Revista Personae

LA SABIDURÍA DE LA NARIZ

A qué huele la felicidad

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La sabiduría de la nariz

 

¿Eres de las personas que cuando huele algo que le fascina, pide a los dioses que te convierta enteramente en nariz?

¿Eres de los que pueden sentir los olores?

¿Eres de los que un buen aroma puede hacerte flotar?

 

Yo sí soy de este tipo de personas y siempre lo he sido. Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi niñez, aunque no muy grato, tiene que ver con el olfato: estaba verdaderamente enamorada del olor de un borrador para lápiz pequeñito en forma de corazón, ¡y no podía dejar de olerlo! Así que se me ocurrió meterlo a uno de los orificios de mi nariz para sentir aún más su aroma. ¡Y se fue por el conducto! Asustada, traté de sacarlo, pero mi dedo lo empujaba más adentro. Mi papá, entre mis llantos, logró sacarlos con una pinza y separarnos para siempre.

 

Los olores nos alertan, nos hacen huir o atacar, nos conectan con momentos de nuestro pasado y nos hacen revivir sentimientos y emociones.

Cuando nacemos, lo primero que hacemos es seguir el rastro de la leche materna, y gracias a él, somos capaces de relajarnos solo con oler a nuestra madre. Así pues, podemos afirmar que el olfato es el sentido relacionado con el instinto de supervivencia. Este sentido es, sin duda, nuestro mayor aliado para hacerle frente al mundo que nos rodea. Nos sirve para relacionarnos con el medio.

 

Seguramente te ha pasado. De repente percibes un olor y tu mente se traslada a tu infancia o te invade la nostalgia. También puede ocurrir al revés: que un aroma determinado te recuerde a aquella receta que, en su día, te causó una tremenda indigestión. La repulsión es instantánea, te has preguntado: ¿por qué pasa esto? Es por el ‘efecto proustiano’, se debe a que los estímulos olfatorios -a diferencia del resto de sentidos-, llegan de forma directa al cerebro y se procesan junto a las estructuras que gestionan las emociones y los recuerdos. A diferencia del resto del flujo de información que generan los otros sentidos, el sistema olfativo va directo de la nariz al bulbo olfatorio, una estructura ubicada en el cerebro. Esta conexión directa hace que el olfato sea el sentido que más recuerdos nos evoque y que más nos perdure en la memoria.

 

Hace unos días publiqué un post en Facebook que decía: “Si la felicidad tuviera un aroma, ¿a qué olería?”. Fue un ejercicio precioso y muy interesante, porque obtuve infinidad de respuestas, y esto me hizo comprobar que la felicidad tiene muchos olores distintos. La mayoría de las personas que contestó hizo una conexión con algún momento del pasado, donde revivía sentimientos y emociones muy agradables. Les dejo unos ejemplos:

 

ANA: A pavo y pasta navideña porque me recuerda a cuando mis hijos están juntos y cerca.

A l”air du temps, el perfume de mi madre en mi adolescencia.

A la primera lluvia del año, cuando empieza a mojar la tierra.

 

GABY: A tamales de elote de mi abuela, a pastel de nuez de mi mamá, a camarones al mojo de ajo de mi papá.

 

LUPITA: A tortilla hecha a manos de mi madre, con salsa de ciruela y queso fresco, mientras veo a mis hijos comer.

 

GABY V.: A Oliver, mi nieto.

 

 

La sabiduría de la nariz

 

¿Sabes cuál fue el ganador?

 ¡Tierra mojada!

 

Fue sorprendente, muchos de los comentarios eran que la felicidad olía a tierra mojada. Y sí, investigando pude comprobar que uno de los olores más agradables que existen, sino es que es el más agradable, es el petricor.

Este aroma se produce al caer la lluvia sobre la tierra seca. Es el olor que deriva de un aceite exudado por ciertas plantas durante periodos de sequía. Es tan agradable que incluso los perfumistas han tratado de igualar ese aroma, pero aún no lo han conseguido.

Justo cuando termina de llover, pareciera que todo el ambiente se impregna del olor a tierra y a naturaleza viva. A muchas personas no solo las reconforta, sino que también las lleva a recordar momentos hermosos.

 

El segundo fue el olor de un bebé y el tercero y empatados: el café y el chocolate.

