Revista Personae

PROCRASTINACIÓN

¿Qué es eso?

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¿Qué es eso? Karla Aparicio

 

Dejar para mañana lo que se tiene que hacer hoy.

 

Hoy les vengo a hablar de una palabra complicada, que no sé para ustedes, pero para mí hasta es difícil de pronunciar. En estos últimos días la he escuchado varias veces, no sé si es porque está de moda y simplemente me la he topado. Es que casi suena espeluznante cuando la empiezas a utilizar, pero realmente entiendes que no hay otra forma de definir la conducta a la que representa.

 

La procrastinación:

Viene del latín procrastinare: pro, adelante, y crastinus: mañana.

Postergación es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse y que, por miedo a afrontarlas o pereza a realizarlas, terminas sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables. Es la preferencia inconsciente de la gratificación inmediata por sobre una potencial recompensa futura. Es decir, es lo que vas dejando para mañana, pero sabes que lo tienes que hacer hoy.

 

Es “lo tengo que hacer” pero hacer todo menos eso, es decir, lo que suele ocurrir cuando, en situaciones de estrés, tenemos un objetivo que cumplir. Les pongo un ejemplo personal, que estoy viviendo justo en el momento en el que escribo estas líneas: tengo que entregar este artículo a la editora de la revista, y he esperado atraer el deadline encima para ponerme con ello porque sabía que era una tarea que me iba a exigir mi cien por ciento de tiempo, concentración y atención. Soy capaz de hacer cualquier cosa antes que colocarme delante de la pantalla en blanco y poner los dedos sobre el teclado. De repente, la idea de ordenar la despensa, hacer ejercicio o ver un video en YouTube sobre cómo doblar la ropa de la forma más eficiente posible (cosa que tampoco nunca haré) me parecen ideas insuperables.

Y le doy largas y más largas para empezar, hago de todo, pero lo que NO hago es empezar a escribir. Lo evito lo más que puedo.

¿Te ha pasado? ¿Verdad que sí? ¿Te suena familiar?

Pues justo esto es “procrastinar”.

 

Hoy por hoy, esta gran y complicada palabra es una de las más buscadas en la RAE (Real Academia Española).

 

¿Te has preguntado por qué lo hacemos?

Déjame decirte que las raíces de la procrastinación son principalmente emocionales.

 

No procrastinamos únicamente por nuestra predisposición genética a la divagación, o porque no hemos sido suficientemente bien educados o porque nos falte energía. Lo hacemos porque la labor encargada nos genera un tipo de aversión: sentimientos de angustia, miedo y estrés, y sobre todo porque pensamos que hacerlo nos supondrá un estado indeseado que no nos aporta bienestar momentáneo.

Por lo tanto, cuando procrastinamos, no lo hacemos únicamente por nuestra falta de fuerza de voluntad, sino por las dificultades emocionales y la falta de herramientas para gestionarlas adecuadamente.

 

 

Lo que falla no es la gestión del tiempo, sino de las emociones.

Cuando las emociones relacionadas con la tarea a realizar no son placenteras (o, al menos, no lo son a corto plazo) porque nos va a demandar de toda nuestra concentración, nuestro cerebro rápidamente busca esta recompensa rápida en otra tarea más inmediata: un capítulo de una serie, ir a TikTok, dar like a tus amigos, pasar la escoba, hacer la compra… lo que sea.

 

Los expertos dicen que es porque en nuestros días ha incrementado el dejar para mañana lo que tienes que hacer hoy. Nos comentan que, por una parte, nos enfrentamos más a situaciones de estrés, pero, por otra, tiene su explicación en que el mundo moderno de hoy está sobrecargado de hiperestimulación, como la infinita información en internet o el fácil acceso a las redes sociales (que nos permiten procrastinar mejor y más fácil, es decir, nuestra manera predilecta de no hacer lo que realmente tenemos que hacer es entrar a Facebook, a TikTok o subir una foto a Instagram).

Levante la mano el que no haya pasado por esto.

 

¿Qué es eso? Karla Aparicio

 

¿Por qué lo hacemos cada vez más? ¿Por qué evadimos?

He estado revisando a varios expertos que hablan sobre el tema y me encuentro que es por 3 grandes motivos:

 

  1. Proyectos Complejos

Dividir la tarea pendiente en un conjunto de tareas más pequeñas

El mayor de los motivos es porque el cerebro no está preparado para hacer tareas grandes ni proyectos complejos y porque no hemos partido las tareas en partes más pequeñas. Cuando los expertos hacen algo muy bien, es precisamente porque lo dividen. Por ejemplo, los cirujanos, cuando tienen una operación, lo van viendo por fases, quizá 15 o 20, y el terminar cada una les refuerza la idea de hacer las cosas bien. Nunca piensan en la operación completa. De esa forma, tienen varios pasos en los que sentir la satisfacción que causa el lograr los objetivos.

