Revista Personae

LOS MUERTOS DEL DISLATE OFICIAL

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Reza el refrán, muy a modo en estos tiempos pandémicos, “no muere el que agoniza, sino al que le toca”: unos, que gobiernan, hacen referencia a esto en sus propias palabras y actitudes con maneras desafiantes, subestiman la realidad letal que engloba la pandemia de Covid-19. Otros, los gobernados en su mayoría les creen y escudados en ese credo se empujan a sí mismos al tocadero donde la agonía es infinitamente más cruel y dolorosa de lo que unos y otros podrían imaginar.

Es así como la imprudencia, deliberada o fortuita, hace presa fácil de la sociedad en todos sus sectores y niveles y la convierte en un amasijo de contradicciones, mentiras y banalidades que sólo alimentan la extrapolación social por miedo, rencor y odio, lo que amalgama un comportamiento segregacionista en la más vergonzosa ignorancia colectiva

 

El Gobierno, con sus funcionarios domesticados, ignora los protocolos establecidos a nivel mundial para contener los contagios virulentos; aparece en las pantallas de TV y difunde mensajes en las redes sociales inmutable a esas medidas que recomiendan el uso de cubrebocas y mantener una distancia de 1.5 metros entre personas. Y lo predica con el ejemplo al no adoptarlas, aunque en su discurso volátil dice escéptico lo contrario. Esa conducta lo que proyecta en el lenguaje de las imágenes es el complejo de la insignificancia que obliga al individuo a recurrir a cualquier estratagema para sentirse incluido en el entorno social, para destacar como superhombre, sabedor de su pequeñez humana.

 

Las expresiones de eso están documentadas en los medios de comunicación masiva que han difundido hasta el cansancio esos actos, al igual que han documentado casos de personal médico y personas contagiadas con el virus, agredidos por quienes se consideran sanos e inmunes, aunque eso sólo exista en su cabeza. Otro ejemplo son los enfermos covid que murieron en sus casas o en algún vehículo durante el traslado que busca un centro de salud que los atienda, porque fueron rechazados en los hospitales al no cumplir los requisitos de contar con la prueba que los acreditara como contagiados, pero tampoco hay materiales suficientes para realizar dichos análisis.

 

Desde el pódium gubernamental se dictó una estrategia como medida docta, con precisiones y estadísticas omnipotentes que hoy la realidad demuestra su arbitrariedad y sosería. Ni los organismos internacionales especializados en el tema, como la OMS, ONU, OMM, se atrevieron a articular tales pronósticos: al contrario, recomendaron a los gobiernos cautela, prudencia y sensatez en el tratamiento de la pandemia, por una poderosa razón, se trata de un virus nuevo que se debe estudiar con precisión y tiempo para poderlo combatir de manera eficaz y eficiente. Pero eso en México cayó en saco roto.

 

Los muertos del dislate oficial

 

El costo en vidas y económico, aún no se puede precisar porque se desconoce en gran medida el comportamiento del virus y la información que se esparce en las redes sociales es cada vez más confusa y poco confiable, con lo que se dio pie a que surjan por aquí y por allá las fórmulas y medicamentos milagrosos para acabar con el virus, que además de fraudulentos resultan ser un gran peligro para quienes los consumen, por carecer de un soporte científico en su elaboración y todo esto contraviene a las investigaciones serias, responsables de instituciones científicas que trabajan en la elaboración de la vacuna contra el Covid-19 y los tratamientos médicos para su atención.

 

Pero lo que sí se ve es que el sector social más pobre continuará aportando el mayor número de muertos por el virus, independientemente de hasta dónde llegue la cifra. La masa a la que el Gobierno dio por llamar pueblo bueno y sabio y que en algún momento despreció con el mote de solovinos, es el más vulnerable por no poder cumplir por razones económicas con los protocolos preventivo para evitar el contagio.

 

En días anteriores, Héctor Hernández Bringas, doctor en Ciencias Sociales del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIMM) de la UNAM dio a conocer su estudio «Mortalidad por COVID-19 en México. Notas preliminares para un perfil sociodemográfico», en el que demuestra que la nueva cepa del coronavirus es más letal en la población vulnerable de escasos recursos económicos. Vaya, los más pobres.

 

“La investigación toma como base las estadísticas de la Secretaría de Salud y los certificados de defunción expedidos hasta el pasado 27 de mayo, donde también se desprende que el 70 por ciento de los muertos por Covid-19 son hombres y por esta enfermedad fallecieron 2.1 hombres por cada mujer”, establece el documento.

