Notre-Dame, renace de las cenizas; este “milagro” unificó a la humanidad
- EXLIBRIS
- Bernardo González
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Los dos epígrafes publicados en las primeras hojas del delgado volumen Notre-Dame, que Ken Follett escribió con motivo del incendio de la histórica catedral francesa resumen, a la perfección, el significado espiritual de uno de los templos católicos más conocidos del mundo. El segundo, en siete palabras, apareció en el magazine Paris Match, con motivo del lamentable suceso: “Hoy la lloran en todas las lenguas”. Era cierto, en ninguna parte de la Tierra pasó inadvertida la triste noticia: Notre-Dame se incendiaba. La gótica catedral que siempre parecía eterna sufría el destino de todo lo que tiene un principio: un día fenece, aunque los constructores medievales “sin duda pensaron que perduraría hasta el día del juicio final”, de repente, el edificio se derrumbaba. En cierta forma no solo caían los techos y la aguja de la antiquísima iglesia, el mundo que conocieron las sucesivas generaciones se derrumbaba.
Por fortuna, el principal dirigente civil de Francia, Emmanuel Macron, por esos, y muchos días más centro de la polémica nacional, afirmó, con seguridad, que reconstruirían el gran tesoro de su patria en cinco años. Los incrédulos saltaron, un periódico parisiense publicó este titular: “Macron cree en los milagros”, y resulta que el funcionario cumplió la promesa: el sábado 7 de diciembre del año que está por terminar, Notre-Dame reabrió sus puertas y más de 150 obispos oficiaron misa a las 10.30 de la mañana, acompañados por invitados especiales procedentes de todos los puntos cardinales.
El primer epígrafe es un párrafo de la novela de Víctor Hugo, Nuestra Señora de París, escrita en 1831: “Era uno de esos días primaverales tan llenos de dulzura y belleza que todo París, repartido por las plazas y los bulevares, celebra como si fuera domingo. En esos días de cielos despejados, de calor y de serenidad hay una hora en concreto en la que es menester admirar la puerta de Notre-Dame. Es el momento en que el sol, ya inclinándose hacia el poniente, mira casi de frente la catedral. Sus rayos, cada vez más horizontales, abandonan poco a poco el pavimento, trepan por la fachada vertical y resaltan los miles de altorrelieves por encima de sus sombras, mientras el majestuoso rosetón refulge como el ojo de un cíclope, encendido por el reflejo de una fragua”. Así veía el célebre escritor a la catedral que 188 años más tarde ardería por el fuego de un corto circuito o sepa Dios por qué. Nunca se sabrá. Pero el simbólico templo ha renacido de sus cenizas, como la mítica ave fénix. Las llamas consumaron, rápidamente, las gárgolas y las paredes orientales de la catedral durante 15 horas de los días 15 y 16 de abril de 2019.
A diferencia de otros países que no cuidan su patrimonio, los franceses sienten un profundo apego por Nuestra Señora. Creyentes y ateos consideran esta iglesia algo mucho más valioso que otras herencias históricas que la nación les ha legado. Ha sido el escenario de algunos acontecimientos clave en la historia de Francia. No por mera casualidad todos los carteles carreteros que miden a qué distancia alguien está de la capital nacional señalan la distancia hasta el kilómetro cero, una estrella de bronce incrustada en el piso delante de Notre-Dame. La gigantesca campana de su torre sur —curiosamente bautizada con el nombre de Emmanuel—, se escucha por toda la urbe cuando suena su grave fa sostenido para anunciar una buena nueva o una desgracia, como el fin de una guerra u otras catástrofes. Es decir, los sucesos de todo el país o del mundo.
Como dice Follet en su ensayo sobre Notre-Dame, “siempre es desaconsejable subestimar a los franceses”. Macron no es un personaje tropical y supo cumplir su promesa, se reconstruyó la catedral en el tiempo señalado. Las palabras de Macron no se dejaron para las “calendas griegas”, o para la “quinta transformación”. La apuesta presidencial se ganó. Restaurar y erigir el techo desplomado para volver a levantar la flecha con su gallo en la punta, era una verdadera hazaña. En un arrebato patriótico, el presidente asumió el desafío. Un lustro más tarde del derrumbe, la flecha se yergue de nuevo hacia el cielo con su gallo en la punta del mástil. El “ave canta aunque la rama cruja…” escribió el poeta. El gallo, como se sabe, es un emblema de Francia, aunque su simbolismo se remonta a la antigüedad, es una imagen cristiana que se levanta en los campanarios de las iglesias, y también de valentía, plantada sobre muchos monumentos a los soldados muertos en las guerras mundiales. Anunciante del día y del fin de la noche, con su sonoro quiquiriquí, orgulloso, conquistador, agresivo, siempre turbulento. Por eso hay peleas de gallos, no de gallinas que solo escandalizan como merolicos populistas, la Ley del 9 de abril de 1791, bajo la Revolución Francesa (1789-1799), lo califica de “símbolo de vigilancia”.
