Revista Personae

“OYE, CUCÚ, PAPÁ SE FUE…”

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“Oye, Cucú, Papá se fue…”

 

Hace algún tiempo, una amiga muy cercana, madre de dos hijos y a quien admiro profundamente, me pidió ayuda para encontrar una casa para rentar. Ella es exitosa en su trabajo y lo disfruta, además es guapísima y, lo más importante, es una madre feliz y dedicada. Como inmobiliaria encontré la casa perfecta, y su perfil era más que ideal para cualquier propietario. Contaba con todos los requisitos: estabilidad económica, referencias impecables, todo en orden.

Sin embargo, cuando estábamos a punto de firmar el contrato, el propietario se enteró de que ella era divorciada y madre soltera. De inmediato, ¡se negó a avanzar con la renta!

No fue por falta de méritos o capacidad de mi amiga, sino simplemente por prejuicios absurdos que, lamentablemente, siguen existiendo. Las palabras que me dijo el dueño estaban tan fuera de lugar que ni siquiera vale la pena repetirlas.

Aún hoy me sigue molestando esa decisión. Mi historia es la misma: soy divorciada y mamá sola, de tres hijos. Aunque soy feliz como mi amiga, ¡imaginen lo que me cimbró esta historia! A pesar de haber salido adelante, de haber «sacado el bote a flote», como muchos dicen, he sido juzgada por unos y admirada por otros. El juicio hacia las madres solteras se basa en una percepción errónea que nos pinta como mujeres incompletas o incapaces.

El hombre con el que soñé construir una familia dio la espalda a ese sueño. Y cuando nuestro matrimonio terminó, desapareció. Yo lo amaba y pensaba que, al tener hijos juntos, estaría a mi lado para siempre. Decidió irse, repitiendo su historia familiar. Decidió dejar de ser responsable y empezar una vida aparte, lejos de la familia que una vez prometió cuidar. “Los dejó solitos«, como dice la canción de Maná. No fue mi culpa haberlo escogido. Él decidió no ser un buen padre, o más bien no ser padre: decidió abandonar, y esa es su responsabilidad.

Después del divorcio me encontré sola con tres chiquitos, sintiendo que el mundo se me venía encima. Moría de miedo. Lloraba por las noches al dormirlos y también por las mañanas, en silencio, para que no se dieran cuenta; es que de verdad que no podía concebir cómo iba a enfrentar todo aquello sola, aterrorizada.

No sabía si tendría la fuerza para criar a mis hijos sin ningún apoyo. ¡Pues sí pude! Me convertí en una mujer “multitask”, tenía varios trabajos: mi día laboral comenzaba a las 6:00 a.m. dando dos o tres horas de clases de spinning. Ya antes había preparado el desayuno, solo para que ellos lo sirvieran; desayunaban y se arreglaban solitos, había que estar listos para cuando mamá pasara para irse a la escuela. Después de dejarles, me iba a otro trabajo, a las 2:30 p.m. les recogía, comíamos rápidamente, a veces en el carro, para correr e irnos a sus entrenamientos de alto rendimiento, por las tardes. Ellos estaban en un lugar seguro y yo podía seguir trabajando. Sí hubo ayuda de otros papás, también de mis hermanas, a quien agradezco en el alma, y gracias a ellos nos sentimos más arropados.

Recuerdo que cuando hacía las compras en el supermercado sola, era cuando me echaba otra lloradita más, la del mediodía, sobre todo cuando veía a parejas que lucían felices llenando su carrito hasta desbordarse, y el mío apenas llevaba lo necesario. Y así pasaron muchos, muchos años. Hasta que crecieron. Tuvieron que aprender a hacer muchas cosas solos a temprana edad para apoyarnos entre todos. Hubo muchos temas difíciles de heridas de abandono y confusión, que hemos trabajado en el transcurso de nuestra vida.

 

“Oye, Cucú, Papá se fue…”

 

No eres madre y padre a la vez, no eres madre soltera, eres una MADRE SOLA, gracias al privilegio de algunos hombres de procrear y desaparecer.

Estadísticas: En México, las madres solteras representamos un grupo significativo de la población. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), al cierre de 2022 había más de 4.18 millones de madres solteras en el país, lo que equivale al 11% de todas las mujeres que son madres. Una de cada diez.

Es difícil imaginar cómo un ser humano puede abandonar a sus propios hijos y dejar a la madre sola con toda la responsabilidad. Es casi imposible de creer. Ni siquiera en el reino animal ocurre algo así. Las madres luchan con todo lo que tienen por proteger a sus crías, y en muchas especies, los padres también juegan un rol crucial. Sin embargo, en nuestra sociedad, aún hay hombres que eligen escapar de su responsabilidad, dejando a las madres no solo con una enorme carga, sino también con el juicio constante de una sociedad que debería apoyarlas en vez de señalarlas.

