Revista Personae

CUANDO CANTO, GRITO

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Marzo nos hace reflexionar sobre la mujer. ¿Es un día, un mes? Porqué la sociedad se limita a festejar a la mujer en un determinado tiempo. Bien si es así, esto implica sacar la lupa y analizar a fondo las artes y oficios y la labor tan importante que la mujer desempeña en el mundo. Encender la radio o la televisión impacta al ver las cifras de que diario: de tres mujeres, una es asesinada. No es nada agradable ver los asesinatos, humillaciones, abusos que viven diariamente las mujeres, la mayoría de estos casos no son vistos o denunciados.

 

Cuando en los titulares de los diarios se describen los logros que ha tenido la mujer dentro del mundo laboral, familiar y económico no es fácil, porque las estadísticas no manejan una información verídica. Esta conmemoración de la mujer es más profunda de lo que imaginamos porque no solo se trata de la igualdad, aquí ahondamos el tema en la libertad de ser, hacer, sentir y expresar. No se justifica que las mujeres mexicanas de hoy se armen con bombas molotov, mazos y lacrimógenos, haciendo destrozos en sus marchas, pero en el fondo tiene sentido ya que los casos de feminicidios dentro y fuera de casa se esconden en expedientes extraviados, mal formados o de plano, inexistentes. ¿Cómo se llegó a esto? ¿Por qué asesinar?

 

Cuando canto, grito Marcela Magdaleno

 

La violencia básicamente aparece como una forma de respuesta ante una frustración social, emocional o económica y una de las mayores frustraciones nace cuando la mujer, además de realizar las labores domésticas no tiene beneficios ni remuneración económica, esto es lo que la lleva a estar atada de manos, a expensas del proveedor que muchas veces controla la dinámica familiar con dinero y poder. Si la mujer dice algo que moleste o contradiga las ideas del proveedor sus derechos se restringen y se va normalizando, así poco a poco la frustración se convierte en furia y en autodestrucción.

 

Hoy en día las cosas han cambiado pero este mismo estigma continua en la psique de las mujeres generando en principio violencia hacia sí misma, a nivel inconsciente, odiándose por no poder cambiar su situación de vida por falta de oportunidades, ya que el embarazo y la maternidad, limitan la libertad, aunque ser madre es una de las mayores bendiciones, pero esto se valora poco en una sociedad donde la prioridad económica está de por medio, y esto se convierte en una contradicción de intereses. Pero este rol pocas veces es valorado en una sociedad industrializada, urbana y consumista, literalmente, consume destruyendo los valores morales. Este tipo de violencia va creciendo por no tener la libertad de tomar las riendas de su existencia. Se le pone más atención a los psicólogos, curas o parejas que a la voz interior. ¿Por qué las mujeres callamos tanto? Por un amor ridículo de telenovela donde hay que guardar secretos y apariencias para que todo marche bien o por miedo a ser tachada de locas e histéricas, está bien que la mujer tenga la capacidad de aguantar dolor o evadir insultos y humillaciones, pero esto, —debe quedar claro—no es normal.

 

Uno de los mayores padecimientos físicos de las mujeres radica en la tiroides, esta glándula en forma de mariposa en la base del cuello que su función es producir, almacenar y liberar en la sangre las hormonas tiroideas vitales que intervienen en el desarrollo del sistema nervioso, regulan el metabolismo y son necesarias para controlar las funciones de todos los órganos del cuerpo como la frecuencia cardiaca, la concentración del colesterol, la glucosa, el mantenimiento de la temperatura corporal y la fuerza muscular, entre otras y para que la dosis de hormonas tiroideas en sangre sea la adecuada, la tiroides se ayuda de otras dos glándulas que se encuentran en el cerebro: la hipófisis o pituitaria, pero cuando existe miedo o pánico estas glándulas se congelan y dejan de cumplir con su función.

 

En la cultura del yoga, la tiroides es uno de los centros sagrados de información que, según los yoguis, ese punto, promueve el camino de la sanación y el despertad de la conciencia, estas ruedas de colores llamadas chacras se conectan energéticamente como con un cordón umbilical desde la base de la columna hasta la punta de la cabeza. ¿Qué relación tiene la tiroides con la violencia?, resulta que estas actitudes represivas como decir mentiras por miedo, guardar secretos, permanecer en silencio, agradar a otros para ser aceptada y no expresar los sentimientos y emociones, causan un gran daño a nivel fisiológico.

