JON LEE ANDERSON
El cronista de Latinoamérica
- PERIODISTA
- noviembre 2020
- Patricio Cortés
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En esta ocasión pudimos charlar con uno de los periodistas más destacados del orbe, Jon Lee Anderson, testigo de conflictos internacionales, fue el reportero que descubrió la tumba del “Che” Guevara y el cronista de lo que se llamó la Marea rosa (ascenso de los gobernantes de izquierda en Latinoamérica) cuya hecatombe documenta en Los Años de la espiral, editado en México por Sexto piso.
Expone la debacle de la marea rosa: “Creo que hay varios factores, uno (de ellos) es por la corrupción. La izquierda tiene que reconocer que parte de su flaqueza es que se corrompió, no todos y no estoy señalando mandatarios necesariamente, pero yo creo que se dejaron corromper en el poder, tuvieron la paradoja de ser socialistas llegando al poder en países capitalistas, intentando hacer alianza con el gran capital en sus países y en algunos casos se los tragaron vivos y en otros se corrompieron”.
Prosigue: “Otras de las flaquezas, el culto de la personalidad que se vivió en algunos de los de los gobiernos de izquierda, que tampoco es necesariamente una manera de perdurarse en el poder. Hay que construir bases serias para cualquier movimiento político y el mesianismo, el culto de la personalidad, el caudillismo, no es la mejor forma de hacerlo. Eso también creó oposición que supo manipular y explotar la situación a su favor. El tercer factor primordial ha sido la caída del boom en los commodities, es decir, el chavismo subió con el alza en el precio del petróleo y prácticamente murió con la bajada; lo mismo pasó en Brasil y en gran medida esa espuma, pasional casi, de la izquierda de finales de los años 90 y la década antepasada fue solventado y se dio fuerza con el dinero y la economía pujante que ofrecía el volumen, los precios de los commodities de la época y hoy se han debilitado esas economías. No hay ninguno que sea determinante, pero en esa santa trinidad de factores, creo que son ineludibles para que una izquierda se mire al espejo y vea cuáles son sus talones de Aquiles y, a partir de ahí, construirse una nueva postura, un replanteamiento”.
De hecho, hemos visto que los movimientos progresistas giran en torno a líderes o caudillos, cuando dejan el poder, el movimiento cae. El periodista ahonda: “Es una de las grandes flaquezas y uno de los factores de su eclosión. Yo creo que la izquierda latinoamericana se tiene que apartar de ese modelo caudillista que un poco proviene de la época soviética, es el modelo Stalin, el mismo Fidel. Entonces deberíamos llegar a una izquierda más socialdemócrata, donde ni conocemos bien cuál es el apellido del líder de turno. ¿Acaso sabes cuál es el nombre del primer ministro de Suecia? Tampoco yo, de Dinamarca, de Noruega, tampoco. Algunos más a la izquierda, otro más derecha, pero son países socialdemócratas, las sociedades más logradas que hay y no sabemos ni quiénes son los líderes, porque no hace falta, funcionan. Eso es lo que ha de ser nuestro norte”.
El pretexto de la charla es su libro Los años de la espiral, Crónicas de América Latina, una recopilación de notas publicadas en The New Yorker durante la última década, el cierre del libro es el exilio de Evo Morales, por lo que parecería que se buscó hacer con ello el obituario de la Marea rosa, el autor aclara que fue meramente fortuito, obedeciendo a motivos cronológicos. “Tampoco fue mi intención que mi libro fuera, digamos, una especie de parábola sobre la izquierda. Ni su intención era describir la caída de la Marea rosa. Más bien me di cuenta de que se estaba dando y fue coincidencia”, expone.
Al ser norteamericano nuestro entrevistado y escribir básicamente para lectores estadounidenses, en el país más anticomunista, llama la atención su aparente cercanía a personajes que podrían considerarse comunistas, pero el periodista acota: “Mira, aquí hay 330 millones de norteamericanos, no todos son Donald Trump, Bush; es decir, hay millones de personas liberales o abiertos de mente que están dispuestos a escuchar o a dar crédito a una diversidad de opiniones. Aunque yo entrevisté a Chávez y a otros (Evo Morales, Fidel Castro, etc.), no quiere decir que yo me convertí en su biógrafo o su violinista; si bien yo mostré su lado humano e inclusive simpático, también ahí hay de qué criticar y mis piezas son muy fuertes. Yo creo que fue justo o injusto, pero por supuesto hay gente que aborrece el hecho de que yo pasara tiempo con cualquier izquierdoso que hay. ¿Me entiendes? Hay, también, un perfil de un guerrillero en Colombia, yo me imagino que estarían enojados con el mero hecho de respetar el humanismo de alguien que ellos consideran un terrorista”.
De muy niño vivió en muchas otras naciones. En Colombia aprendió hablar español, y hoy que ha recorrido el mundo, está considerado como uno de los principales especialistas en Latinoamérica de la prensa internacional, refiere: “Mis primeras andanzas de periodismo fueron en tren. Comenzaron en Perú y luego pasé a Centroamérica. Viví en Honduras y El Salvador, y ahí me cuajé como periodista. Las cosas vinieron juntas: el idioma, la cultura, el aprendizaje, la artesanía del periodismo y también las primeras historias mías. América Latina no se puede desligar de mi periodismo; más por mi carrera he ido a otras partes y he tenido un largo trecho en Medio Oriente y África. Siempre he querido, he buscado volver a América Latina y justamente la década pasada fue en la que más me he volcado (a ella). No es que la década anterior no lo hiciera, pero ha sido como el gran retorno, sobre todo a partir de mediados de la década en que Obama hizo distensión con Raúl Castro, a partir de ahí, yo me volqué enteramente a América Latina. Fue una época muy dramática que empezó con Obama en el poder, con su política de distención hacia Cuba, el acuerdo de paz en Colombia con la guerrilla y luego la subida al poder de Trump y el desarmar todo aquello, de cambiar una política con una actitud positiva a una negativa. Y, bueno, terminamos en la década con gran disyuntiva y una gran incógnita en torno al futuro y con la ultraderecha en el poder en varios países, con la izquierda y la gente progresista, francamente, contra las sogas”.
