Revista Personae

SONIDOS DE ESPERANZA

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En medio de la nieve y el frío extremo de la Cordillera de Los Andes permanecían en el fuselaje los sobrevivientes de un accidente aéreo. Era el mes octubre de 1972 y un grupo de 45 personas en un avión de Uruguay viajaban, entre ellos, miembros del equipo de rugby Old Christians Club a Chile junto con algunos amigos y familiares. Sin embargo, «Las condiciones climáticas no eran las adecuadas, aunado a un error humano del copiloto a cargo del comando quién equivocó el rumbo y estrelló el avión contra un pico nevado al intentar atravesar una tormenta».

 

Sonidos De Esperanza

 

“El accidente causó la muerte de 29 personas, de los cuales 17 fallecieron en el impacto o en las horas posteriores debido a sus heridas, ocho personas más perdieron la vida sepultados por la nieve en el alud que arrasó los restos del fuselaje 16 días después del accidente y cuatro más murieron a causa de las heridas sufridas en el siniestro o durante las semanas en la montaña, según el sitio web Sociedad de la Nieve”.

 

Cada persona del vuelo representaba una historia de vida; jóvenes criados con cariño, que tenían sueños, metas por cumplir y proyectos, sin imaginar que su vida cambiaría o se detendría para siempre. Antes de que ocurriera el fatal accidente, todo se desarrollaba entre una buena plática, acompañada de la risa de los chicos. (La vida nos muestra que se puede pasar de la luz a la oscuridad).

 

En el momento del accidente, los sobrevivientes experimentaron miedo a lo desconocido al enfrentarse a una realidad trágica y poner a prueba su fe y su nivel de resiliencia. En ese preciso instante la vida pasa como una película y tienen que vivir su proceso de duelo con las herramientas emocionales con las que cuentan. En algunos, la negación se hizo presente, no podían creer lo que estaban pasando y su estado emocional era vulnerable, tuvieron que apoyarse en los que se encontraban más fortalecidos para tomar decisiones: es cuando surge el liderazgo.

 

Cuando las personas sienten que están unidos por la misma tragedia, emergen sentimientos de compañerismo, unión, resiliencia, ilusión, pero también, miedo, desesperanza, llanto, dolor, impotencia y tristeza. (Formaron una hermandad que los mantenía unidos por la vida, pero también por la muerte). Los días pasaban y solo se consolaban pensando que los estaban buscando, los motivaba el imaginar que pronto los encontrarían. (Ante la desgracia, el ser humano pone a prueba su nivel de fortaleza; se aferra a su religión, a sus seres queridos que los están esperando o por el deseo de regresar sanos a casa y, sobre todo, a preservar la vida).

 

“Logramos sobrevivir solamente con los afectos, porque no teníamos otra cosa, salvo el uno con el otro. Armamos de la nada una sociedad exclusivamente de amistades, abandonados en el lugar más frío del mundo» – “Moncho” Sabella.

 

Sonidos De Esperanza

 

Después de buscar alimentos, se dieron cuenta que eran pocas las provisiones y decidieron racionalizarlas. (A pesar de lo terrible de la situación, el ser humano puede reír y eso ocurrió mientras platicaban de que comerían si estuvieran en casa). Cuando se terminaron los alimentos, tomaron la decisión más difícil de su existencia y tuvieron que hacer lo impensable. (El ser humano en situación extrema para poder sobrevivir deja aún lado sus “valores éticos y religiosos”). Con el corazón destrozado y sintiendo culpa se alimentaron de los cuerpos de sus amigos fallecidos, de lo contrario morirían de hambre. En un principio solo algunos lo hicieron, a otros les tomó más tiempo.

 

“Vivimos momento a momento sin poder preguntarnos si estaba bien o mal lo que estábamos haciendo, porque si queríamos hacer lo necesario para vivir una hora más, no podíamos detenernos para cavilar”, José Pedro Algorta.

 

“La función básica de los humanos, igual que los animales, es sobrevivir por encima de todo. Estamos programados, tanto genéticamente como biológica y psicológicamente para sobrevivir, ocurra lo que ocurra”, explica a EFEsalud, Elisardo Becoña, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad de Santiago de Compostela.

 

El sonido de los helicópteros que sobrevolaban trajo consigo esperanza, gritaban con desesperación para que los escucharan, pero todo fue en vano, el silencio desgarrador invadió sus corazones. En cuanto pudieron conectar la radio, se enteraron de que la búsqueda se había suspendido, ya que los daban por muertos.

 

«¿Qué pasa cuando el mundo te abandona?». En ese momento de incertidumbre sólo quedaba arriesgarlo todo para salvarse. Recordando una frase de Niestzche: “Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo.” Esto, fue el motor que los impulsó a salir adelante porque todos tenían un sentido de vida.

 

Cuando sintieron que la única forma de volver a ver a sus seres queridos era buscar ayuda mediante una expedición, eligieron a los más fuertes. (Nando Parrado y Roberto Canessa). Ahora se enfrentaban a un inconveniente, no sabían dónde se encontraban, pero deducían que si lograban traspasar la montaña de Chile podrían encontrar alguna Ciudad y esto representaba su salvación.

 

Para los dos héroes que llevaban la misión de buscar ayuda, se tuvieron que enfrentar a las inclemencias del clima y el riesgo latente de perecer en el intento. Sacaban fuerzas de donde podían, y en la última expedición a punto del desmayo lograron llegar a una pequeña localidad chilena y un arriero que paseaba en ese momento con su caballo, los vio, y de inmediato se fue a pedir apoyo a las autoridades y a la policía. No sin antes dejarles un poco de pan. La noticia de que había sobrevivientes del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, llamado “El milagro de los Andes”, trajo esperanza a los familiares que no podían creer que siguieran con vida. Otro héroe, que desde un principio se instaló en Chile y no paro de buscarlos, fue el papá de Carlitos Páez. Finalmente dio a conocer la noticia y los nombres de los jóvenes rescatados. Estaba feliz, su hijo era uno de los que logró sobrevivir a la tragedia.

