Revista Personae

TERMINEMOS EL AÑO CON UN PROPÓSITO…

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Otro año que termina, el recuento de lo que muchos contarán como éxitos, otros como experiencias, otros tantos dirán que fueron metas, logradas o no, pero que al final del día, cada uno lo tomará con el enfoque que quiera ver la vida… Se termina un ciclo y la reflexión en muchos de nosotros llega con una gran dosis de alegría, en otros con un aire de nostalgia, pero en cada uno de nosotros queda algo que seguramente nunca olvidaremos. Así se marcan los recuerdos, como tatuajes imborrables de la vida.

Hoy no tengo datos históricos, ni datos curiosos, ni características que debemos saber de esto o lo otro, más bien, tengo un sentimiento que quisiera que todos compartiéramos como lo es la Gratitud.

 

Terminemos el año con un propósito…

 

¿Qué harías si mañana despertaras tan sólo con lo que agradeciste hoy?, mi frase favorita por excelencia, y mi doctrina desde hace varios años, ya que sin esta frase no recordaría que la vida siempre premia a los agradecidos, a los que valoran lo que tienen en la vida, poco o mucho, pero que agradecen los regalos del universo como el trabajo bien remunerado; los de Dios como la Salud; los de la Vida como lo son los hijos, y muchos otros tan cotidianos que a veces no nos damos cuenta, ni reparamos en agradecerlos. Tener un techo dónde dormir, un plato de comida en la mesa, agua caliente en la ducha, una familia en quién apoyarte y muchas otras cosas tan básicas que jamás tomamos en cuenta hasta que nos hacen falta.

Año Nuevo, una noche de celebración, de buenos momentos, de dicha y felicidad por un año que termina y otro que comienza lleno de oportunidades a lo largo del camino, que, si bien podemos aprovechar y trabajar para que así sea, también podemos perderlo con lamentaciones, pesimismo y quejas. La pregunta es, ¿con cuál de las dos opciones queremos terminar y comenzar?

Los objetivos personales son metas o deseos que se proponen las personas a sí mismas. Es decir, son desafíos que se plantean las personas porque consideran que de alguna forma su vida mejorará si los logran. Por ejemplo: perder peso, mejorar la postura, aprender a hablar inglés, etc. Y es que el propósito de vida es el porqué de nuestra existencia, el que da sentido a lo que hacemos y el que se convierte en una brújula moral y motivacional de nuestras acciones, decisiones y sacrificios. Es, en definitiva, la razón de ser. El propósito es una necesidad humana universal, sin él, nos sentimos carentes de sentido y felicidad.

¿De dónde proviene el propósito? ¿Qué es? A lo largo de casi dos milenios, discernir cuál es nuestro propósito en el universo ha sido una tarea fundamental para los filósofos. Aristóteles creía que al universo está lleno de propósito, y que todas las cosas tienen un impulso intrínseco. La palabra “propósito” proviene del latín proposĭtum, ánimo o intención de hacer o de no hacer algo. Para Aristóteles, el universo y todo lo que él contiene sigue una directiva esencial. Cualquier desviación de esta, contradice a la verdad y la realidad. La teleología se ocupa del orden, la estabilidad y el logro.

En la Ética a Nicómaco, Aristóteles establece que nuestro propósito es la felicidad o eudemonía, el “buen ánimo”. La felicidad consiste en una vida ordenada y prudente. Los buenos hábitos, una mente sana y una disposición a la virtud son algunos de los pasos que nos conducen a ella. Para Aristóteles, no hay nada más fundamental para nosotros. De muchas maneras, seguimos pensando como Aristóteles. Casi todos luchamos por ser felices. Hoy en día, el dogma prevalente, es que el carecer de propósito y el desorden son nihilistas. Ya sea que estés reflexionando sobre un gran cambio en tu vida o recuperándote de un trauma, el que te digan que la vida carece de propósito puede ser devastador. Es más posible que estés buscando una explicación más trascendental. O puedes simplemente estar buscando lo que esa cosa o persona significaban para ti.

 

“Todos somos importantes, los unos para los otros. El sentido comienza y termina con la manera en que hablamos sobre nuestras propias vidas, como también nuestros mitos e historias”.