Es fácil para algunos juzgar desde fuera. Se dice: «Escogiste mal al padre de tus hijos», como si todo fuera una elección predeterminada. Pero la realidad es más compleja. Ninguna mujer debería ser culpada por las decisiones irresponsables de un hombre. Ninguna mujer debería cargar con el juicio social por haber sido abandonadas en la tarea de los hijos. No somos adivinas; no podemos ver el futuro ni prever quién se convertirá en un mal padre.

La verdad es que muchas de nosotras empezamos con el mismo sueño de construir una familia, de tener un compañero que esté a nuestro lado, que sea un padre presente y amoroso. Pero hay muchos hombres que deciden no cumplir con ese rol.

 

Lo Extrañamos Años. Abandono

Los hijos no solo pierden a una figura paterna cuando el padre decide abandonar, sino que cargan con el dolor y la confusión de haber sido dejados atrás. Esa herida del abandono es profunda y deja cicatrices emocionales que duran toda la vida. La ausencia paterna genera en los niños sentimientos de inseguridad, tristeza y, a veces, una sensación de no ser lo suficientemente buenos como para que su propio padre quiera estar en sus vidas.

Las mamás hacemos hasta lo imposible por llenar ese vacío, pero la realidad es que el abandono deja marcas. Aun así, no somos responsables de la falta de atención, cariño o compromiso de un padre ausente. No somos culpables del dolor que sienten nuestros hijos porque, como madres, lo último que quisiéramos es que nuestros hijos sufran, y nos duele hasta el alma ver ese vacío. Cada vez que escucho la canción de Maná, se me viene toda la película que vivimos. A mi hijo mayor, más de alguna vez se le salieron las lágrimas al escucharla una y otra y otra vez. Hoy por hoy, esta historia quedó atrás. Pero, aunque son personas muy echadas para adelante, la herida no desaparece; es la raíz de todas las carencias, es muy dolorosa, se aprende a vivir con ella, trabajando de distintas formas y todos los días.

No sabemos lo que hay detrás de cada historia. No sabemos cuántas noches de miedo, cuántas lágrimas y cuánta angustia hay detrás de esa mujer que hoy lucha sola por criar a sus hijos. El abandono paternal es una elección y deja cicatrices profundas, y mientras la sociedad siga culpando a las madres por los errores de los padres ausentes, seguiremos perpetuando una injusticia.

UNA MUJER QUE CRÍA A SUS HIJOS SOLA MERECE TODO NUESTRO RESPETO. Es una viva prueba de valentía, amor y fuerza, aunque tuvo miedo, nadie le preguntó si podía, y siempre busco la manera de salir adelante.

 

“Oye, Cucú, Papá se fue…”

“Cuánto daño cabe en las heridas que no se ven.

Cuánto duele lo que no merece”

 

Queda claro que el abandono paterno en la infancia implica graves consecuencias en la salud de los hijos si no se sabe gestionar adecuadamente la situación. Aunque cada familia es diferente y puede tener las estrategias efectivas para impedir que, tras un divorcio, ruptura o desinterés del padre, los hijos sufran las consecuencias, es muy importante acudir a terapia psicológica. Igualmente, hay que entender que porque falte un padre o una madre no tiene por qué darse una carencia. La ciencia ha demostrado que no son necesarios dos padres para poder desarrollarse plenamente, pero si uno de los dos desaparece cuando el niño está creciendo puede hacerle daño.

Es momento de dejar de lado los prejuicios y reconocer el valor y la fuerza que tienen las madres solas. No merecemos ser tratadas con discriminación, sino con respeto y admiración por todo lo que hacemos para sacar adelante a nuestros hijos.

 

PD:

Una mamá sola ha pasado por las peores y mejores situaciones sola. Si está considerando salir contigo, es porque disfruta de tu compañía, no porque te necesite. Considera un honor, un motivo de orgullo.

Busquen en YouTube o en Spotify la canción: “El reloj cucú” de Maná, que nos marcó como familia. La letra está basada en una experiencia de la vida del vocalista Fernando Olvera. El tema le ayudó a hacer más llevadera la muerte de su padre cuando apenas tenía siete años. El dolor se quedó guardado por mucho tiempo hasta, al parecer, un amigo le contó que el suyo un día se fue por cigarros y nunca volvió.

 

Con KAriño

Karla Aparicio

MISCELÁNEO

Núm. 300 – Noviembre 2024