 

Pero cómo liberar patrones recurrentes genealógicos y limitantes para poder movernos hacia una mayor liberad, si desde niñas nos juzgan de locas por pensar diferente o por no aceptar los acuerdos que nunca acordamos, o cuando nos dicen que tenemos que aguantarnos cuando nos insultan o maltratan, o cuando cumplimos un deber que no tiene congruencia y finalmente somos etiquetadas y usadas como producto desechable es cuando la violencia se convierte en lava volcánica. Si desde el principio fuéramos educadas para sacar la voz y expresar lo que sentimos, no habría tantas patologías de la tiroides y otros órganos, estos patrones irrumpen el espacio vital y limitan el desarrollo personal, se engruesa la amargura y dejamos de sonreír y ejercer una de las actitudes más bellas: la espontaneidad. Al escuchar “cállate” desde niñas se bloquea la expresión de la energía vital. Esta glándula es muy importante porque es donde se encuentran mente y cuerpo y por lo tanto es donde se manifiestan las necesidades emocionales y físicas del ser humano.

 

Cuando canto, grito Marcela Magdaleno

 

¡CÁLLATE!

Escuchar cállate provoca prisión, cálmate y contrólate, provocan furia y más cuando se ha vivido muchos años en esta dinámica represiva; antes, la solución era meter a la mujer en un hospital psiquiátrico, hoy la mujer liberada hace muchas cosas para evadir este dolor y ganar dinero para competir con el hombre para no ser aplastada por un sistema patriarcal que incluso perjudica al hombre. Tanta presión en el control que de pronto nos callamos y dejamos de hablar. ¿Para qué expresar si nada de lo que decimos tiene correspondencia ni eco? Ahogada, ahogo a mis mujeres, ahogada heredo a mi linaje en el ahogo.

Virginia Gawel nos recuerda que cuando finalmente decimos una verdad largamente retenida sentimos un enorme alivio y nos desahogamos. Permanecer ahogado es permanecer desvinculado de nuestro ser y dividido por dentro. Por muchos años las mujeres hemos estado entrenadas para callar: una cosa es callar por prudencia porque el hábito de escuchar es altamente recomendable, escuchar y observar nos brinda sabiduría, pero otra cosa es ser callada, anular nuestros pensamientos, desconectarnos de nuestra fuente de vida para no hablar de nuestras emociones.

 

Recuperar nuestra voz y las voces de nuestras ancestras no es fácil, pero es urgente por salud mental no solo personal sino a nivel global. Cuando alguien te pregunta algo y tartamudeas sin darte cuenta, estas siendo aquella persona que nadie cree porque parece que dudas, pero en realidad es ese miedo que te va carcomiendo y coarta tu voz, tus sueños, tú realidad. Porque desde niñas aprendemos a mentir para poder salir avante, porque decir NO representa conflicto. Sabemos que al callar y obedecer nos premiarán con dulces, y frases como eres una niña linda y eso queremos ser, pero ¿a qué precio?

 

Decir lo que sentimos y pensamos a pesar de estar rodeada de hombres o mujeres que desaprueban la libertad de expresión, es un acto de valentía, porque incluso con mujeres bien entrenadas y que no quieren salir de su lugar cómodo, este acto de expresar representa una violación a los códigos sociales

 

Auto boicotearnos y mentir es como beber agua envenenada, aquel arsénico que va menguando nuestra luz, va taponeando el flujo de la sangre, provoca dolor, angustia y sentimientos de culpa, y finalmente bloquea nuestra forma de ser. No es fácil volver a creer en nuestra voz interna cuando toda la vida hemos escuchado ¡Cállate!, ¡El que manda aquí soy yo!, ¡Obedece o no te doy dinero! Vivir así provoca que emerja un odio profundo por tolerar, por miedo a confrontar, a defender nuestra opinión y punto de vista, a cambiar de situación y finalmente a matar nuestros sueños. Cuando no decimos la verdad, aquel alud de mentiras tarde o temprano nos aplasta y nos volvemos cómplices de una realidad irreal, nosotras nos metemos en la jaula y nos tragamos la llave y de pronto nos volvemos tripolares y dejamos de creer en nuestra intuición, en nuestros principios en lo que vemos y escuchamos, el cristal se vuelve opaco y nos desconectamos.

 

Convirtamos nuestra debilidad en fortaleza, que por las comodidades, ni dinero, ni aceptación valen la pena para callar y quedar bien y ser aceptados, ¡Nada! Porque aquellos silencios se vuelven tumores, aquellas mentiras se vuelven histeria, aquella verdad retenida se atora en la garganta. ¿Vale la pena seguir en nuestro lugar cómodo y seguir callando la voz de nuestra alma? O mejor cantemos gritando para abrir los caminos de la vida y finalmente descubrir quienes somos en realidad.

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Núm. 293 – Abril 2024