 

El propósito surge de nuestro anhelo de permanencia en un universo siempre cambiante. Es una reacción a la indiferencia del universo hacia nosotros. Creamos cuentos sobre el mundo y nosotros como contornos, cuerpos-fantasma, de la inevitabilidad de la pérdida y el cambio. Los mitos parecen atemporales, tienen lo que Blumenberg llama una constancia icónica. Los cuentos pasan de una generación a otra, a menudo convirtiéndose en tradiciones, costumbres, e incluso leyes e instituciones que dan orden y sentido a nuestras vidas. El propósito se origina en la durabilidad de la sabiduría popular humana. Nuestros cuentos sirven como directivas de la manera en que necesitamos que el mundo exista.

Un universo indiferente también nos ofrece una justificación poderosa y atractiva para vivir con justicia y satisfacción porque nos permite anclar nuestra atención aquí. Nos enseña que esta vida importa y que solo nosotros somos responsables de ella. El amor, la amistad y el perdón existen para nuestro beneficio. La opresión, la guerra y los conflictos son auto infligidos. Cuando nos preguntamos cuál es el propósito del ataque con armas químicas a los niños sirios en la provincia de Idlib o la tortura y el asesinato de hombres homosexuales en Chechenia, no debemos solo pedir una explicación a Dios o al Universo, sino a nosotros mismos, a las mitologías arraigadas que impulsan esas acciones, y luego rechazarlas cuando las instituciones a las que dan fundamento cometen actos horribles.

 

Terminemos el año con un propósito…

 

Lo cierto es, que todos los seres humanos ya conocemos cuál es nuestro propósito, el problema es que lo hemos olvidado. La razón por la que muchas personas se han sentido perdidas a la hora de buscar su propósito es simple: Debido a la educación que hemos recibido, a la sociedad o a lo que otros nos dijeron que debía ser nuestra vida, nos hemos ido desconectando de nosotros mismos, de quienes realmente somos. Esto conlleva a su vez una desconexión de nuestros sueños, de las cosas que realmente deseamos. Así, nos desconectamos de nuestro propósito. ¿Y si nos sentimos perdidos a la hora de buscar nuestro propósito? Hay formas de reconectar con nuestra esencia. Esto lo hacemos a través de nuestra manera de reflexionar. Ten en cuenta que llevamos muchos años condicionados por lo que otros nos enseñaron que debíamos hacer, por lo que es importante que identifiques dentro de ti esas creencias. Propósito no es sinónimo de productividad. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la productividad puede darse como producto de haber descubierto el propósito.

La productividad es un conjunto de acciones tangibles que hacemos día tras día. Se entiende que se trata de tareas tangibles que realizamos con un valor producido en las que, a su vez, invertimos tiempo. Sin embargo, esas tareas productivas pueden llegar a estar alineadas con nuestro propósito o no. Es por ello por lo que podemos sentirnos comprometidos e involucrados o no con lo que estamos haciendo.

Sin embargo, el propósito de vida te lleva a trazar una hoja de ruta, un plan, una meta, a conectar con el cumplimiento de nuestros objetivos y de aquello que realmente deseamos. Por ello, cada acción que hagamos en pos de esa meta estará colmada de motivación, nos sentiremos bien al realizarlas, estaremos comprometidos con que los resultados reflejen lo mejor que podemos dar; mientras somos productivos estaremos conectados con el bienestar y la alegría, con una actitud positiva y saludable. Creo que la diferencia salta a la vista: El encontrar nuestro propósito en la vida es una elección. 

Así que date un momento para pensar en las mitologías que fundamentan tu propósito. Yo también reflexionaré sobre las mías. El universo, en cambio, no lo hará. Y esta puede ser la distinción con más sentido de todas.

Detente un momento, reflexiona en todas las cosas que te movían en tu niñez, experimenta las sensaciones que te produce hacer lo que te gusta, estar con la gente que aprecias, observa los resultados y pasa a la acción. Hay muchas cosas que puedes hacer a la par de un trabajo formal, aunque tal vez llegas al punto de dejar el uno por el otro.

Termina este año agradeciendo y visualizando lo que trae el próximo. La vida es un suspiro, no lo desperdiciemos en banalidades o buscando quién la hizo y quién la pague, aprovechemos la vida, aprovechemos el tiempo y aprovechemos a las personas, a nuestras personas.

 

Ríe, ama, disfruta, goza, aprende, abraza.  Colecciona momentos.

MISCELÁNEO

Núm. 300 – Noviembre 2024