Desde la colocación de su primera piedra en 1163 (hace 861 años) Notre-Dame ha sido testigo de hechos cruciales de la historia de Francia. El incendio de 2019 le anexó un capítulo trágico a su legado, pero también inspiró una movilización global que recaudó más de 900 millones de euros para su restauración, con aportes de 340 mil donantes. Los trabajos de reconstrucción no terminaron el 7 de diciembre, continuarán durante mucho tiempo más. Todos los esfuerzos por lograrlo son válidos, si se recuerda que fue construida 600 años antes que la Torre Eiffel, la otra obra monumental que forman parte del acervo parisiense.
Michel Kimmelman, periodista estadounidense, originario de Nueva York, crítico de arquitectura del periódico The New York Times, en un reportaje especial titulado El milagro de Notre-Dame, publicó: “Este verano, meses antes de la reapertura, vislumbré el interior de la catedral, gran parte de ella todavía cubierta de lonas. Salí sintiendo que había sido testigo de una especie de milagro. Llegué al techo, donde los trabajadores estaban asegurando la aguja reconstruida y las vigas nuevas. Jean-Louis Bidet, director técnico de Ateliers (Talleres) Perrault, una de las empresas francesas encargadas de los carpinteros, dijo que cada roble había sido seleccionado para que coincidiera con los contornos de la antigua viga que reemplazaría. Luego el árbol fue tallado para duplicar la silueta del original, con la marca del carpintero medieval nuevamente tatuada en él. El esfuerzo no fue para lucirse. El público no verá las vigas que ahora se encuentran detrás de las bóvedas restauradas del techo”.
Agrega Kimmelman: “Notre-Dame también estaba en ruinas en el siglo 19 cuando se contrató a un joven arquitecto francés llamado Eugene Emmanuel Violet-le-Duc para salvarla. Durante la Revolución, los insurgentes decapitaron las estatuas de figuras del Antiguo Testamento que estaban en la fachada, confundiéndolas con retratos de reyes franceses”.
Como información adicional al “milagro de Notre-Dame”, el lector recuerda que desde 1949 la catedral contaba con una capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe, que era uno de los recintos más visitados en la iglesia, donde todos los turistas mexicanos y de otros países de América no perdonaban la fotografía obligada. Asimismo, hubo una nota trágica relacionada con México, el suicidio cometido —en la catedral—, el 11 de febrero de 1931 por Antonia Valeria Rivas Mercado Castellanos, escritora y activista política de la oposición nacional, relacionada con el famoso intelectual oaxaqueño, José Vasconcelos, que fue candidato perdedor a la presidencia mexicana. Las malas lenguas dicen que la escritora se mató con la pistola que le había obsequiado Vasconcelos. Por último, un arquitecto mexicano, Alejandro Arredondo, que radica en París y es catedrático universitario, tomó parte en los trabajos de reconstrucción de Notre-Dame. Hasta donde se sabe fue el único mexicano contratado ex profeso para contribuir en la recuperación de la catedral Parisiense.
De más está decir que la lista de invitados por Macron a la reinauguración de Notre-Dame fue no solo de políticos europeos y de EUA, como la esposa del presidente Joe Biden, y el presidente electo Donald Trump, la gran incógnita para el mundo, allende y aquende el Atlántico una vez que tome posesión del cargo el 20 de enero de 2025, sino también estuvieron presentes los trabajadores que hicieron posible la reapertura de la catedral en tan corto tiempo. Todo un suceso.
Como colofón de esta EX LIBRIS, dedicada al “milagro de Notre-Dame”, cito un párrafo del libro de Ken Follet sobre el incendio de la catedral parisiense relacionada con un capítulo histórico de Francia al término de la Segunda Guerra Mundial durante la cual París fue tomada por el ejército alemán que recibió órdenes de Hitler para destruir la capital francesa. Pero dichas órdenes no se cumplieron y el general Charles de Gaulle asistió a una misa de acción de gracias con el Te Deum correspondient en la catedral de Nuestra Señora de París.
Follet cuenta: “De Gaulle había sido jefe de gobierno provisional francés en el exilio y estaba decidido a convertirse en el nuevo líder del país liberado, pero su legitimidad era discutible. Estaba enemistado con los líderes de la Resistencia, que se habían quedado en Francia a luchar contra los alemanes mientras él vivía en el hotel Connaught de Londres. Ahora estaba decidido a convertirse en presidente de facto. Cuando Napoleón se coronó a sí mismo como emperador de los franceses el 2 de diciembre de 1804, lo hizo en Notre-Dame, y De Gaulle sabía que si tenía que mostrarse como el nuevo gobernante de Francia debía hacerlo también allí”.
Por eso, la renovada catedral parisiense es lo que es para los franceses y el mundo. VALE.