Revista Personae

ÁLVARO MOISÉS NINCO DAZA

Embajador de Colombia en México

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Colombia es una nación con la que nos encontramos hermanados por más de una vía, es un protagonista de la historia continental por lo que una charla con su joven embajador Álvaro Moisés Ninco Daza resulta sumamente interesante.

 

Es uno de los embajadores más jóvenes que me ha tocado entrevistar, 30 años recién cumplidos. Entró a la lucha política desde la adolescencia, muy de la mano del actual presidente, Gustavo Petro, a quien apoyó desde su campaña para alcalde y para su restitución en dicho cargo. Incluso la oposición de su país ha realizado diversas maniobras jurídicas para inhabilitarlo como embajador. Su imagen no es la del típico embajador, se da el tiempo para explicarnos los múltiples significados de las pulseras que porta.

Expone: “Nosotras y nosotros somos producto de un proceso histórico en Colombia. Si en Colombia empieza a haber embajadores de izquierda, progresistas, jóvenes o indígenas como el caso de Leonor Zalabata, nuestra representante ante la ONU o Elizabeth García, en Bolivia, es porque hay un proceso en el cual las clases subalternas que históricamente fuimos excluidas del estado, a partir de este primer ejercicio en la historia contemporánea de Colombia de una alternancia política, implica la llegada de todos los liderazgos de estas clases a los escenarios institucionales y de gobierno. Buena parte del conflicto en Colombia tiene que ver con la exclusión política con que las élites cerraron de tajo la entrada en algún momento a todo el resto del país y en esos términos el hecho de que haya una persona joven al frente de la misión diplomática en México y una relación estratégica tanto en lo bilateral como en lo multilateral, tiene que ver con que hay un cambio democrático en Colombia. Muy probablemente si no hubiéramos ganado las elecciones yo estaría en México exiliado”.

 

Álvaro Moisés Ninco Daza, embajador de Colombia en México

 

Entrevistado antes de la invasión a la embajada mexicana en Ecuador surge el tema de que gobiernos de izquierda y de derecha en Latinoamérica intercambian descalificaciones cada vez con más frecuencia, el entrevistado comenta: “Es algo que hemos dicho y que el presidente Petro ha planteado, que esa cartografía política en la cual a partir del caso Dreyfus en Francia esa división entre izquierda y derecha es obsoleta; no solamente porque no nace en nuestro continente, que tiene una complejidad propia, sino, además, porque hoy tenemos tareas comunes que en la humanidad nos convocan y por eso nosotros hablamos de la política de la vida y la política de la muerte. Por ejemplo, una política de la vida que tenga como objetivo garantizar la sostenibilidad de la presencia y la actividad humana en el planeta y por ende de muchas otras especies pasa por reconocer que tenemos que ponernos en la tarea de alistarnos ante cualquier otra pandemia posible. Vamos a poner ese ejemplo que fue muy polémico cuando el presidente Petro citó una serie de investigaciones científicas que indican que el COVID fue originado a partir de una relación de desarmonía entre el ser humano y la naturaleza que hizo que personas que no tenían que poner un mercado en un ecosistema donde había murciélagos derivó en la enfermedad zoonótica, el salto del virus hacia el ser humano. Lógicamente, más allá de esa hipótesis, que está comprobada científicamente, el hecho concreto es que las Américas tenemos que ponernos de acuerdo alrededor de estar listas, y listos nuestros sistemas de regulación sanitaria, nuestros sistemas de salud para pandemias venideras, que van a venir infortunadamente y que, por la misma naturaleza caótica de la naturaleza, valga la redundancia, no vamos a poder predecir en qué momento, con exactitud, va a pasar. Entonces en esos términos, más allá de que el presidente López Obrador y el presidente Petro tengan una enorme amistad e identidad política común, y que pueda haber contradicciones en muchos temas con los gobiernos que se enuncian neoliberales, tenemos tareas en común que desarrollar y adelantar, por eso no nos podemos dar el lujo de seguir subsumidos en la cartografía política del siglo XIX, cuando los problemas del siglo XXI nos convocan a esfuerzos comunes. Por ejemplo, tenemos la tarea trazada de conectar a las Américas a través de vías férreas y en estos contextos de crisis y emergencia climática, con una vocación de transición energética, no podemos aplazar la tarea de la transición energética en sí misma, porqué la naturaleza va en un escenario de devastación que genera un contrarreloj a todos los gobiernos neoliberales, liberales, socialistas, del corte que quiera, para poder garantizar que el ser humano en el planeta pueda seguir vivo”.

