos en comparación con la necesidad de rediseñar nuestros sistemas económicos, sociales y políticos para responder a la cuarta revolución industrial. Como resultado de ello, a escala tanto nacional como mundial el marco institucional requerido para dirigir la difusión de la innovación y mitigar la disrupción es inadecuada en el mejor de los casos y, en el peor, completamente inexistente.
“En segundo lugar, el mundo carece de una narrativa consistente, positiva y común que describa las oportunidades y los desafíos de la cuarta revolución industrial, una narrativa que es esencial si queremos empoderar a un conjunto diverso de individuos y comunidades, y evitar una violenta reacción popular contra los cambios fundamentales en curso”.
Y mientras los dueños del capital debaten la permanencia del sistema que les permite concentrar la riqueza mundial en menos de cinco por ciento de la población global, el uno por ciento de empresarios detenta 45 por ciento de esa fortuna. En contraparte, el 90 por ciento de los seres humanos carecen de esta, y uno de cada cinco vive en pobreza.
Un dato relevante en este tema es el registro de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en cuanto a que el acceso a un empleo remunerado no garantiza un trabajo decente. El caso es que alrededor del 61 por ciento de la mano de obra mundial desempeña trabajos informales, mal pagados o que no ofrecen ningún o muy poco acceso a la protección social y a los derechos laborales.
A esto se suma que, más de 630 millones de trabajadores a nivel mundial -es decir, una de cada cinco personas de la población económicamente activa global-, vive en condiciones de pobreza extrema o moderada, esto definido por ingresos superiores a 3.20 dólares diarios en términos de paridad de poder adquisitivo.
Las proyecciones de la OIT calculan que esta situación empeore en 2020 y 2021 en los países en desarrollo. Y es aquí donde las palabras de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, pronunciadas en su discurso de Davos, en febrero, suenan lapidarias para definir el momento histórico que vive la sociedad global: «en mi opinión, son dos las palabras que definen el estado del mundo actualmente: incertidumbre e inestabilidad”. Como al principio de los tiempos de la era industrial, con el aderezo de una pandemia que trae vueltos locos a Estados y gobiernos.