Revista Personae

«LOS VICTIMISTAS»

Sufro, luego existo

COMPARTIR

Facebook
Twitter

Hace veinte años descubrí que mi matrimonio ya no tenía ni pies ni cabeza. Me había casado “para toda la vida”, y me aterraba aceptar que “me había equivocado”. No tenía idea sobre cómo enfrentar esa situación, de cómo confrontarlo a él y de cómo anunciarlo a la sociedad. No me sentía capaz. ¿Cómo iba a explicar que ese “hasta que la muerte nos separe” se sentía demasiado lejano? ¡Solo deseaba desaparecer! Eran tantas cosas juntas que me congelé, sin poder moverme para adelante y tampoco para atrás. No supe a qué hora sucedió, pero dentro de mí comenzó a nacer «la víctima».

 

No elegí conscientemente convertirme en ella pero, cuando sucedió, recibí casi de inmediato el abrazo, la atención y la empatía que necesitaba de mis seres queridos. Me escucharon, me consolaron y me sentí protegida. Fue como una caricia al alma ¡Ay, fue delicioso! Sirvió como una anestesia que llegó hasta la niña que alguna vez sintió abandono. ¡Sí! ¡Hasta ahí llegó! Imaginen lo bien que se siente ser «la víctima». Hubiera querido quedarme ahí para siempre. Solo que, como todo, fue momentáneo. Fue un calmante para las lesiones de mi interior, pero no la sanación, porque el vacío y las heridas continúan hasta que se entiende de dónde vienen. Además, la situación por la que elegí ser víctima siguió ahí, acechándome.

 

LOS VICTIMISTAS

 

El victimismo puede volverse una forma habitual de ver la vida, una respuesta automática hacia las situaciones que uno entiende como injustas. Cuando estás ahí, no eres consciente de que eres una víctima.

 

Hoy doy gracias a que no me estacioné de por vida en este delicioso rol. No sé ni cuándo ni cómo lo dejé. Una voz interior te dice que no es sano quedarse ahí. Qué cansado fue para los que me apoyaron. Espero que sepan que les estoy agradecida, y que les pido una sincera disculpa por lo que tuvieron que vivir a mi lado. Estoy segura de que me convertí en una persona tóxica. ¡Ay, qué desagradable!

 

Cuando alguna experiencia en nuestra vida nos golpea tan fuerte que no vemos la salida, como me sucedió a mí al divorciarme, y nos sentimos incapaces e impotentes para reaccionar, es el momento en el que es fácil adoptar ese rol en el que creemos que nos sentiremos a salvo «EL DE LA VÍCTIMA».

 

Todos lo hemos vivido alguna vez. Y tenemos que trabajar para no volver a caer en ese lugar.

 

 

LOS VICTIMISTAS

 

Causas del victimismo:

La mayoría de las personas que actúan con victimismo no lo hacen con la intención de causar lástima o pena, realmente nadie elige conscientemente ocupar ese rol, más bien tropezamos en él como cuando caemos en una trampa, porque de alguna manera nos funciona y se convierte en una estrategia para evitar responsabilizarnos de algo, o para encontrar compañía, o para mantenernos en la zona de confort. Cuando somos «víctimas», instantáneamente se nos libera de la responsabilidad, porque culpamos al otro de nuestra desgracia.

 

Quizá en alguna etapa de nuestras vidas hemos sido «victimistas» o seguro que conocemos a alguien.

 

¿Cómo es una persona que cae en el victimismo?

  1. Cree que lo han dañado, sin tener ninguna responsabilidad, aunque haya evidencia clara de que ha sido, en cierta manera, culpable o cómplice.
  2. Cree que no tiene control sobre su vida, y cede también su responsabilidad.
  3. Tiende a ser pesimista, no le gusta probar cosas nuevas y desanima a los demás.
  4. Espera compasión por todo lo malo que ha vivido. Busca atención y validación constante, porque ha sufrido mucho y no se lo merece, o por lo valiente que ha sido y porque todavía sigue adelante.
  5. Siente lástima por sí mismo.
  6. Es exageradamente dramático.
  7. Actúa a la defensiva.
  8. Se menosprecia, muestra baja autoestima.
  9. No intenta mejorar. Cuando alguien le hace notar su actitud de víctima, se niega a analizar sus actos y no es capaz de mejorar. En su lugar, actúa de forma defensiva y niega cualquier sugerencia, desarrollando una actitud negativa hacia cualquiera que le sugiera un cambio.
  10. Se auto-sabotea. Realiza acciones contraproducentes, se mete en situaciones que lo conducirán a un daño, incluso cuando haya mejores opciones. Así, está reafirmando su posición de víctima.

