LA ADAPTACIÓN GRÁFICA DE “EL INFINITO EN UN JUNCO”
De Irene Vallejo
- EXLIBRIS
- enero 2024
- Bernardo González
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Al mal tiempo buena cara, sobre todo en los días que nos ha tocado vivir pese a los gélidos días de fin de año y no solo por los embates oficiales contra las instituciones autónomas que han hecho posible la división de poderes en México. Siempre trato de no ser quejica consuetudinario y disfrutar de la corta vida de acuerdo a lo que escribió el poeta latino Quinto Horacio Flaco: Carpe diem quam minimum credula: “aprovecha el día, no confíes en el mañana”.
Bastante mal están las cosas como para empeorarlas aún más. Por ello, escribo esta EX LIBRIS con el ánimo de que el 2024 empiece con una visión optimista. Y qué mejor que la primera colaboración del año de elecciones lo dedique a celebrar la adaptación gráfica de uno de los libros más hermosos que he leído: El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, de la filóloga española Irene Vallejo Moreu, cuya primera edición apareció en 2019, bajo el sello de Editorial Siruela en Madrid. La adaptación gráfica de este excelente libro primero apareció en España en septiembre del año que recién finalizó y en México al siguiente mes. El ilustrador del volumen es Tyto Alba, autor de cómics, originario de Badalona, Cataluña, donde nació en 1975. El infinito en un junco, ya ha sido traducido a 35 idiomas y sus ediciones suman más de un millón de ejemplares. Alba ya ha recibido el Premio Junceda en la categoría de cómic y el Premio Ciutat de Palma (de Mallorca, Baleares). Mientras que la versión original de la filóloga zaragozana cuenta con doce premios españoles y extranjeros, incluyendo el Henríquez Ureña 2022 de la Academia Mexicana de la Lengua, y el Nacional de Ensayo de España y el de la Asociación de las librerías de Madrid.
De entre todos los comentarios recibidos, resalto las palabras del escritor, filósofo y divulgador de la cultura, el italiano recién fallecido Nuccio Ordine, del que hemos comentado algunos títulos en Personae, en sus respectivas EX LIBRIS.
En su momento, hace cuatro años, Personae presentó en esta misma columna la aparición de El infinito en un junco. Presunciones aparte, la modesta revista que dirige Ramón Zurita Sahagún fue de los primeros medios impresos mexicanos que dedicó el merecido espacio a Irene Vallejo. No podía ser menos. El ensayo de la juvenil filóloga egresada de la Universidad de Zaragoza y de Florencia es un canto fuera de lo común al amor por los libros, canto que ya han leído millones de personas en por lo menos 35 idiomas. Ahora, este volumen —que ya hizo historia allende y aquende el océano—, se aventura con otros vuelos en adaptación gráfica gracias a la calidad del dibujante Tyto Alba, con ilustraciones que nos trasladan a todos los escenarios descritos por Irene Vallejo en su libro original, sean los campos de batalla de Alejandro Magno, los dominios de Cleopatra, las primeras librerías y los talleres de copiado manuscrito, sin dejar de lado las hogueras donde ardieron códices prohibidos, o las bibliotecas destruidas de Sarajevo y el laberinto subterráneo de Oxford en el año 2000, cuando terminó el siglo XX, la centuria de las dos guerras mundiales.
Los dibujos y acuarelas que narran la historia —originalmente en las páginas de El infinito en un junco— de una recopilación de hojas encuadernadas e impresas sobre infinidad de temas, cuya elaboración empezó a realizarse hace 5,000 años, cuando los egipcios descubrieron el potencial de un junco al que llamaron papiro, hicieron posible que los seres humanos (de todas las características más allá del color de piel y de sexo) participaran de las aventuras colectivas de quienes han salvaguardado —voluntaria e involuntariamente—, los libros desde entonces. Nada más, nada menos.
Por todo esto y algo más, El infinito en un junco, cuenta ya más de 50 ediciones y se ha publicado en más de 50 países.