 

En la charla hablamos del amarillismo y ciertos estereotipos que afectan a colombianos y mexicanos, el diplomático expone: “Estamos viviendo las consecuencias negativas porque al ser países megadiversos ecosistémica y culturalmente, compartimos unas raíces y en el marco de esas mismas raíces, compartimos el flagelo del narcotráfico y el fracaso de la guerra contra las drogas nos ha impactado de manera similar. Precisamente porque la guerra contra las drogas es una estrategia fallida porque no corresponde a un ejercicio racional. Con la Caída del Muro de Berlín y todo este escenario, se aceptó que el Estado no va a acabar con el mercado, que entre Estado y mercado no puede haber una relación distinta a la colaboración y en esos términos pensar que, en este sentido, es el de la guerra contra las drogas y tráfico, el Estado sí va a acabar con el mercado que es anacrónico y no racional”.

 

“En esos términos, el tránsito a una nueva política de drogas que lo estamos conversando y liderando entre Colombia y México a nivel regional, multilateral, pues se vuelve un imperativo en términos de salir de esta desgracia compartida, tanto de la fallida y fracasada guerra contra las drogas como el flagelo del narcotráfico”, declara.

 

Refiere: “Los antecedentes de esto, datan del gobierno de Nixon, en un momento en el que estaba ascendiendo el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, en el marco del estalle de la guerra contra Vietnam y para contener precisamente el escalamiento de la conciencia social y el avance de los movimientos populares, vieron como objetivo precisamente la criminalización del cannabis, una planta poderosa de la naturaleza y en esos términos, a partir de ahí, es que se nos impone a nosotros una guerra contra las drogas que enmascara en el fondo otras intenciones, pero también políticas y entonces Colombia, México y el resto de países de toda la región de América Latina y el Caribe, vivimos presionados por eso, porque la guerra contra las drogas en realidad parece ocultar otro tipo intereses, lejanos al de acabar con el negocio del narcotráfico porque el mismo prohibicionismo eleva el precio de los narcóticos en el mercado ilegal y, por ende, rentabiliza el negocio”.

“Si nosotras y nosotros no encontramos una alternativa desde la salud pública, desde un enfoque de derechos, desde ampliar incluso la conciencia en la relación del ser humano con la naturaleza y por ende con las plantas y las sustancias que da la naturaleza, pues entonces vamos a seguir enredados en una guerra donde si hay ganadores y perdedores, el saldo viene siendo más de un millón de muertes en América Latina y el Caribe, principalmente colombianas y ahora mexicanas y los ganadores no están en nuestra región, no somos nosotros”, advierte.

 

Álvaro Moisés Ninco Daza, embajador de Colombia en México

 

No obstante, la imagen de Colombia ha mejorado sobre todo en comparación con inicios de siglo, el embajador explica: “El cambio y esa imagen tienen que ver tanto con nuestro trabajo y nuestro esfuerzo nacional, saliendo al mundo para proyectar otra imagen, como con la relocalización geográfica del capital del narcotráfico y de la rentabilidad del negocio, porque, como todo mercado, cambia su localización geográfica en términos del flujo de capital, de la cadena de producción en general y de comercialización. En esos términos, lo que vemos hoy es que precisamente el aumento del uso del fentanilo en Estados Unidos que genera una mortandad de proporciones pandémicas -más de medio millón de personas el año pasado-, redunda en que se reconfigura el mercado de los otros narcóticos y eso implica que la guerra contra las drogas se traslade con mayor fuerza a México, así, como, por ejemplo, en el caso de Sudamérica se está trasladando con mayor fuerza hacia Brasil y hacia Ecuador. Tiene que ver también con que esta reconfiguración del mercado que mira hacia el Pacífico asiático, con la rentabilidad de los cárteles, que no son cárteles mexicanos o colombianos, son cárteles transnacionales, como decimos en la izquierda, el capital no tiene patria”.

 

Sobre los conflictos armados internos, de los que se habla de un proceso de paz hace años, sin llegar a la meta, reconoce: “Tiene también una naturaleza social política con que hay actores a los cuales hemos reconocido una beligerancia, también con el reconocimiento de exclusiones y deudas históricas que el Estado colombiano ha sostenido durante décadas, e incluso, la vicepresidencia Francia Márquez habla de siglos y le creo. También hay que decir que la parte de la complejidad de este conflicto y de la dificultad alrededor de poder concretar, digamos, un acuerdo tiene que ver también con que, como país y como región, no hemos logrado superar, y yo ahí, sí sería otra vez insistente con esto, la fallida guerra contra las drogas. Por ejemplo, a partir del mecanismo del plan Colombia esos recursos financiaron ejercicios y ocultaron ejercicios de paramilitarismo, de complicidad con una clase política que está articulada y sometida por el narcotráfico. Entonces, lógicamente, con las complejidades diversas, hay reivindicaciones políticas en muchos grupos armados que aún no se han solventado y estamos en camino de negociar, de entrar en diálogo a ver cómo construimos una nación, de que hay grupos armados que no tienen una naturaleza política, razón por la cual con ellos no se habla de un proceso de negociación política, sino un proceso de sometimiento a la justicia, de mecanismos a través de los cuales estas personas van a ser judicializadas a cambio de tranquilidad y verdad”.

POLÍTICA

Núm. 294 – Mayo 2024