 

El victimismo tiene consecuencias “positivas” a corto plazo. Es por ello, por lo que la conducta se mantiene, aunque también tiene consecuencias nada deseables.

 

«Beneficios» de quien se identifica con el victimismo:

-No asume la responsabilidad de nada, por tanto su autoestima se mantiene por la evitación del malestar que conlleva ser responsable del propio fracaso.

-Atención y compasión de los demás.

-Es menos probable que otros le critiquen o le hagan sentir triste, para evitar su actitud victimista.

-Se reafirma en su derecho a quejarse.

-Es más probable que obtenga lo que quiere, ya que los demás no quieren verle triste.

 

El victimismo da poder para eludir la responsabilidad, para sentirse con derecho a mostrar tristeza, manipular a otras personas y obtener su simpatía y compasión.

 

LOS VICTIMISTAS

 

“Desventajas” de quien se identifica con el victimismo

-Se queda atascado en su situación actual, no toma el control de su vida. Se sigue sintiendo insatisfecho.

-Su forma pasivo-agresiva de comunicarse no contribuye a tener relaciones sanas.

-No siente emociones positivas.

-No se desarrolla como persona.

-Va a ser una persona tóxica para los demás y es posible que se alejen de él.

-Se aburre si no hay mucho drama a su alrededor, porque le encanta.

 

Victimismo, chantaje emocional y manipulación

Las personas victimistas utilizan esa actitud para conseguir lo que quieren. No lo van a pedir directamente, sino que van a hacer sentir culpable a la otra persona para obtenerlo.

 

La buena noticia es que sí se puede dejar de ser una víctima, ya que no deja de ser una conducta aprendida y como tal se puede “desaprender”.

 

¿Cómo ayudar a una persona victimista?

El problema es que la mayoría que hacen el papel de víctimas no han aprendido a relacionarse de otra manera. El martirio es el caballo de sus batallas y la manera de sentirse valiosos. Les llevó mucho tiempo conseguir este papel, por lo que no es fácil moverlos de este guion preestablecido. Por eso en una relación con un mártir no queda otra que ponerle las cartas sobre la mesa, desenmascarando la dinámica de victimización que ha construido.

En la práctica, le vamos a pedir que cambie el núcleo central de su identidad y su “misión” en la vida, que se aleje de aquello que cree que le hace valiosa. Por lo tanto, dejar ir la narrativa del mártir requerirá paciencia, hasta que esa persona comprenda que no tiene que sufrir y sacrificarse continuamente por los demás.

 

Para ayudar a que una persona deje de ser «victimista», hay que hacerle ver que tiene poder de decisión, y esto le generará responsabilidad. Para que estos consejos funcionen es importante que la relación con «la persona victimista» sea de cariño y apoyo genuino.

Abramos nuestro corazón hacia el entendimiento, de ser empático de quien está pasando eso mismo que a nosotros nos lastimó en algún momento, porque la historia personal de cada persona nunca es igual y cada quien vive su proceso como puede, con las herramientas que están a su alcance.

 

Los seres humanos somos distintos tipos de “lamparitas”: algunas transmiten muchísima luz y van iluminando por donde quiera que van, y hay otras que apenas si se ven. Es claro que todos tenemos dificultades, la vida no siempre va como quisiéramos, y tenemos derecho de apagarnos un poquito, mas no tiremos la toalla, hay que luchar contra corriente para vivir con ilusiones. Merecemos vivir alegres, porque la vida es fantástica. El estado de ánimo se puede trabajar, es nuestra responsabilidad, y existen muchas herramientas para hacerlo. Vayamos como lámparas iluminadas por la vida. ¡Lo merecemos!

 

Lo importante es tener claro, y como dijo Buda, el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional.

 

Un abrazo. Karla Aparicio.

MISCELÁNEO

Núm. 293 – Abril 2024