Revista Personae

ADÁN PAREDES

La pasión de esculpir

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Adán Paredes

 

Más de 40 años de trabajo en el universo de la cerámica, han hecho del escultor mexicano Adán Paredes, uno de los más reconocidos a nivel mundial dentro de ese su oficio principal en el que moldea, comprende y reinterpreta los atavismos del barro.

Muchos creen que Adán Paredes (1961) nació en Oaxaca, porque vive allá desde hace más de 22 años, aclara que es de la Ciudad de México. Fue en las calles de la capital mexicana donde entre la tierra (mientras jugaba con su gansa Gertrudis y con un balón de futbol americano) que manipuló materiales y comenzó a percibir texturas. Años después, en la adolescencia, viajó (sin permiso de sus padres) en lo que podría llamarse un ‘viaje iniciático’ a Oaxaca. Le llamaba la atención todo el pasado que sabía que ahí continuaba vivo en vestigios y tradiciones. Deambuló por la antigua Antequera, así como por sus más emblemáticas zonas arqueológicas como Monte Albán, Mitla o Yagul. Curiosamente, ese periplo, lleno de rebeldía propia de la edad, también estuvo pleno de introspección al tiempo que le hizo conocer la ciudad a la cual, décadas después, regresaría como habitante. Quizás desde esos momentos primigenios, comenzó a amar a los dioses americanos, la función del ritual y los espacios míticos, con su ritmo cósmico.

 

Adán Paredes

 

De joven ingresó a la carrera de Arqueología, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia del INAH. Múltiple fue el aprendizaje a través de clases y estudios de campo que lo llevaron a lugares tan místicos y alejados, como lo es la Sierra Tarahumara. Recuerda viajes con expertos, como Luis Eduardo Darío Gotes, así como con su amigo, el productor de cine, Ramiro Ruiz Funes. Metido en plena montaña dos o tres meses, en la adversidad, comiendo carne seca, conociendo costumbres, más siempre con respeto hacia las comunidades.

 

Por esas fechas, comenzó a trabajar en el Departamento de Salvamento Arqueológico del INAH, que lo llevó a diversas excavaciones, todas emocionantes. Recuerda, por ejemplo, una durante la construcción de la Línea 6 del Metro, (en Azcapotzalco), donde encontraron vestigios, sobre todo textiles y malacates, también huesos de animales procedentes del Pleistoceno.

 

Los años de formación universitaria, su acercamiento variopinto a la historia antigua, no sólo de México, sino de América, generaron en el futuro escultor, una necesidad de ahondar en un material que encontraba en cada experiencia: el barro. Fue en sí, en uno de esos trabajos para Salvamento Arqueológico, que a Paredes le entregaron una figura del dios Viejo del Fuego, Huehueteotl, la cual tuvo que restaurar. Cuenta que el tener en sus manos esa vieja pieza, quizás lo conectó con un mundo y un cosmos para él, atrayente del cual, tenía mucho que aprender.

 

Adán Paredes

 

Maestro Adán Paredes, ¿Cómo fueron esos años de estudiante en la ENAH?

“Estudiar Arqueología me dio satisfacciones y conocimiento primigenio. A mí me ha interesado siempre el mundo prehispánico, su simbología, esa relación tan estrecha que tiene con el entorno, no solo el de este plano, sino el cósmico. Así, tanto en la carrera, como en los trabajos para Salvamento Arqueológico, tuve la oportunidad de descubrir lugares donde el pasado, literal, se mete en la piel, donde cerámica y piedras hablan casi solas”.

 

El acercamiento a la cerámica, ¿cómo se dio?

“Dado este interés por el pasado y sus objetos, sentí la necesidad de saber más, y nada mejor que a través de ese noble material que ha acompañado al hombre desde tiempos tan lejanos como los de las culturas sumeria o egipcia. Por eso, en 1983, ingresé al Centro de Invención Permanente A.C., (CIPAC), el cual había sido fundado por el cineasta Alfonso Arau, y la escritora Laura Esquivel. Ahí, conocí a un legendario artista del barro que daba clases, Hugo X. Velázquez. Tiempo después, ingresé al Centro Cerámico, el cual estaba promovido por personajes como Juan Sandoval, Ruth Beltrán, Aurora Suárez, y el ya mencionado Hugo X. Velázquez”.

Cabe decir que su primera pieza, en pequeño formato, que nació en el Taller de Arau, no la había querido exponer; sin embargo, hace unos años la presentó en el Centro Cultural San Pablo, de Oaxaca. A la pregunta de ¿Cómo se dan las primeras exposiciones? Comenta que son los amigos los que lo animaron para en 1987 comenzar a exponer.

