Revista Personae

LOS TOROS FUERA DEL CORRAL 

Las cornadas de la vida 

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Después de la apertura de algunas plazas de toros alrededor del mundo tras un año sin corridas, varios toreros sufrieron impresionantes cornadas. No es que las heridas fueran ajenas a los primeros festejos de las ferias y seriales taurinos de años atrás, incluso, algunos se atreverán a decir que fueron gajes del oficio de jugarse la vida tarde a tarde. Sin embargo, tocará a los historiadores y a los analistas, deducir si el paro por la pandemia tuvo como consecuencia aquellos desgarros de la piel provocados por la punta de los astados.

 

Y después de la cornada ¿qué pasa con el torero? Nos preguntamos los que no vestimos de luces. La resiliencia del torero, siendo un profesional de enfrentar a la muerte, no es tan diferente de la nuestra al enfrentarnos a la vida y ser desgarrados por las circunstancias, como la misma pandemia está haciendo con sus múltiples consecuencias.

 

Uno de los mejores toreros del siglo pasado, Luis Miguel Dominguín, recibió hasta catorce cornadas, y de cada una se repuso para seguir toreando. ¿Cuántas cornadas de la vida puede tolerar un simple mortal que fuera de la plaza enfrenta la faena diaria con fracasos, enfermedades, desamores, abandonos, miseria, violencia o la muerte de un ser cercano? No hay un número para eso, pero cada rajada de la vida tiene su propia profundidad. Reponerse de las cornadas en la plaza no sólo es recuperarse físicamente, se debe vencer el miedo a entrar de nuevo al ruedo, es decir volver a jugarse la vida.

 

Las cornadas de la vida

 

Uno de los más grandes toreros que siguen aun en activo, José Tomás, escribió una reflexión de su experiencia con la cornada que le provocó Navegante, toro que dio pie a un libro alrededor de esa tarde en Aguascalientes, donde aquel astado casi le quita la vida. Ese escrito no sólo sirvió para que el matador se congraciara con su alma, sus miedos y el toro, también los seguidores del príncipe de Galapagar pudimos aliviar un poco aquella herida que nos dejó ver al diestro, sangrando profusamente por la arteria femoral casi desecha, luchando contra la muerte en la arena. Gracias al avance de la medicina, muchos toreros, como José Tomás, han podido levantarse y desafiar nuevamente a la muerte.

 

Hoy en día, además de leer, existen también algunas alternativas tradicionales y otras, impuestas por la era de la tecnología, para recuperarse de las cornadas de la vida, desde las limpias en los mercados por las curanderas, hasta el Coaching para pacientes vía internet, pasando por las terapias breves conductuales y algunas sectas disfrazadas de autoayuda emocional. Aunque también existen quienes se levantan y le dejan al tiempo la cura. A veces funciona y a veces no. Ese vendolete con que mal cubrimos por años la herida puede provocar que rengueemos el resto de nuestra existencia. Cada quien se acerca a lo que cree puede ayudar a generar una resiliencia, y a veces, solemos ir de una a otra para buscar la que mejor convenga a nuestras creencias.

La pandemia cual toro bravo lanzó cornadas por todos lados y arrasó parejo. ¿Tras esta larga herida que nos dejó inmóviles mucho tiempo, lograremos resiliencia como habitantes del planeta? ¿Y si sí, aprenderemos algo?

 

Los toreros dirán que sí, que se aprende después de una cornada, que se necesita mucho valor y a veces algo más. Los que no somos toreros, aquellos que nos jugamos el pellejo a diario para sobrevivir, no estoy seguro de que a todos se nos dé aquello de aprender tras ser heridos, pero sí creemos que se necesita algo más que valor para seguir en la vida y no claudicar. A pesar de que la fiesta de los toros tiene la pus en lo que parece ya una cicatriz de una cornada eterna, que los ganaderos, cercanos a la quiebra, sacrifican toros en el matadero y no en el ruedo, y que los músicos de las bandas que amenizan la plaza se ven obligados a tocar en la calle por unas monedas, tenemos que tirar la montera a la arena de la vida para esperar que la suerte se reparta, y poder entonces, obligarnos a aprender algo de la convivencia con el virus. Hacerlo de cara al sol, tal vez, nos traerá dividendos y nos hará encontrar la resiliencia para una siguiente corrida.

CULTURA

Núm. 293 – Abril 2024