 

  1. Cansancio Cognitivo

El cansancio cognitivo es muchísimo mayor de lo que creemos. Nuestro cerebro lleva millones de años evolucionando y nunca había vivido este tiempo de sobreinformación desmedida, por eso están tan cansados y no nos damos cuenta. Vemos como normal estar bombardeados de información, y esto supone un gran esfuerzo para el cerebro a la hora de procesarla, además de que no retenemos todo lo que recibimos y esto algunas veces crea frustración y a veces la procrastinación no es más que descansar un rato.

 

  1. Cultura de la inmediatez

La cultura de la inmediatez también es otra causa, y creo que es la más alarmante. Antes necesitábamos más tiempo para acceder a la información, hoy está todo al alcance de la mano. Esto es lo que nos hace estar sobreestimulados y lo que nos genera la idea de que todo es muy accesible y rápido. Cuando tenemos que entregar una tarea que es más compleja y larga, el miedo a no tener una satisfacción inmediata por su finalización, nos lleva a posponer y a buscar otras tareas que nos traiga una recompensa rápida, aunque sean más fáciles y de carácter secundario. Es por esto que nos estamos volviendo adictos a la dopamina que se libera en respuesta a estímulos inmediatos como lo son las redes sociales, los videojuegos o las drogas, pero no a los proyectos más complejos o a largo plazo. Esta reacción automática provoca que prefiramos actividades gratificantes a muy corto plazo sobre aquellas que son importantes, pero no tan gratificantes en el momento presente: como hacer ejercicio, estudiar o comer sano.

 

¿Qué es eso? Karla Aparicio

 

Ahora que ya somos conscientes de que somos unos grandes procrastinadores (me incluyo), ¿cómo podemos evitar la procrastinación?

 

Te propongo unas cuantas ideas que no son la solución definitiva, pero que, seguramente, ayudarán a mejorar ese aspecto de ti mismo.

  1. Identifica la emoción. Todos nos conocemos a nosotros mismos, pero siempre podemos conocernos mejor. Hay que buscar cómo se siente nuestro cuerpo ante las tareas que nos hacen procrastinar.

¿Responde todo el cuerpo de la misma manera, o las sensaciones de rechazo se centran en una parte concreta? ¿Qué emociones van ligadas a esa sensación y de dónde pueden surgir éstas? Todo esto puede darnos muchas pistas para resolver la dificultad sin focalizar directamente en la tarea que tendemos a evitar.

 

  1. Hacerse un poco amigo de la Procrastinación

Aceptar cierto nivel de procrastinación. Ponernos un objetivo realista a la hora de domesticarla, no estamos luchando contra ella. Porque no olvidemos que la creatividad tiene que ver con la divagación. Einstein decía que sus fórmulas matemáticas se encontraban cuando estaba escuchando a Mozart.

 

  1. Eliminar estímulos

Encuentra un espacio donde haya el menor de los distractores, así será más fácil enfocarte. Por mi parte, guardo mi celular, porque todo lo que me ayuda a evadirme está ahí.

 

  1. Encontrar el placer en lo que hacemos.

Esto pasa cuando no nos centramos, porque creemos que ahí no va a haber placer, solo tensión, pero cuando logremos conectar y fluir, nos vamos a enganchar tanto que no queramos salir de ahí. Lo vamos a disfrutar.

Celebra cada vez que completes proyectos IMPORTANTES para entrenar nuestro cerebro a valorar las recompensas a largo plazo.

 

Del mismo modo que lo que sucede con otras habilidades de desarrollo personal, dejar de procrastinar lleva tiempo. Si es un hábito que hemos desarrollado con el tiempo, no podemos esperar que desaparezca de la noche a la mañana. En cambio, disfrutando del camino, poco a poco vamos a fluir y a procrastinar menos.

Yo ya terminé mi artículo, y no tienes idea de la satisfacción, orgullo y paz que siento, y lo festejaré con una deliciosa copita de vino tinto que me encanta, para que mi cerebro registre que también hay recompensas a las tareas difíciles. Espero que este, mi granito de arena, aporte a tu vida o, a lo menos, te haya ayudado a aprender una nueva palabra, si es que no la conocías. A mí ya ni trabajo me cuesta pronunciarla, por todas las veces que la busqué, la leí y escribí. ¡¡¡Bravo por mí!!!

 

Con Ka-riño

Karla Aparicio

MISCELÁNEO

Núm. 300 – Noviembre 2024