Revista Personae

DON IGNACIO TORRES ADALID

Un rey pintado de blanco

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Ignacio Torres Adalid, mexicano que nació en la Ciudad de México hacia 1835, fue uno de los grandes precursores de la llamada “Plenitud del pulque” este personaje mexicano fue conocido mejor como “El Rey del Pulque”. Don Nacho fue sin duda un visionario y el mexicano que impulsó enormemente el negocio de la producción pulquera en el centro de México.

Fue amigo, compadre y contemporáneo del presidente Porfirio Díaz Mori, por supuesto de la corriente de los llamados “científicos”, y además, le hizo la competencia a quien fincó su fortuna gracias al desarrollo de la industria del textil henequenero, Don Olegario Molina. Torres Adalid sin duda alguna, amasó una gran fortuna gracias al desarrollo y explotación del maguey.

Sus más cercanos amigos y conocidos le tenían como un hombre de estatura baja, de muy mal carácter y con una marcada diferencia que le afectó, físicamente, desde su niñez a consecuencia de la enfermedad de la poliomielitis. Don Nacho tenía en su pensamiento algo muy contundente que siempre mencionaba: “El que persevera alcanza”, tuvo la necesidad de meterse en los menesteres de la política en varias ocasiones para defender la industria del pulque. Al final de su vida, buscó regresarle un poco a toda la gente que lo ayudó a luchar por su sueño. Fue por esto que creó una fundación que llevó su nombre, a pesar de lo contradictorio de la situación de aquel entonces, cuando los peones eran sometidos en las haciendas de manera cruel y ventajosa por los hacendados.

 

Don Ignacio Torres Adalid

 

Don Ignacio había logrado que San Antonio Ometusco, Hidalgo fuera la hacienda pulquera más importante, próspera y exitosa del porfiriato. De sus barricas salieron millones de pesos “acumulados con puntillosa honradez y un trabajo tesonero –escribió Federico Gamboa-, que administra y aumenta sin ayuda de apoderados ni socios”. Aficionado al juego, al buen vivir y al derroche durante su juventud, al llegar a la madurez se entregó por completo al trabajo.

 

Su carácter irascible y violento le permitió meter orden en la administración de sus haciendas y negocios, pero en el ambiente social de la ciudad de México mostraba un rostro diferente: el de la asistencia privada. “Es de suyo caritativo y generoso –continúa Gamboa-; mantiene con decoro y sin humillaciones a incontables familias; costea entierros de dependientes y menesterosos; educa y sostiene a huérfanos sin amparo; en una palabra, los centavos que iracundo pelea en juzgados y en sus cuentas con inquilinos, medieros, deudores y arrendatarios, él los cambia por pesos duros que liberal y cristianamente derrama entre los necesitados”.

           

Asiduo visitante al Jockey Club, al hipódromo de Peralvillo, a la ópera y al teatro, don Ignacio gozó sin límites las mieles de la dictadura y se ganó el reconocimiento de propios y extraños.

 

Don Ignacio Torres Adalid

 

Pero como el lujo y la riqueza no podían hacerle compañía en su tránsito al más allá, en el exilio don Ignacio decidió, generosamente, dejar su fortuna a la beneficencia privada. Y en un acto voluntario y libre, toda su fortuna fue destinada a ayudar a los mexicanos más necesitados.

Gracias a Don Nacho sin duda el pulque se puso en el ojo del huracán pues a finales del siglo 18 y principios del 19, el pulque cotizaba en la bolsa de valores de Inglaterra y New York, fue PIB (Producto Interno Bruto), ayudó mucho a la economía nacional y esta bebida viajaba de norte a sur, de este a oeste por lo largo y ancho de la República Mexicana gracias a las vías férreas que su compadre, el señor presidente, Don Porfirio Díaz había construido en su tiempo.

 

Al llegar la Revolución Mexicana Don Nacho pierde todo su patrimonio y triste por tales sucesos se autoexilia a la isla de Cuba, donde fallece en 1914. Hoy en día es una enorme leyenda y gran visionario del pulque, una enorme bebida llena de tradición y cultura.

MISCELÁNEO

Núm. 293 – Abril 2024