SI UNA MUJER TIENE UN ÉXITO ES DE TODAS:
Maestra Ifigenia Martínez
- PERSONAJES
- noviembre 2024
- Marcela Magdaleno
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Recuerdo cuando conocí a la Maestra Ifigenia Martínez, habré tenido 18 años y estudiaba en la escuela de periodismo Carlos Septién García en la colonia Tabacalera del centro de la ciudad de México. Corría el año de 1988 y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, se lanzó a la presidencia de la República Mexicana, con el PRD, recalcando que este partido recién nacido, llegó fracturando de facto las estructuras caducas del PRI.
En una de las tareas escolares yo tenía que hacer un trabajo en formato reportaje, donde llevara en su interior todos los géneros periodísticos, así fue cómo me fui introduciendo en la vida política del país.
Mi primera tarea como reportera, fue en la Alameda Central, recuerdo que fui con mi maestro el escritor Fedro Guillén, quien había sido muy amigo del Tata Cárdenas, y conocía desde niño al Ingeniero Cuauhtémoc. Fedro me presentó al Ingeniero, a Porfirio Muñoz Ledo, Heberto Castillo, Rosario Piedra de Ibarra y un equipo de talentos para desarrollar un nuevo proyecto de nación. Un día nos encontramos en una de las manifestaciones donde ríos de gente caminaban por la Avenida Reforma con pancartas y rechiflas contra el gobierno, para terminar en el zócalo capitalino donde no cabía ni un alfiler; el maestro Guillén y yo nos metimos entre estudiantes, maestros, campesinos y veteranos del partido comunista, y subimos a la terraza del hotel Majestic donde estaban los líderes intelectuales del PRD. Interesante experiencia ya que en cada piso había periodistas extranjeros cubriendo a detalle el evento.
En la terraza mi maestro Fedro, quien tenía lazos amistosos con Guatemala y Chiapas, me presentó a la pintora Rina Lazo, su esposo Arturo García Bustos y la poeta Ninfa Santos, quien estuvo casada con el escritor Ermilo Abreu Gómez y quienes simpatizaban con el nuevo partido. En una mesa discreta en el interior del restaurante estaba la maestra Ifigenia, elegante y sencilla, tomando un whisky, sentada observaba su entorno, haciendo notas a modo de análisis. De manera espontánea comenzamos una conversación que derivaría en un pequeño libro de entrevistas sobre la participación política de la mujer mexicana.
Cuando se vive una experiencia así, no se tiene conciencia del impacto que provocará en la psique de una joven estudiante; este encuentro fue crucial para construir mi visión socio política cultural del país, poco a poco la pasión me invadió, violando la primera norma del periodismo: la objetividad.
Me involucré tanto que dejé a un lado el periodismo y con una pasión, me volví activista, ya que me delegaron ser asesora del grupo juvenil y sin darme cuenta comencé a dar talleres de círculos de conciencia y análisis de obras de Lombardo Toledano, José Revueltas, marxismo, entre otros, para provocar una nueva visión política. En estas conversaciones, la maestra Ifigenia Martínez me habló que siendo estudiante de Economía en la UNAM llegó a la mayoría de edad y no pudo votar porque aún no existía este derecho para la mujer. Ella se hizo la promesa que desde su trinchera lucharía para algún día lograr ese privilegio, y lo hizo. Supe de su participación en el Movimiento del 68, pero a pesar, de estar frente a una economista con doctorado en Harvard, a nuestra charla le dio color su amor por la literatura y su relación con Griselda Álvarez, Rosario Castellanos y más autoras mexicanas y latinoamericanas.
Por ella supe del primer periódico mexicano creado por mujeres llamado Violeta de Anáhuac y la historia del Consejo Feminista Mexicano, liderado por Elena Torres, Refugio García y Matilde Montoya, en los años veinte. También de Refugio “Cuca” García, candidata independiente para diputada federal por Uruapan; y, a pesar de haber ganado, el entonces Colegio Electoral negó su triunfo, su protesta fue con una huelga de hambre frente a la residencia presidencial de Lázaro Cárdenas, logrando que se priorizara la reforma al artículo 34 constitucional, solicitándose por primera vez, el derecho de voto y ser votada a la mujer.
La sencillez de la maestra era reflejo de saberes, aseverando con acciones, que, para ganar un territorio físico y mental, la única vía era trabajar en equipo, y no usar al capital humano, sino integrarlo para construir un conocimiento colectivo e histórico. Ella constantemente mencionaba a aquellas mujeres que habían decidido romper el silencio, las que erigieron instituciones políticas y culturales, superando sacrificios y discriminaciones, una libertad de expresión y una plataforma para el desarrollo intelectual. La maestra Ifigenia incluso dilató unos días su muerte para poder cumplir su misión y ponerle la banda presidencial a la primera mandataria de México, y así morir tranquila sabiendo que sus semillas de lucha y dedicación a la patria dejaron violetas en el territorio del Anáhuac.