LECCIONES INSUSTANCIALES
Para el capitalismo
- REPORTE POLÍTICO
- julio 2021
- Juan Danell
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Dos organismos internacionales de peso específico para marcar línea a los gobiernos en materia de políticas públicas hoy alertan, endurecen la puntualización de errores y apresuran a los Estados para dar giros radicales en sus inversiones de prevención que eviten pérdidas por emergencias sanitarias como la del Covid-19: se trata de ahorrar… O proteger las ganancias del capital, en sucesivos brotes pandémicos.
“Los países, las partes interesadas influyentes y las instituciones han fracasado en gran medida a la hora de tomar medidas preventivas, a pesar de la evidente necesidad después de los brotes del síndrome respiratorio agudo grave (SRAG) y de gripe aviar. Las consecuencias son claras, y el mundo está pagando el precio de no haber aprovechado las oportunidades pasadas para hacer de la prevención una prioridad”.
Así lo precisan Martien van Nieuwkoop, director Mundial de la Práctica Mundial de Agricultura y Alimentación en el Grupo de Prácticas de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial y Monique Eloit, directora general Organización Mundial de Sanidad Mundial (OIE), en el análisis titulado Debemos invertir en la prevención de pandemias para construir una arquitectura sanitaria mundial eficaz.
Advierten que más-menos 75 por ciento de “las nuevas enfermedades infecciosas provienen de los animales y la mayoría de ellas se deben a actividades humanas y su impacto en el medio ambiente. Por lo tanto, aplicar la perspectiva de «Una salud» es fundamental: impulsa a las partes interesadas de todos los sectores a comprender mejor las nuevas enfermedades infecciosas y a enfrentar las causas fundamentales”.
En el documento se explica que, de acuerdo con cálculos recientes sobre los costos de prevención, en lo que se incluyen el seguimiento y prevención de la propagación de enfermedades provocadas por la pérdida y la fragmentación de los bosques tropicales y el comercio de especies silvestres, fluctúan entre 18,000 millones y 27,000 millones de dólares anuales en un periodo de 10 años.
El Banco Mundial en sus proyecciones económicas de enero 2021 señaló que la economía mundial se contrajo 4.3 por ciento en 2020 a raíz de la pandemia de COVID-19. “Eso supone una pérdida de alrededor de 3.6 billones de dólares en bienes, servicios y otros productos. No incluye las diversas formas en que las personas se vieron afectadas por la recesión, por ejemplo: muertes, la propia enfermedad, la pérdida de los medios de subsistencia o la interrupción de la educación (…) en otras palabras, ¡el costo anual de la prevención es inferior a uno por ciento del costo de la actual pandemia!”.
Eloit y Nieuwkoop explican que las estimaciones de la crisis de la gripe aviar (2003) y de la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos son argumentos convincentes para invertir en prevención, con rentabilidades de las inversiones que oscilan entre 44 y 88 por ciento, lo que está muy por encima de las rentabilidades disponibles en casi todos los demás gastos públicos y en los mercados de capital privados. “Sin embargo —de alguna manera—, el argumento económico, aunque convincente, no ha logrado persuadir a la comunidad internacional para que movilice financiamiento de forma continua”, precisan.
Destacan en su análisis que las pandemias no reconocen fronteras por lo que invertir en prevención es el máximo bien público mundial. “Dejamos el trabajo inconcluso cuando no actuamos durante los brotes anteriores. Si no aprendemos de nuestros errores tras las pandemias pasadas, pagaremos el precio cuando, y no en caso de que, suceda la próxima pandemia. La acción coordinada de la comunidad internacional es una necesidad indispensable. El Banco Mundial y la OIE, junto con otros asociados clave, analizan opciones para una arquitectura de financiamiento que proporcionará apoyo sostenido a las acciones eficaces del enfoque “Una salud” en todo el mundo para prevenir las enfermedades zoonóticas”.
Ante este escenario la Organización Mundial de la Salud exhorta a los gobiernos del mundo y liderazgos empresariales “a construir una arquitectura sanitaria internacional más sólida para proteger al mundo de futuras pandemias y otras crisis de salud, mediante un nuevo tratado que apunte a fomentar el compromiso de los países de abordar mejor las enfermedades como la COVID-19, ébola, gripe, SRAG, y cualquier nueva amenaza sanitaria que aceche en el futuro inmediato. Debemos promover un enfoque inclusivo que una a los Gobiernos y a la sociedad para responder a crisis futuras con mayor eficacia. Esto incluye la defensa del concepto «Una salud», que subraya la interdependencia de los animales, los seres humanos y su entorno en materia de salud”.
La Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) insiste en que dicha responsabilidad cada vez es más compartida por la comunidad mundial en general dado que las nuevas enfermedades son, en gran medida, impulsadas por numerosos factores como el cambio climático, el uso de la tierra, la expansión agrícola, los sistemas alimentarios, la urbanización y los conflictos.
La urgencia es clara, y las causas y consecuencias, también. El planteamiento no es nuevo. Ya la comunidad científica y la prensa especializada han advertido por más de cuatro décadas que mientras se mantenga una explotación irracional de los recursos naturales, léase bosques, selvas, subsuelo, mares, ríos, lagos, viento, en fin, el entorno mismo, los demonios desatados por la acción humana, como dicen los voceros del capital, para no reconocer que la naturaleza es explotada por las empresas que la exprimen -y sí con el trabajo del hombre, que por cierto no disfruta de esos bienes que genera-; atizarán la hoguera y las plagas y pandemias que serán cada vez más letales para la humanidad, posiblemente al grado de que no alcance dinero alguno para combatirlas.
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