Revista Personae

ALFONSO SOTENO

Alfarero de la vida y la muerte

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Estampas, símbolos y metáforas vibran en la artesanía mexicana, son fuego, viento, agua, reflejo de almas que resuenan con el palpitar de la Tierra. Colores, formas y aromas que poseen huellas digitales, huellas de hombres que enseñaron cómo modelar la tierra; muchas veces estas huellas son de varias personas, la narrativa del colectivo está viva en la imaginería del mexicano. Por eso hemos visitado a las personas que vibran con la tierra, que interpretan y materializan a las criaturas más fantásticas que emergen de los cuatro elementos en el México mágico, con el poder de sus manos. De esta manera el lector se encuentra frente a un extraordinario y logradísimo caso del arte popular en la persona de Alfonso Soteno, nativo de Metepec, México, quien, con honda sencillez nos abre las puertas de su casa y su corazón, compartiéndonos momentos arraigados y profundos, gustos de su vida como artesano del alfar.

 

Alfonso Soteno, alfarero de la vida y la muerte

 

La importancia de la alfarería en Metepec y sus creadores va más allá de un simple proceso de elaborar cacharros y chácharas de barro. Históricamente ha sobrevivido gracias a la necesidad humana de elaborar comidas y en torno a ello la cultura del hogar, aunque en estos últimos tiempos, teniendo que competir hasta en la misma casa con el progreso del avance técnico y científico y, para colmo, con la deslealtad del mercado nacional e internacional.

 

Como se sabe, allá por los siglos XVIII o XIX, el peltre vino a desplazar a los «cacharreros» del barro en el mercado ―también vino la industrialización del aluminio, luego la del vidrio y últimamente de materiales elaborados por la industria química (como teflón, resinas epóxicas, polioles…), que por su excelente resistencia al calor o conducción y rapidez (por supuesto, durabilidad y precio que solía ser bajo hasta hace algunos años, mientras se mantenían en competencia con el barro y colocaban en el gusto de la gente). Estos se acomodaron por mercadotecnia en las cocinas de todas las clases sociales mexicanas hasta ahora, manteniéndose en el mundo moderno como objetos favoritos para cocinar―.

 

Alfonso Soteno, alfarero de la vida y la muerte

 

Frente al mercado global de la modernidad, el modo de vida del alfarero viene a menos al igual que su cultura tradicional que lentamente se desgaja frente a esta “modernidad”, erosionando la identidad de los pueblos que ocupa. En Metepec hay magia en las manos y desde hace mucho tiempo, como brizna en el ojo se nos ha metido al corazón y palpita, echado raíces en el alma. De ahí surge nuestro deseo de quererle conocer más profundamente y darlo a conocer. Estas narraciones que presentamos son resultado de la historia oral, aquellas que escuchamos sentados en una pequeña silla de mimbre y madera, observando al compás de su charla, voces hiladas con sus manos, al ir amasando el barro, creando figuras y lozas, árboles de la vida, calaveras y pegasos, mismas historias que a veces se confunden con leyendas y nos abren horizontes para comprender mejor las relaciones que los alfareros y artesanos mantienen con el barro, el alimento y la amistad comunitaria de un pueblo inmerso en una ciudad creciente. Y es curioso que al penetrar en su mundo y conocer más de sus íntimas relaciones que, a simple vista perece que ya no corresponden a esta cada vez más moderna y acelerada vida; en realidad ellos son la raíz de este pueblo mágico, porque son el corazón y la corazón de más de una de sus comunidades; y hoy aún perviven como visión fantasmagórica. Al platicar y convivir con los alfareros dentro de sus talleres y casas, descubrimos que árboles y nubes se mueven más lento. Allí dentro de su mundo no operan códigos de comportamiento social, las imágenes acarician la realidad con el sonido de un viejo y empolvado radio, así entre canciones fugaces se evoca hora y fecha, el tiempo se detiene dentro de los talleres de alfarería y si no hay nada que distraiga la atención, parece que entre charlas y silencios vamos siendo abrazados por sus ancestros, es entonces cuando las pellas de material terrino en manos de artífices magistrales se van transfigurando en obra plástica; porque el mismo autor, va transfigurando su expresión hasta dejarnos absortos frente a su creación. Tal modo de vida revela una mentalidad colectiva con sabiduría ancestral aún vinculada con el universo sobrenatural como a los ciclos de la naturaleza que les rodea ―son personas que han desarrollado más el hemisferio derecho que el izquierdo, volviéndose más proporcionales a la vida, más satisfechos de su realidad transfigurada. Debido a ello guían su sentido y comprensión del arte regidos bajo el calendario de fiestas agrícolas y patronales; conocen de celebraciones, velaciones, incendios y adoración a santos y vírgenes en templos religiosos, se hunden en sus mitos y leyendas, exaltan el valor de la luna en los ciclos agrícolas, como de la sonrisa de los niños y del respeto a los ancianos, por lo que todavía tienen visiones atemporales y las reproducen en tierra cocida para trascenderlas en el mundo actual.

POLÍTICA

Núm. 300 – Noviembre 2024