De las 185 páginas de la adaptación gráfica, la 32 y la 33 están en negro, y en esta en la parte baja, hay un dibujo a tinta casi desvanecido de una persona desnuda, rodeada de algunas caras que la observan, leyendo un libro. En ambas hojas, hay un texto calado en blanco que dice: “Hablemos por un momento de ti, que lees estas líneas…/Ahora mismo, con el libro abierto entre las manos,/ te dedicas a una actividad misteriosa e inquietante,/ aunque la costumbre te impide asombrarte por lo que/ haces. Piénsalo bien. Estás en silencio, recorriendo con la vista hileras de letras que tienen sentido para ti y te/ comunican ideas independientes del mundo que te rodea/ ahora mismo.//
“Te has retirado, por decirlo así, a una/ habitación interior donde te hablan personas ausentes,/ es decir, fantasma visibles solo para ti (en este caso,/ mi yo espectral) y donde el tiempo pasa al compás de tu/ interés o tu aburrimiento. Has creado una realidad/ paralela parecida a la ilusión cinematográfica, una/ realidad que depende solo / de ti.//
Sigue el texto en la página 33: “Tú puedes, en cualquier momento, apartar/ los ojos de estos párrafos y volver a participar/ en la acción y el movimiento del mundo exterior./ Pero mientras tanto permaneces al margen, donde tú has elegido estar.//
“Hay un aura casi mágica en todo esto”.
El misterio de la lectura en silencio y a solas.
De todos los capítulos ilustrados del libro, elegimos reproducir el titulado LIBRERO: OFICIO DE RIESGO, acompañado de doce dibujos, con sus respectivos textos. Escogí este capítulo porque Vallejo lo dedicó a comentar un libro que me llegó al tuétano, publicado por Helene Hanff en 1970, titulado 84, Charing Cross Road domicilio de una librería donde el personaje del libro compraba, por correspondencia, sus libros. Al toro: —“Con veinte años, y una escasa beca, Helene se instaló en Manhattan para inaugurar su vida de escritora. Malvivía como guionista de televisión mientras creaba, una tras otra, decenas de piezas que nadie quería producir. Su mejor obra, que fue creciendo y tomando forma lentamente durante los siguientes veinte años, inició de la forma más inocente y más imprevista. Helen tropezó con un minúsculo anuncio de una librería londinense especializada en libros agotados. En el otoño de 1949, envió su primer pedido al número 84 de Charing Cross Road”.
—“Los libros, asequibles gracias al cambio de moneda, empezaron a viajar a través del océano. Desde el principio, Helene envió a la librería algo más que frías listas y el dinero de los pagos correspondientes. Sus cartas explicaban el placer de desembalar el libro recién llegado y acariciar las páginas de un hermoso color crema, suaves al tacto;// “su cómica decepción si la obra no estaba a la altura de las expectativas previas, sus impresiones al leer los textos, sus apuros económicos, sus manías. El tono, al principio envarado, de las respuestas que enviaba el librero, llamado Frank, se fue relajando con el paso de los meses y las cartas”.//
—“En diciembre, llegó a Charing Cross Road un paquete navideño de Helene para los empleados de la librería. Contenía jamón, latas de conserva y otros productos que, en la dura posguerra inglesa, solo se podían conseguir en el mercado negro. En primavera, ella pidió a Frank, por favor, una pequeña antología de poetas *que sepan hablar del amor sin gimotear* para leerla al aire libre, en Central Park”.//
—“Lo extraordinario de esas cartas es como dejan entrever lo que no cuentan. Frank nunca lo dice, pero es indudable que se deja la piel recorriendo grandes distancias a la búsqueda de los libros más bellos para Helene. Una emoción sin palabras y un deseo callado se infiltran en esta correspondencia comercial que ni siquiera es privada, porque Frank saca una copia de cada carta para el archivo del negocio”//
—“Transcurren los años y los libros. Frank, casado, contempla cómo sus dos hijas dejan atrás la infancia y la adolescencia. Helene, siempre sin un céntimo, sigue subsistiendo gracias a la escritura alimenticia de guiones televisivos. Han depurado un lenguaje propio para comunicarse, limpio, sin sentimentalismos, reticente, plagado de frases ingeniosas para quitar hierro a su amor omitido.”//
—“Helene siempre anunciaba que viajaría a Londres en cuanto reuniera dinero para los billetes, pero un percance dental y las eternas penurias de la escritora retrasaban verano tras verano el encuentro. Su viuda escribió unas líneas a la norteamericana: “No me importa reconocer que a veces me he sentido muy celosa de ti”.//
—“Helene reunió todas las cartas y publicó la correspondencia de los dos en forma de libro. 84, Charing Cross Road se convirtió pronto en una novela de culto, adaptada al cine y al teatro. Después de décadas escribiendo piezas teatrales que nadie estaba dispuesto a producir, Helene Hanff triunfó en los escenarios con una obra que nunca pretendió serlo”//.
Hasta aquí hago la transcripción. El final de la historia la conocerán cuando lean la versión gráfica de El infinito en un junco. De otra forma, traicionaría a la autora y a los editores. No se vale. La versión gráfica cuesta $349.00; y la original, $350.10. ¡MUCHAS FELICIDADES! VALE.