Revista Personae

CABEZA:

Calar calidad de elección

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Acostumbrados a elegir lo menos malo, y esto tiene larga historia, dicha práctica se lleva de manera generalizada usualmente en todas las actividades sociales, económicas y políticas de la sociedad en nuestro México moderno y lacerado por ese hábito que es parte, ya, de los derroteros de este barco que navega en aguas profundas sin ancla ni timón.

 

No hay un sentido preciso, conciencia, del significado de Calidad en la masa social, y en las esferas del poder cada cuál acuña el propio, y ello va ligado directamente a la economía de los grupos sociales. Tal carencia redunda en aceptar lo que se oferte sin mayor criterio o reflexión sobre su valor de cambio versus su valor de uso; basta con tener algo que se ajuste a la idea, a la esperanza, de que se hizo un buen trato al adquirir un bien, una mercancía cualquiera, o una idea machacada por la publicidad o, en dado caso, por la demagogia discursiva de políticos insaciables; sin recapacitar sí en verdad dará el servicio o resultado esperado. Así funciona el mercado, con ofertas espectaculares; espuma en mares convulsos. Pero reza el refranero “siempre lo barato cuesta caro”.

 

Define la Real Academia Española, en una primera acepción: “calidad es la propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor”. En una segunda, precisa: “Buena calidad, superioridad o excelencia”. Y esta definición metamorfoseada por las estrategias del mercado material e ideológico, es la que se vende en un país consumista como México, carente de una cultura para exigir y corroborar el cumplimiento de la Calidad.

 

CABEZA: Calar calidad de elección

 

El concepto se ha devaluado, degradado, a tal nivel que los hilos sueltos en las costuras que hilvanan el tejido social, ya ni quién lo vea o tome en cuenta. Se consume de manera mecánica, alejados de toda reflexión y razonamiento sobre la acción que se realiza. Así, lo mismo se aprovechan las ofertas de bienes materiales, ropa, muebles, inmuebles, alimentos, enseres domésticos y para el divertimento y distracción; qué las expuestas para elegir gobernantes y representantes de elección popular.

 

Todo va de voz en voz, los consorcios lanzan su publicidad, la masa enajenada se encarga del resto: “en tal tienda departamental hay rebajas de 50 por ciento”, “hoy es el día de plaza, lleva alimentos al dos por uno”, “por cambio de temporada, lleva electrodomésticos con 40 por ciento de rebaja”, vaya, todo más barato y los mercaderes aseguran “es de buena calidad”, aunque el consumidor al poco tiempo descubre lo contrario, pero escasamente reclama, y nunca castiga. Esta situación, ya es cultura en la sociedad mexicana: ¿resignados?, sí, posiblemente sí, los consumidores se encojen de hombros y se consuelan; “al fin que me costó bien barato”, y aquello se convierte en consumir para desechar, sin temporalidad alguna, sin reflexión y razonamiento de por medio.

 

Esto, en la superestructura de la sociedad se traduce -en los periodos comiciales- en tomar lo que consideran los votantes “lo menos malo”; todos son malos, así lo demuestra la historia, no la conciencia de la sociedad, y el camino más práctico, más fácil, es ir por el sendero escandaloso, el que hace más ruido; no por el sensato, por que para ello se requiere razonamiento y una cultura que construya conciencia social, política y económica en la sociedad; algo muy lejano en México.

 

Esta práctica ya está enraizada en el pensamiento de la sociedad, que funciona más como autómata, que sólo responde a estímulos externos, meras percepciones sensoriales que le castran el razonamiento y ello le lleva a decidir en la misma ruta de las decisiones que se le imponen en ese proceso de enajenación en el que están inmersos.

 

Pero, esto, tampoco es mérito -de quererlo ver así- de la actual administración gubernamental. México tiene una historia en el “neomodernismo” de los últimos 500 años, en los que esta práctica de elegir “lo menos malo” se reproduce, así, por autómatas que cuando se expresan, se nublan los cielos. Y esto, precisamente esto, es lo que hace posible que lleguen al poder seres indeseables, sin escrúpulos, servidores de los intereses del gran capital multinacional, políticos encubiertos en verborrea camaleónica.

 

CABEZA: Calar calidad de elección

 

El costo social y humano que se paga por esa toma de decisión “de lo menos malo”, se traduce en algo mucho más allá de lo económico, social o político; significa el estancamiento del pensamiento. Es la cárcel de la evolución. Es reducir al ser humano a un matojo atrapado en las ciénegas de ignorancia, miseria, explotación, angustia, incertidumbre, castrado de su conciencia. Envilece y con ello forma ejércitos bárbaros para abonar la miseria humana, esa miseria que expresa el estado salvaje, pleistocénico, la involución social y humana.

 

En los procesos electorales una sociedad sensata, con conciencia social, daría su voto en blanco en unos comicios de un país como el México actual. Dejaría de elegir “al menos malo”: de buscar al más carismático. Dejaría de ver la apariencia y rezar credos dogmáticos.

 

La consciencia social va ligada a la madurez cultural y política de los grupos humanos. Y este binomio lo determina la estructura de la sociedad. Ese orden de las relaciones sociales de producción, es decir, la forma y fondo de cómo se relacionan las personas para reproducirse como especie en el desarrollo civilizatorio de la humanidad.

 

En ese terreno, México se mantiene enterrado en la inopia. Su historia, es la historia de la corrupción, inconciencia, apatía, demagogia, falsedad, mentira, simulación, impunidad, engaño, sumisión, servilismo, oportunismo, traición, entreguismo, saqueos, en suma, las calamidades que amalgaman la injusticia en su expresión más lacerante.

 

Y todo esto se ha visto reflejado, y comprobado, en cada proceso electoral que ha registrado la historia del país. No existe uno solo de los comicios que pueda distinguirse por su limpieza, y menos aún que el ganador resultante haya cumplido mínimamente con sus compromisos de campaña para llegar al bastón de mando de gobierno ¡De la Patria!, vaya silogismo. Pero, bueno, es mes patrio ¡Viva México! ¡Y sus alrededores! Tal vez, esta figura premonitora acote “lo menos malo” y cale los remos contra remeros obtusos.

POLÍTICA

Núm. 300 – Noviembre 2024