 

En el Centro Cerámico donde Adán Paredes presentó sus primeras obras, a fines de los años ochenta, un gran amigo, el investigador y matemático Guillermo Espinosa, compañero en el Centro, le regaló un horno, el cual instaló en su primer taller, ubicado al sur de la Ciudad de México, cerca del Estadio Azteca, al que le dio el nombre que aún tiene su actual taller en Oaxaca: Los Alacranes. Ese horno u “Horna”, fue su primer gran herramienta para cocer. La denomina así ya que considera que es un ente femenino, creadora de vida a través del calor; ahí vio cocer esas primeras piezas, en pequeño formato (vasijas, cuencos), en las cuales se percibe una conexión entre los artesanos anónimos prehispánicos, y la sensibilidad de un creador de fines del siglo XX. Fue con su “Horna” que logró una relación de comunión y diálogo con esa máquina que provoca el fuego. En este sentido dice: “Yo no domino nada, hago un diálogo”. Desde ese entonces, a las “Hornas” o “Alacranas” con las que trabaja, les pone ofrendas; les deja un mezcalito, las consiente pues son dadoras de vida.

 

Adán Paredes

 

¿Tiene alguna arcilla en especial que utilice?

“Con la arcilla llamada Zacatecas, que fue descubierta tiempo atrás por Gerda Gruber, una artista que vino a México a trabajar y halló en esta arcilla, grandes propiedades. Se trata de un barro escultórico y refractario, de grano grueso, lo que permite buenas mezclas, amén de que se pueden hacer piezas de gran formato. Puede ser cocido a 1280° y aguanta los 1400° sin deshacerse”.

 

¿Cómo se da el paso del pequeño, a un formato más grande?

“Para fines de los años noventa tuve un acercamiento con el gran formato, gracias a la colaboración con despachos de arquitectura. Así, gracias a la invitación del área de Interiorismo del despacho de Javier Sordo Madaleno, y con la coordinación de la arquitecta Claudia López Duplán, fui invitado a realizar obra para el lobby de la Casa Club de Bosque Real, en Huixquilucan”.

 

Ahí, Adán Paredes realizó cinco esculturas de más de cuatro metros de altura. Ese fue el inicio de una exitosa historia con el gran formato, que lo hizo trabajar con despachos notables como el de Legorreta+Legorreta o el de Javier Hierro, sólo por mencionar dos.

 

¿Cuándo se va a vivir a Oaxaca?

“Mi cambio a Oaxaca fue complejo pues se dio, exactamente, cuando estaba realizando la obra para Bosque Real, en el 2000. Instalé mi taller Los Alacranes en San Agustín, Etla, donde comencé a trabajar al tiempo que conecto fuertemente con la comunidad, con los jóvenes. Mi vocación también está en adentrarme a lo profundo de las comunidades, no en formar parte de una ‘feria de vanidades’”.

 

Adán Paredes

 

Adán Paredes se declara admirador decreadores como Chillida, Alexander Calder, Richard Serra, Fritz Wotruba, Ben Nicholson, Henry Moore, Isamu Noguchi o Antoine Bourdelle. Admira también a los artistas oaxaqueños, con quienes ha podido trabajar y entablar amistad u ofrecer apoyo y asesoría. Así, recuerda que Francisco Toledo trabajó en su taller durante un tiempo. De igual forma, se ha relacionado con creadores como Alejandro Santiago, Sergio Hernández y Jorge Yázpik, entre otros. Obviamente, destaca su relación con los Maestros Artesanos oaxaqueños, a quienes apoya de diversas maneras.

 

Imagino que, por una u otra razón, ama todas sus obras, pero ¿qué nos puede contar de algunas en particular?

“Cada una tiene su historia, su complejidad y un lugar especial en mi quehacer profesional. Te puedo contar, por ejemplo de un gran caballo de barro que realicé, en gran formato. Para esta petición no sólo me estaba enfrentando al gran formato, sino además al hecho de que no hago escultura figurativa; pero, como me gustan los retos, acepté. Después de tres años nació la pieza Caballo Oxidante, en cuyo interior tiene un complejo esqueleto de acero. Fue un verdadero reto: se tuvo que fragmentar en 60 partes para que pudiera entrar, en varias quemas, a la “Alacrana”; dejar que se secara, pintarlo, quitarle el exceso de color. Ya terminado, tuvimos otros retos: uno fue el sacarlo del taller, pues la escultura rebasaba la altura de la entrada, y el otro, trasladarlo de Oaxaca a Avándaro, en el Estado de México, que es donde está colocado. Solo la historia del traslado podría ser digna de un libro.

