Revista Personae

LA CENA DE ALGUIEN MÁS

La relación entre humanos y animales ha evolucionado significativamente

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A lo largo de la historia, la relación entre humanos y animales ha evolucionado significativamente. Lo que comenzó como una asociación basada en la utilidad ha llegado a convertirse en un vínculo emocional profundo. Las mascotas han pasado de ser simples compañeras de trabajo a miembros muy queridos de nuestras familias, mereciendo el mismo cuidado y atención que cualquier otro ser querido. Sin embargo, este vínculo también nos expone al dolor de la pérdida cuando la naturaleza actúa de manera inesperada, recordándonos que nuestras compañeras, aunque amadas, son parte de un mundo salvaje que a veces se cruza con el nuestro. 

¿Qué sucede cuando la naturaleza interviene en la cadena alimenticia?  

Imagina el dolor de perder a una querida mascota a manos de un depredador como un coyote. Este escenario, aunque difícil de procesar, es una realidad en muchas áreas donde la urbanización ha invadido el hábitat natural de la fauna silvestre. 

 

Vaquito, un gato precioso que rescatamos y cuidamos por varios meses, encontró su nuevo hogar con mi vecina Margarita. Desde el primer día le tomamos muchísimo aprecio, y se convirtió en un miembro de la familia; nos llenaba de alegría a todos a su alrededor. Era un gato único, muy cariñoso, con una energía linda -como tienen los animales rescatados-, que lo hacía muy especial. 

 

Hace unos días, por la madrugada, lo vimos cruzar la calle, despreocupado, con la misma felicidad y rapidez que lo caracterizaba, como un rayo veloz. Todo parecía estar en calma, hasta que los perros de la cuadra comenzaron a ladrar de manera inusual. Algo no estaba bien, y esa sensación se hizo evidente cuando salí a la calle. 

Vi a Margarita en pijama y alterada, observando algo en el suelo. Le pregunté qué ocurría y, entre lágrimas, me dijo: “¡Los coyotes acababan de matar a Vaquito!”. ¡Mi corazón, como balde, se llenó de tristeza y desesperación! Corrí hacia ella, y allí estaba Vaquito, nuestro compañero, sin vida y con la mitad de su estómago devorado. Y es que Margarita había sorprendido a los coyotes a media cacería, sino se lo hubieran terminado, y aunque logró ahuyentarlos momentáneamente, ellos se mantuvieron cerca, todavía acechando a su presa.

 

Ver a Vaquito en esa situación fue desgarrador. Este evento nos impactó profundamente y nos llevó a reflexionar sobre la realidad de la vida salvaje y nuestra convivencia con ella. Días después, en el fraccionamiento donde vivimos, se organizó una charla informativa para abordar esta problemática. El biólogo Luis Cayo, director de la Unidad de Acopio y Salud Animal, nos compartió su conocimiento sobre el tema. 

 

Nos explicó que la expansión de la mancha urbana ha invadido las reservas naturales, alterando el hábitat de la fauna silvestre. El puma, principal depredador y regulador natural de otros depredadores, ha sido casi erradicado, con apenas tres ejemplares sobreviviendo en el bosque que compartimos. Este desequilibrio ha llevado al aumento de coyotes, zorros, zopilotes y otros animales. 

 

El biólogo nos recomendó no dejar comida ni basura fuera de las casas, así como mantener a nuestras mascotas pequeñas y medianas dentro de casa, para que los coyotes no encuentren alimento en nuestros vecindarios y así incentivarlos a regresar a su hábitat natural. 

 

 

Razón y corazón 

Aquí es donde la realidad se vuelve dolorosa. Entiendo que la cadena alimenticia es natural, y comprendo que los humanos estamos invadiendo el espacio natural de la fauna. Día a día, la deforestación y la expansión urbana continúan destruyendo el hábitat de muchas especies. Pero cuando se trata de una mascota con la que has compartido tantos momentos, con quien has creado un vínculo profundo, todo esto es difícil de digerir. 

 

Algunas personas sugirieron que deberíamos haber dejado que los coyotes se llevaran a Vaquito, como su cena, para saciar su hambre, ya que él ya estaba muerto. Sin embargo, procesar esa idea es algo tremendamente complicado. Los sentimientos se mezclan: la razón entiende la lógica de la naturaleza, ¿pero, el corazón? este se rebela en contra de la brutalidad en acción con alguien a quien amas. 

 

Hoy, más que nunca, debemos proteger a nuestras pequeñas y medianas mascotas. Los coyotes que vimos esa noche eran cinco, y su tamaño era comparable al de Salsa, mi pitbull. No eran simples depredadores, sino una parte de una cadena alimenticia desequilibrada por nuestra intervención en su hábitat. 

 

La pérdida de una mascota a manos de un coyote no solo es un recordatorio doloroso de la cadena alimenticia, sino también de la fragilidad de nuestros vínculos emocionales con los animales. 

 

Reflexionando: 

La evolución de nuestra relación con las mascotas ha traído mucha alegría, pero, también, dolor. El amor que sentimos por nuestros animales de compañía es profundo, y cuando enfrentamos la pérdida, especialmente de manera violenta y repentina, es natural que experimentemos una mezcla de emociones: tristeza, enojo, confusión y culpa. 

 

Pero este dolor también nos recuerda la importancia de ser vigilantes en el cuidado de nuestras mascotas, especialmente en áreas donde la fauna silvestre sigue siendo una presencia activa. Al tomar medidas preventivas, podemos reducir el riesgo de tragedias, aunque nunca podremos eliminarlas por completo. 

 

Reunión de tres

Hay algo que aún no logro comprender del todo: cómo Margarita y yo nos conectamos tan profundamente esa noche. Ambas salimos a la calle en medio de la madrugada, como si algo dentro de nosotras supiera que era el momento de despedirnos de Vaquito. Fue como si, de alguna manera, él nos hubiera llamado a las dos, reuniéndonos por última vez. Los tres, otra vez juntos, para decir adiós. 

Vaquito ya no está con nosotros, pero su historia es un recordatorio de la complejidad de la vida salvaje y nuestra relación con ella. Nos enseña la importancia de proteger a quienes amamos, y nos hace reflexionar sobre el impacto de nuestras acciones en el mundo natural.  

 

Vaquito siempre será parte de nuestras vidas y nuestros corazones, un pequeño ser que nos unió en el amor y en la despedida. 

MISCELÁNEO

Núm. 298 – Septiembre 2024