Revista Personae

LA FIESTA DE LAS CIFRAS CIEGAS

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Algunos mamíferos tardan 15 días en abrir los ojos y hasta entonces perciben por ellos mismos imágenes del mundo que les rodea, al que pertenecen, mientras otros nacen con los ojos abiertos y nunca se dan cuenta de esa virtud que es poder ver lo que sucede en su entorno para asimilar y explicar la realidad en que viven. Éstos se limitan a la simple complacencia de servir ciegamente para poder existir. Luego se justifican con el dicho de que todo depende del ángulo desde el que se mire, para explicar lo que sucede. Pero lo inaceptable en esta retórica es que destrocen las matemáticas y la aritmética en su afán de servilismo quedar bien.

 

Esto viene al caso después de leer el comunicado B389/20, del 5 de octubre de 2020 de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), en el que se pondera que en el presente año se alcanzarán récords en la producción de granos básicos con 34 millones de toneladas, especialmente en maíz con 29 millones de toneladas, gracias a los apoyos de la nada novedosa estrategia gubernamental de los Programas de Bienestar para el campo, que consiste en dar subsidios directos a los campesinos de pequeña y mediana escala, como lo dicen los funcionarios, por un monto de diez mil 308 millones 300 mil pesos, para dos millones 128 mil 242 productores de frijol, arroz, trigo y maíz, con una cobertura de seis millones 424 mil 137 hectáreas.

 

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Empecemos por precisar que en México el consumo anual de granos básicos, calculado por el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), es de 73.9 millones de toneladas, por lo que los 34 millones de toneladas ponderados como gran logro por la Sader, no cubre ni la mitad de esas necesidades.

 

Las 6.42 millones de hectáreas apoyadas con el subsidio son menos de la mitad de las 15.7 millones de hectáreas que se destinan a esos cultivos, y representan menos de la cuarta parte de la frontera agrícola cifrada en 26.9 millones de hectáreas, de acuerdo con datos de Index Agropecuario de México. De los 2.12 millones de productores apoyados, no cubren la mitad del padrón de agricultores estimada en 4.5 millones de campesinos.

 

En el caso del maíz, que es un grano fundamental para la alimentación humana -no sólo como cereal, sino porque es la base para la producción de proteína de origen animal-, los 29 millones de toneladas anunciadas por las autoridades de la Secretaría de Agricultura, están lejos de satisfacer el consumo nacional que es de 43.4 millones de toneladas, es decir, existe un déficit de 14.3 millones de toneladas que deberán ser importadas, como ha sucedido en las últimas cuatro décadas.

 

En la danza de las cifras oficiales ¿Oficiosas? del doctor Víctor Villalobos Arámbula, titular de dicha secretaría, destaca un crecimiento de 8% de la producción de este subsector. Asimismo, explica que “más del 60 por ciento del maíz en México es producido por los campesinos de pequeña y mediana escala, los primeros con predios de hasta cinco hectáreas de tierras de temporal” y precisa que, “en total, hay un millón 900 mil productores de maíz de pequeña y mediana escala, y de ellos alrededor de 80%, o sea, un millón 600 mil son apoyados por el programa Producción para el Bienestar”. Resulta aquí que esa cantidad no corresponde al porcentaje, y que es de un millón 520 mil personas, es decir, 80 mil menos.

 

Y sí cada productor, de acuerdo con los números informados (diez mil 308.3 millones de pesos entre dos millones 128 mil 242 campesinos), recibió 4,843.57 pesos de subsidio a través del Programa, existe una cantidad de 387 millones 486 mil pesos injustificada en este rubro y que corresponde a los 80 mil faltantes en la operación aritmética.

 

Eso en cuanto a los dineros. Y por lo que respecta al tema producción/beneficio, el promedio de la superficie apoyada por productor es de 3.01 hectáreas, lo que equivale a 1,604 pesos por hectárea.

 

Con base en esto, para el caso de los productores de maíz, que constituyen el mayor número de beneficiados por el Programa Bienestar como ya se dijo en líneas anteriores, y dada la importancia de este cultivo bien vale el desglose de los números publicados por la Sader.

 

Reporte Político

 

El comunicado de la dependencia precisa que la “Producción para el Bienestar cumple al 100% sus metas en número de productores; casi 80% de los beneficiarios del programa cultivan maíz y de ellos el 15% lo hacen en sistema milpa”. Y aquí, nuevamente, las cifras ya no cuadran, puesto que ese “casi” 80% equivale a “casi” un millón 702 mil 593 productores, es decir, más de cien mil de los 1.6 millones que citaron al inicio del texto, y 180 mil más de lo que dice la operación aritmética inicial.

 

Ahora bien, ese universo estadístico de productores de maíz, con la cifra de 1.6 millones, y la superficie de cuatro millones 638 mil hectáreas apoyadas con el subsidio, el equivalente en producción sería 17.4 millones de toneladas del cereal, que significan un promedio de 9.15 toneladas por productor, y un rendimiento de 3.1 toneladas por hectárea, con lo que prácticamente se cumplió con el promedio nacional en ese rubro que es de 3.2 toneladas de maíz por hectárea.

 

Y en esto habría que subrayar que, con apoyos de 1,604 pesos por hectárea para el cultivo de maíz, se hayan obtenido esos rendimientos en tierras de temporal con productores de bajos ingresos; mientras que en la media nacional de los costos de producción en este subsector se requiere una inversión de 16,940 pesos por hectárea para obtener seis toneladas del cereal. Es decir, con diez veces menos de inversión se pudo cosechar la mitad de dicho volumen.

 

Siguiendo el optimismo del comunicado de la Sader, resulta difícil concebir por qué no se le destinan más recursos al campo para superar el déficit histórico en la producción de alimentos que en 2019 le costaron al país 28,752 millones de dólares (unos 615 mil millones de pesos, es decir, 61 veces lo que se le dio a los campesinos), de acuerdo con datos de Banco de México, y que en volumen significan 48% de los alimentos que se consumen a nivel nacional. Pero, bueno, la fiesta de las estadísticas y los famosos “datos duros” siguen su jolgorio.

 

POLÍTICA

Núm. 293 – Abril 2024