¿A DÓNDE VAN LAS ALMAS?
- PERSONAJES
- Marcela Magdaleno
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¿A dónde van los muertos? ¿Dónde va el alma cuando mueres? ¿Por dónde sale el alma? Algunos dicen que por el oído derecho, así, lentamente va saliendo como hilito tenue. Otros discuten que sale por la fontanela que es la punta del cráneo. Yo he visto almas que salen del cuerpo, de las barrancas y de las tumbas…Y así comienzan las leyendas identificando los puntos de muerte en los muertos de miedo, en las noches sagradas, entre tinieblas obscurecidas, imágenes que resisten el frío y escupen alaridos, donde no hay calles pavimentadas y se ve el perfil de la Llorona y las almitas de los niños jugando matatenas. También la arenilla donde levitan remolinos sobre caminos viejos y el polvo se alza como alma en pena. Sé humilde en vida, humus, tierra, del polvo vienes y al polvo vas, porque no sabes cuándo vas a necesitar de alguien y al final de cuentas todos somos uno, y todos estamos interconectados, incinera tu arrogancia, que solo te lleva al averno de tu conciencia. ¿Qué somos los humanos, acaso partículas de polvo? ¿Y dónde se va tanta maldad o tanta bondad? ¿Dónde queda lo que el ser humano hace? ¿Qué es lo que trasciende? El dos de noviembre viene la muerte tronando sus huesos, pero también, todos los días se acercan aquellos ojos forasteros que vienen del más allá, con la lengua saca succionado las ideas. Aquella mirada gélida que hasta los varones más valientes temen darle un beso, provocando desconfianza, y asi va alocada la Pelona, la Catrina, la Raptora, la que anda huérfana de amores buscando labios que besar. ¿Qué es la vida? ¿Acaso un sueño?, como cantaba Calderón de la Barca. Una arenita, brizna de aire como el humito de las ofrendas que se llevan las almitas tiernas como melodía efímera de sol. Yo prefiero que me encuentre tomando en la cantina, sino sentiré su piel helada de témpano como mis huesos fracturados y la tierra de mi tumba ¿Acaso existe el más allá? Con la muerte no se juega, ella juega diario con nosotros y no podemos hacer nada al respecto. Yo tengo el póker de reinas, y ni así me salvo de ella. Lo cierto es que como vivimos, morimos, y es mentira que lo que hacemos nadie lo ve, porque el Gran Ojo siempre está presente, porque vive en la conciencia. El debilitamiento del cuerpo ya tiene nombre se llama Fiesta de la muerte y es cuando todos los bienes se derrumban como un alud de angustia, porque es el momento de soltar, liberar todo, desengancharnos de las cosas que nos han dado identidad, desligarnos de los humanos, de las mascotas, de los paisajes conocidos.
Al morir, las almas desde las chiquitas hasta las ancianas emergen de las lápidas y exigen lo suyo, su alimento, su bebida, su vicio, su desliz, y casi siempre nos vamos con hambre, por eso nos da por regresar.
Y los panteones tupidos de flores, inciensos y llantos, y es pecado no asistir, aunque las almas nos atraviesen la carne y nos llenen de escalofríos. Estas son las preguntas que eternamente nos hacemos. Podríamos profundizar en filosofías como la budista o la hermética que certifican la inmortalidad del alma. pero hoy pocos creen en lo que no se ve, la materia congela más que la propia muerte y morir con apegos es triste porque dicen que así, el alma no se va, se queda rondando las cosas como necia mosca en un foco encendido. La ignorancia no da derechos, el derecho se gana con la acción. ¡Pero vamos a darle cuerda al cuerpo porque mañana quién sabe si existamos!
¡A pero que bella es la fiesta!, hileras de altares, manos humanas movidas por esqueletos que engalanan evocando a los suyos entre naranjas, cañas, peras, y el pan de muerto, tan dulce como la ruleta rusa que es la vida, azarosa, misteriosa. Listones pendiendo de techos y candiles, talentos que tejen memorias, acomodando retratos en sepia, evocando risas y experiencias. ¡Préndele un cigarro, sírvele otra copa! Dicen que hoy viene a asustarme, se va la pelona por las nopaleras y ni quien le diga nada. De un día a otro, una mesa raquítica se convierte en ofrenda, yo te ofrendo mi vida con fruta y ceras dame esperanza, sé que estas aquí. El susurro de los muertos desemboca en nuestros labios porque a veces parece ser que abuelos o tíos renacen en nosotros, porque hacemos las mismas cosas, las mismas obsesiones y manías. ¿Qué pasa con la sangre de nuestros muertos? ¿No sería mejor ofrendar diariamente parte de nuestra vida para mejorar la realidad? Y cuando sabes que ya te vas, no cierres los ojos, conversa, perdona, vacía tu llanto, convive, ¡en vida hermano, en vida! ¡Vámonos a la fiesta que ya se está haciendo tarde y no va a ver lugar pa´ llorarle a mi abuela. El mariachi en la tumba de la madre. ¿Quiere un ponche que ya bajó la temperatura? Pregunta un anciano sentado en silla de tule agazapado en su zarape y en la cruz el retrato de su viejita, ahogado entre flores. Y el horizonte del panteón plasmado de lumbreras, los niños corren, comen calaveras, dulces de chocolate, chupan el café con ron y corren y corren, girando entre tumbas y muertos, ahí donde se aparece el nahual cerca del colgado. El panteón es un vapor, entre un nubarrón de ceras encendidas, deslizándose con el viento, como ilusión, qué es el cuerpo, qué es la vida, qué es la muerte. Me da mi calaverita, mejor regálame una mordida de tu cuerpo para recordarte cuando ya no estés. ¡Pelado! Las calaveras danzan con sus maracas, se quitan los huesos, desafiando el fuego, nos miran siniestras nos esperan en la esquina de la vida con paciencia sepulcral con los ojos bien abiertos. Y aquí te seguiré esperando escondida entre las sombras.