“A MÍ NO ME DOBLEGA EL SUEÑO, A MÍ ME HACE DORMIR EL MIEDO”
Catalina Miranda
- PERSONAJE
- enero 2022
- Marcela Magdaleno
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Los críticos literarios sugieren que, al analizar una obra literaria, no se debe mezclar la biografía con los procesos creativos, sin embargo, ambos aspectos caminan de la mano al analizar desde dónde se escribe, en qué posición existencial y en qué clima espiritual se encuentra el artista.
Poemas como breves cuadros alegóricos
Catalina Miranda escritora, editora y promotora cultural, transporta con su poesía por hermosos parajes del inconsciente con una visión minimalista y un lenguaje matizado de figuras retóricas de dubitación. Continuamente lanza preguntas empatizando con la iluminación. La autora responde sus propias preguntas con una métrica que parece sencilla, pero es el resultado de muchos años de trabajo para llegar al verso limpio, sencillo, y a través de la musicalidad, logra acariciar la dimensión de la filosofía, induciendo al misticismo. El libro fue inscrito en una convocatoria literaria lanzada por El Nacional dentro del suplemento cultural de los domingos, dirigida por Fernando Solana Olivares. Miranda, envió tres poemarios, y ganó el premio con Variaciones para un solo deseo, pero después descubrió que sus tres poemarios fueron seleccionados. Su Triada escrita entre 1985-1989, conformada por Poemas Deshabitados, Desprendimientos y Variaciones para un solo deseo, fueron publicados en un único libro en 1988, con el sello editorial Fugaz. Los tres se correlacionan simbólicamente con distintas transiciones rítmicas y figuras, cada verso es un fractal representado por sí solo, como esfera armónica en movimiento lógico, creando la triada en una partícula iracunda; el pensamiento brilla unificando las partes. La autora menciona que la edición fue editada después de haber cursado la carrera de Lengua y Literatura Hispánica, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Entre títeres y payasos emergió la escritora quien descubrió el tono de su diálogo interior, su etapa de silencio y encierro, muy semejante a la que vive hoy la humanidad a causa de una gran pandemia, esto provocó a que se atreviera a cerrar los ojos y descubrir sus túneles íntimos, como entrenamiento Pitagórico, tocó sus arenas, probó sus aguas, jugó con sus miedos, se atrevió a sentirse humana, viva, muerta y la escritura la llevó a un renacimiento: la casa sola, espacios vacíos, ella mirando a través de la ventana, bañada en una lluvia de oro, una escritora sola, espacios cuchicheando y la levedad. Es la primera sensación: levedad y levitación, remembranza y evocación, el silencio entre ritmos, solaz de discursos, ritmo vital; es ahí donde está la piedra angular de su universo literario, sincero, crudo, algunas veces con largos parlamentos gráficos, otras, como un Haikú, simples, elementales como el beso de un colibrí.
El abarcamiento de su visión
La escritora Catalina Miranda nació del teatro y se forjó en el periodismo, gran lectora, curiosa, creativa, mujer capaz de hilar varias disciplinas, incluso varios estados de conciencia, desde el onírico hasta la escrupulosa disciplina de la corrección de estilo; discípula de grandes escritores por su capacidad de absorber de cada uno lo mejor. Vale destacar que sus maestros eran escritores que desarrollaban actividades al margen de lo institucional, lejos o, mejor dicho, en oposición a quienes dictaban la cultura nacional. Una escritora gestándose en los 80, inmersa en la dinámica de la ciudad de México entre inversión térmica y encierro, entre devaluaciones y corrupción política, en una época cuando solo existía el periódico en papel y casi siempre estaba controlado. Época cuando la noticia se iba a buscar, se razonaba, analizaba y sintetizaba para después reseñar con máquina de escribir los hechos con gran valentía. No existía el internet, y por supuesto, los estudiantes de letras, aspirantes a periodistas que colaboraban en diarios, hacían caso omiso de NOTIMEX, y preferían leer a los clásicos para tener un lenguaje vasto, preciso y una visión completa de la literatura universal. Época en que la cultura estaba dividida entre los “intocables” y quienes decidieron dar otro enfoque, abrir espacios, escuchar a jóvenes, de ese magma nació la escritora Catalina Miranda quien desde los 14 años entró en el mundo literario formándose en el taller de poesía del maestro Federico Patán en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, no era una zona de recreo, era un largo viaje donde los integrantes debían comprometerse en cuerpo y alma, y en ese barco se subió la escritora, renunciando a los placeres que goza la adolescencia y apostándole a algo abstracto, indefinido. Este taller fue la cuna de sus poemas que de tanto pulirlos, fueron develando sus figuras, su relación espacio-tiempo, y de pronto, las metáforas, alegorías, figuras de construcción, se convirtieron en oídos, observadores que comenzaron a responder, dialogar, a convertirse en céfiros y la relación íntima se cristalizó en un campo propicio para la erupción de la poesía.
Dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, la joven escritora se relacionó con maestros como Huberto Batís, Beatriz Espejo, Guadalupe Violante, Margarita Peña, Gonzalo Celorio, Eduardo Cesar Manuel Ulacia, Margarita Murillo Raúl Ávila, Enriqueta Ochoa, entre otros, enriqueciendo sus formas de construcción literaria. Este fue el caso de su relación con Huberto Batís, con quien trabajó en el Suplemento Cultural del Uno Mas Uno, que el maestro dirigía y, posteriormente, se convirtió en su biógrafa, dándole un significado especial a la obra de Batís. Relatos que han quedado plasmados en una colección de libros de Catalina Miranda, bajo su sello editorial Ariadna, que este año 2021, está cumpliendo dieciséis años, recuperando la memoria de aquellos tiempos cuando Huberto Batís le abrió espacio a quienes posteriormente serian grandes escritores mexicanos generando dentro del diario una dinámica de trabajo creativa, exigente, envuelta en partículas iracundas que giraban entre claroscuros, rumbo a una iridiscencia única en su tiempo y espacio.