Infortunadamente, Latinoamérica no ha destacado por su estabilidad política. Cuestiono a Jon Lee Anderson a qué lo atribuye, y expone: “Creo que nunca ha cuajado, del todo, la democracia como modelo político en la región. Después de la Época colonial, los países de América Latina han tenido sus diferentes experiencias, pero la mayoría tuvieron sus dictaduras locales con regímenes militares. Los poderes democráticos recién llegan en el último siglo y para algunos países ha sido muy accidentado e inclusive, en los países más consolidados como Chile, vimos productos como la dictadura de Pinochet, que todavía tiene plagado y en vilo a ese país. Argentina nunca se ha apartado del espectro del peronismo, y de Perón, ¡ni hablar! Inclusive en la democracia, Perú elige a alguien como Fujimori, que resulta un nefasto o con aspectos dictatoriales y gobierna con una gente rara, Vladimiro Montesinos. Bueno, vamos de país en país y vemos aspectos parecidos, es una búsqueda muy larga para la democracia. Estados Unidos no ayudó a la región. Durante la Guerra Fría buscó aliados que fueran anticomunistas y no le importó si eran democráticos o no, en muchos casos ayudó a dictaduras militares. Recién, en los últimos 30 años, la región vuelve a la democratización, pero igual ha habido mucha corrupción, ha habido muy poco empeño en establecer el Estado de Derecho, lo cual ha minado a la percepción pública de la democracia y anhelan, añoran, el orden que ofrecen los regímenes militares o dictatoriales. La noción de la democracia es todavía muy joven en la región y todavía está en construcción, es algo nuevo”.
¿Y el caso de México?, es la pregunta que hago al periodista que describe en su libro a López Obrador como alguien que “ha optado por un papel inusual con aires de gurú místico, algo más Khalil Gibran que Hugo Chávez”, glosa: “México es un poco excepcional en América Latina porque tiene frontera con Estados Unidos, que no es exactamente garantía de la felicidad para nadie y no lo tiene fácil. Durante las décadas del PRI, instauró una política exterior muy independiente, soberanista y contestataria hacia Washington. En los últimos años, bueno, con el PAN vimos una vuelta por parte del partido conservador que buscaba cercanía y sintonía con Washington; justamente en una época conservadora en Estados Unidos, la época Bush, emprendieron la guerra del narco que todavía vemos con todas sus secuelas. Ahora vemos en el poder un político conocido de centro izquierda, pero que llega con alianzas con el capital y también con evangelistas, con la dificultad de lidiar con el más nefasto de los presidentes norteamericanos, Donald Trump. Entonces ha quedado aguantada la cuarta transformación debido a su necesidad de lidiar y domar o apaciguar a la bestia de Trump. Hasta ahora no hemos visto más que eso. Entonces, México tiene que lidiar con Estados Unidos de forma distinta que los demás y AMLO, si bien tiene una tradición de izquierda, también hay aspectos místicos propios y, bueno, recién se ha hecho del poder, hace dos años. Vamos a ver, a partir de la elección norteamericana, si se siente que puede girar las alas, porque hasta ahora, no las ha sacado”.
¿Viviremos, en esta tercera década del siglo XX, una Latinoamérica a la derecha?, cuestionó a Lee Anderson que, cauto, responde: “Bueno, hay que decir que se está enquistado en algunos lugares. Yo creo que mucho depende que si perdura en Trump en el poder en Estados Unidos”.
Uno de los más grandes golpes periodísticos que dio Jon Lee fue localizar los restos del ‘Che’ Guevara que escondió el gobierno estadounidense (los sepulcros pueden volverse santuarios), incluso narra en su libro que por ello, Bin Laden, fue arrojado al mar. ¿Qué se siente ser el periodista que descubrió la tumba del Che Guevara?, orgulloso responde: Bueno, me siento muy bien, para mí fue una gran experiencia y la cima de mi vida hasta cierto punto. Creo que más que ser un periodista, como un ser humano, me sentí muy conmovido por la experiencia y la posibilidad de poder ayudar a devolver los restos del Che y sus demás compañeros a familiares, los que habían esperado 30 años. Ayudé, creo, en que se esclarezca más toda esa gesta en Bolivia, este período en América Latina, convulsionado por la Revolución”.
Sobre el revolucionario, también escribió al lado del caricaturista mexicano José Hernández Che Una vida revolucionaria, donde refleja su admiración, de la que nos habla: “Admiro su entrega, dignidad y coraje. El Che rompe moldes, porque no solamente sus admiradores filosóficos lo veneran, sino también sus adversarios”.
Después de tanto camino recorrido y el dominio de la pluma, Jon Lee Anderson podría escribir novelas y correr menos riesgos físicos, pero no es ese su interés: “Sería muy aburrido, ¿no? La realidad me basta, no creo que la ficción me baste. Voy a seguir hasta que se me caiga la baba y me tengan que llevar a guardar en el closet, pero hasta el momento, no ha pasado”.
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