 

Mientras esto pasaba, en los Andes esperaban impacientes noticias de sus amigos y cuando escucharon en la radio que Parrado y Canessa lo habían logrado; se abrazaron. Lágrimas de felicidad cubrían sus rostros. De inmediato, las autoridades enviaron helicópteros para su rescate y cuando los sobrevivientes escucharon que sobrevolaban, por fin, el sonido tan esperado que emitían las aeronaves simbolizaba la “Esperanza”. El volver a casa.

 

Sonidos De Esperanza

 

“En la actualidad, siguen con vida 14 de los 16 supervivientes. Han fallecido Javier Methol (4 de junio de 2015) y José Luis “Coché” Inciarte (27 de julio de 2023).

Fernando Parrado: “Todos fuimos fundamentales”; Roberto Canessa, “Lo que nos queda es la Vida y la tenemos que defender con todo”; Antonio Vizintín, “Solo te quedaba seguir adelante venciendo el miedo”; Gustavo Zerbino, “A pesar de la vulnerabilidad de los seres humanos es posible lograr cosas extraordinarias si te conectas con el amor, la solidaridad y la vocación de servicio”; Carlos Páez Rodríguez, “Es una historia maravillosa dentro del drama, pero maravillosa porque es un homenaje a la Vida. Lo más atractivo era morirse, sin embargo, nosotros revertimos este proceso”; Eduardo Strauch, “La importancia de una actitud ante cualquier circunstancia de la vida es realmente asombrosa”; Adolfo Strauch, “Cuando comienzo a morirme, me surge una fuerza interior desconocida que me indica que esto no es el fin”; Daniel Fernández, “No usar los cuerpos era un suicidio colectivo”; José Luis Inciarte, “En el primer momento de nuestra aventura, nadie salió corriendo. Todos fuimos a ayudar a los heridos”; Pedro Algorta, “Mi principal objetivo fue dejar las montañas atrás y reintegrarme al mundo; Álvaro Mangino, “Se aprende con actitud, trabajo, esfuerzo y mediante la fe se puede alcanzar lo que uno desee en la vida”; Roy Harley, “Éramos muy jóvenes. ¿Cómo se puede pensar en el final a esa edad? Ahora entiendo que existe”; Javier Methol “Las condiciones son tan extremas que solo puedes luchar por sobrevivir¨; Bobby François, “Me di cuenta de que lo que no se dice provoca dolor, y que hablar, cura”; Ramón Sabella, “Logramos sobrevivir solamente con los afectos, porque no teníamos otra cosa, salvo el uno con el otro. Armamos de la nada una sociedad exclusivamente de amistades, abandonada en el lugar más frío del mundo”; Alfredo Delgado. “En el fútbol se sabe que el partido termina a los 90 minutos cuando el referí da la pitada final, Dios es nuestro referí y nos está dejando jugar; Él y sólo Él dará por terminado el partido. Mientras tanto hay que luchar por ganar…”

 

29 de los pasajeros fallecidos en las montañas

Numa Turcatti, “Tengo una vida por delante”; “Quiero ver a mi familia, pero sé que no voy a volver”. Rafael Echavarren, Arturo Nogueira, Susana Parrado.

 

Fallecidos en el alud

Marcelo Pérez del Castillo, Gustavo Nicolich, Liliana Navarro de Menthol, Diego Storm, Enrique Platero, Daniel Maspons, Carlos Roque, Juan Carlos Menéndez.

 

Fallecidos en el momento del accidente o posterior al accidente a causa de sus heridas

Francisco Abal, Gastón Costemalle, Eugenia Dolgay de Parrado, Carlos Valeta, Guido Magri, Felipe Maquirriain, Daniel Shaw, Alexis Hounie, Fernando Vázquez, Julio Martínez Lamas, Francisco Nicola, Esther Horta Pérez de Nicola, Graziela Augusto de Mariani.

 

Miembros de la tripulación

Dante Hector Lagulara, Julio César Ferradas, Ovidio Joaquín Ramírez, Ramón Martínez.

 

Personas que no viajaban en el avión, pero apoyaron en esta historia de superación y sobrevivencia

El arriero Sergio Catalán y Carlos Páez Vilaro padre de Carlitos Páez, uno de los sobrevivientes. Estuvo en Chile para buscar a su hijo durante los 72 días que los rugbistas estuvieron desaparecidos. Publicó el libro “Entre mi hijo y yo, la luna”. En 1983. (El texto describe los días de búsqueda en Chile y el deseo de poder abrazar nuevamente a su hijo).

 

«¡Es un milagro la gente decía! Una historia que inspira y motiva a seguir adelante a pesar de lo difícil de la situación, a preservar la existencia a través del sentido de vida. En un principio sobrevivir era imposible, pero sabían que unidos podrían lograrlo. Después de su rescate, tuvieron que pasar por un proceso adaptativo y ajustarse a la nueva realidad. Finalmente, agradecieron por estar vivos y poder construir un nuevo proyecto de vida.

 

“Todos tenemos una cordillera en nuestras vidas. No hay que quedarse en la parálisis de sentirse desgraciado», Roberto Canessa

 

Psicoterapeuta Raquel Estrada racheles_03@outlook.com

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Núm. 300 – Noviembre 2024