 

En la investigación el doctor Hernández Bringas puntualiza que alrededor de 84 por ciento de los muertos por covid-19, se concentran en ocho categorías de empleo, entre los que destacan los no remunerados: amas de casa, jubilados y pensionados, así como empleados de sector público, conductores de vehículos, profesionales desempleados. En general los decesos entre los desocupados significan 46 por ciento de las estadísticas mortales por covid.

 

Y por qué los pobres son el sector social más vulnerable en la pandemia: son diversas las razones que explican esto, las principales se resumen en su ingreso, acceso a la salud, alimentación y vivienda. Son los que viven al día, si no salen a trabajar diario no hay dinero para comprar comida, pagar renta y servicios; viajan en transporte público donde los protocolos sanitarios no existen, habitan viviendas que constan de dos o tres habitaciones en las que no se logran distinguir las divisiones convencionales de una vivienda digna: sala, comedor, cocina, recámara y baño, y cuando se cumplen esos espacios, la superficie total habitada por un mínimo de cuatro personas (llegan a ser diez) es menor a 60 metros cuadrados, sin lugares externos como terrazas o patios.

 

El Coneval explica que el valor de la línea de pobreza por ingresos urbana (2016) se estimó en 2,648.46 pesos mensuales, y se estima que por esta razón hay rezago en más de 14 millones de viviendas en el país, en la mayoría de los casos el ingreso es uno de los principales factores asociados: 57.9 por ciento de los hogares que se ubican en los primeros cuatro deciles económicos (los cuales, en su totalidad, cuentan con ingresos por debajo de la línea de pobreza por ingresos) presentan rezago de vivienda (INEGI, 2015). México tiene 35.1 millones de viviendas habitadas por 117 millones de personas.

 

Y en estas condiciones vive alrededor de 60 por ciento de la población nacional, unos 70 millones de mexicanos, conformada por niños, adultos y ancianos, como los que están muriendo por covid. El documento de Héctor Hernández precisa que “71 por ciento de los hombres fallecidos tenía entre 40 y 69 años. Entre varones el 9 por ciento tenía menos de 40 y el 20 por ciento tenía 70 o más años. Entre mujeres, se encuentra un patrón similar: el 65 por ciento de los decesos se produce entre los 40 y 69 años, el 27 por ciento en los setenta y más, y el 9 por ciento antes de los 40″.

 

Los muertos del dislate oficial

 

Y la mayoría de esas muertes se registraron en hospitales públicos, es decir, a los que acuden quienes no tienen acceso a la seguridad social del IMSS y el ISSSTE o algún seguro privado de gastos médicos, que son más de la mitad de la población del país.

 

Mientras tanto, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que es un organismo especializado de las Naciones Unidas, integrado por 193 Estados y Territorios Miembros, plantea que, “el conocimiento sobre la dinámica de la pandemia Covid-19 en los próximos dos años es un tema de gran importancia y urgencia para los gobiernos de todo el mundo. Las decisiones clave de importantes consecuencias económicas están fuertemente influenciadas por los modelos de previsión epidemiológicas, y los factores de modificación de propagación asociados con el entorno físico deben tenerse en cuenta en estas previsiones”.

 

“En el contexto de los mecanismos de transmisión interpersonales conocidos, entre los individuos susceptibles, en la actual ola de la pandemia, la forma en que los factores ambientales deben incorporarse a los modelos y escenarios epidemiológicos sigue siendo cuestionado. Los primeros análisis de las asociaciones ambientales con tasas de aumento de casos, recuento total de casos y tasas de mortalidad de COVID-19 han dado resultados mixtos e inconclusos.

 

“Esto puede atribuirse a una combinación de un breve registro de datos, limitaciones en la calidad e interpretabilidad de los datos de casos, diferentes enfoques metodológicos, la rápida expansión de la nueva enfermedad en todo el mundo, en poblaciones susceptibles, la complejidad de identificar y desenredar los factores ambientales de otros factores, y el hecho de que ningún país haya experimentado todavía un año completo de variación climática estacional mientras está expuesto a SARS-COV-2”, precisa.

 

Y en este contexto, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), advirtió el lunes 13 de julio que «si no se siguen los principios básicos, la pandemia irá peor y peor. El virus sigue siendo nuestro enemigo público número uno, pero las acciones de muchos gobiernos y ciudadanos no lo reflejan», precisó y puntualizó que «los mensajes confusos de algunos líderes están minando una herramienta vital para cualquier respuesta sanitaria, como es la confianza».

 

Es así como, de acuerdo con la OMS, hoy América es el epicentro de la pandemia. Y en México la estulticia de los gobernantes para tratar esta emergencia es el pan que alimenta el día a día de la población más necesitada, para caminar de la mano, codo a codo con la letalidad del virus asiático.

POLÍTICA

Núm. 300 – Noviembre 2024