 

“Otra pieza que me hace sentir pleno es un mosaico que realizamos aquí en Los Alacranes, para el patio de la Escuela de Negocios, de la Universidad de Standford. Esta obra contiene más de 4,600 piezas y mide más de 120 metros cuadrados, en cerámica de alta temperatura. En ella busqué generar un diálogo con el interlocutor y considero que, dado el colorido que tiene, recuerda mucho a Oaxaca y, por ende, a México”.

 

El trabajo de Adán Paredes está presente también en lugares comerciales. Por ejemplo, en el restaurante Chapulín, dentro del Hotel Presidente Intercontinental de la Ciudad de México, donde el artista intervino en paredes y pasillos con el fin de provocar un ambiente que invitara a saborear lo mejor de la gastronomía mexicana y que recordara a ese gran producto que es el ancestral cacao, semilla sagrada prehispánica. Ahí realizó una obra que conlleva 14 mil piezas de distintas formas (curvas, rectas, convexas, esquineras y en forma de escuadra), de cuatro diferentes tonos, las cuales, al uno acercarse, pareciera que está ante unas barras de chocolate.

 

Adán Paredes

 

También ha hecho vajillas ¿Cómo se dio este tema?

“Tengo un gran amigo chef, Alejandro Ruiz, quien un día, me habló por teléfono y me dijo que iría al taller con un acompañante. Llegaron, comenzamos a charlar pero, si soy sincero, yo no sabía quién era esa persona. Le cuento a mi esposa, Diana Miller, que había ido al taller Josep Roca, y bueno, me dice: ¿¡Josep Roca estuvo en el taller!? Y comienza a contarme quien era este importantísimo personaje de la gastronomía mundial. Roca, cuando vio mi obra como ceramista, me invitó a realizar una vajilla de 800 piezas para una gira de varios meses que él y sus hermanos harían por México. Así fue mi acercamiento al tema de hacer vajillas”.

 

Después, otros restaurantes le pidieron que les hiciera sus propias vajillas, en las cuales, hay mística y minimalismo porque, como el artista señala, una pieza que contiene comida, nunca debe ser protagonista, sino complemento o escenario donde se presenta la estrella, que es el manjar elaborado por un chef. En los platos diseñados por Adán se pueden percibir desde una reinterpretación de los ojos del dios Tláloc, las grecas de algún vestigio hasta las olas del mar. Todo queda decantado en piezas para que lleguen a un resultado final en el que plato y alimento logren una textura visual que invite a llenar todos los sentidos.

 

Adán Paredes

 

Exposiciones, ¿Qué nos puede comentar?

“Muchas exposiciones, primero colectivas, después individuales, en diferentes museos y galerías tanto en México como en el extranjero. También, algunas colecciones cuentan con obra mía, como el Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán, en la Fundación Gruber Jez, en el Centro de las Artes de Banff, en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, en el de Arte Latinoamericano de los Ángeles, en la Universidad Tsinghua, en Beijing, China, entre otros recintos”.

 

De la obra reciente, ¿qué nos puede contar?

En meses recientes realicé una obra que me encantó, se llama La Familia, y se encuentra en el Buena Vista Arts and Cultural Park, en Brownsville, Texas. Fue inaugurada en septiembre de 2022. Es una pieza de gran formato, realizada en metal, la cual representa las raíces binacionales de un lugar como lo es esa ciudad fronteriza. Otra obra que ha gustado mucho es la reinterpretación lírica que hice del museo Anahuacalli, en metal y vidrio, titulada Umbral etéreo, la cual estuvo expuesta en 2021 en el Museo de Arquitectura del Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México. Realicé obra para un viñedo en el Valle de Napa, así como un reloj, una Rosa de los vientos, para el Hotel Waldorf Astoria, en Los Cabos, al mismo tiempo, sigo trabajando para coleccionistas”.

 

En este sentido, el maestro ha mostrado en años recientes, su incursión en otros materiales (como el metal o vidrio) y técnicas, como el grabado con colografía. Es un eterno investigador, arqueólogo de su propia vena creativa, de su caligrafía y lenguaje personal; amasador de sueños y ensueños que convierte con barro o con el material que sienta de su preferencia para el tema que desee abordar.

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