 

Le siguieron una cascada de aromas: a flores, a pan recién horneado, a brisa de mar, a hojas de libros, a protector solar, a perfume, a carro nuevo, a óleo, a vino, a sexo, a abuelita, a familia, a pay de manzana. Todos, de alguna u otra manera, realizaban una conexión con los recuerdos felices.

 

La sabiduría de la nariz

 

Los olores que nos rodean influyen en nuestro estado de ánimo

Aquí tienes una lista de olores que, según la ciencia, nos hacen más felices: pino, cítricos, bloqueador solar, hierba recién cortada, flores, romero, menta y talco para bebés.

 

Y tú, ¿te has preguntado cuál sería el olor de tu felicidad? ¿Lo has sentido? Te invito a que vivas esta deleitable experiencia: en un momento de paz, permítete viajar a esos momentos en los que te olvidaste de todo y te conectaste a ese instante en que te sentiste pleno, acogido, seguro y feliz. ¿En qué lugar estabas? ¿Quién estaba a tu alrededor? ¿a qué olía? ¿Quizás a hogar? ¿A un perfume de papá? ¿A lluvia? ¿A la brisa del mar cuando caminando por la arena? ¿Al chicle motita de plátano? ¿A un bebe recién nacido? Seguro que se destaparán los recuerdos donde conectaste con ese aroma que, a su vez, está ligado con un momento o con un ser maravilloso.

 

La sabiduría de la nariz

 

El olfato, sentido menos apreciado.

Otra encuesta que hice fue la siguiente: si tuvieras que prescindir de uno de tus cinco sentidos ¿cuál preferirías perder? La mayoría me contestó que el olfato, seguido por el gusto. ¿Por qué? Por muchas razones. Algunos respondieron que el olfato tenía poca importancia y poca utilidad, de no ser para avisarles que se quemaba su pan tostado. Otros dijeron que su olfato estaba ya dañado por COVID, por alergias, catarros, problemas de sinusitis, entre otros, así que no perderían mucho. Algunos más contestaron que como mucho de lo que olían tenía mal olor, bien podrían prescindir del olfato. Otros más comentaron que al carecer de olfato, también carecerían de gusto; entonces no comerían tanto y podrían hasta bajar de peso (siguiendo la lógica, estos últimos deberían de haber menospreciado el gusto más que el olfato, si bien el olfato determina gran parte del gusto). Por tanto, son muchas las razones por las que el olfato parece ser el sentido menos valorado.

 

Si eres parte del 60% de los que les dio COVID19 y perdieron el sentido del olfato, los estudios han demostrado que al año se recupera, pero muchas veces no al 100%.

 

Al olfato no le damos la importancia que deberíamos y únicamente lo valoramos cuando lo perdemos, ¿cuántos -después de la pandemia- perdieron en gran medida el olfato? o como cuando tenemos la nariz tapada: entonces, la comida no sabe a nada. Una vez los recuperemos, recobraremos el apetito y nos sentiremos más positivos y con energía renovadas.

 

Lo que nuestra nariz sabe

 

El sentido del olfato enriquece nuestra experiencia del mundo que nos rodea. Los diferentes aromas pueden cambiar nuestro estado de ánimo, transportarlo a un recuerdo distante e incluso ayudarle a crear lazos con sus seres queridos.

 

Por consiguiente: la información olfativa se envía a diferentes partes del cerebro, los olores pueden influir en muchos aspectos de nuestras vidas, como los recuerdos, el estado de ánimo y las emociones. Durante miles de años, se utilizaron plantas aromáticas en las prácticas de sanación de muchas culturas, como China, la India y Egipto antiguos. La aromaterapia, por ejemplo, busca usar aceites esenciales de flores, hierbas o árboles para mejorar el bienestar emocional y físico.

A la fecha, hay poca evidencia científica que apoye la efectividad de la aromaterapia para muchos problemas de salud. Sin embargo, los recuerdos de un olor pueden ser vívidos y duraderos, lo que podría tener un efecto positivo.

 

Te invito a atesorar ese momento en que te sentiste feliz y a salvo, y lo asocies con ese aroma especial, único y lo conserves en tu interior; así, cuando lleguen esas ocasiones que no son tan felices y que se requiere una dosis urgente de bienestar, recurras a ese elixir y puedas usarlo como rescate para reencontrarte con tu felicidad.

MISCELÁNEO

Núm. 294 – Mayo 2024