¿Y SI MATAMOS A TODOS LOS MALOS?
- MISCELÁNEO
- abril 2022
- Karla Aparicio
- Ilustraciones: Fabs Aldrete (fraq95)
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“Fuerte y grande es aquel que sabiendo que puede hacer daño, elige no hacerlo”.
(D.H.)
Estaba a punto de comenzar mi artículo en una página en blanco, el teclado esperaba con desespero que comience a pintar el lienzo con los borbotones de verbos que acostumbro… pero no salió ni una sola palabra; mis manos estaban atoradas en un nudo, no lograban asimilar lo que vi, y afuera había un silencio ensordecedor, saturado con imágenes salvajes e inconcebibles.
Y esta sensación tiene que ver con lo acontecido el pasado 5 de marzo durante el partido entre Querétaro y Atlas en La Corregidora, donde aficionados de las barras (porras) de ambos equipos se enfrentaron salvajemente, enfermos de rencor bárbaro y delirante, convirtiendo un evento familiar en una batalla de terror.
Lo mayor ironía de este episodio es que ocurre a tan solo cinco días de que la liga MX presentara su campaña “Grita por La Paz” en solidaridad con lo que ocurre en Ucrania e ignorando, tal vez, la violencia que vivimos en México. Estamos tan preocupados por otros países, tan al pendiente de sus conflictos, que no nos damos cuenta de cuánto estamos fallando como sociedad. Esta emoción es muy semejante a lo que sentimos al ver detrás de la pantalla la guerra de un solo hombre, Vladimir Putin, con esa misma frialdad con la que destruye vidas inocentes en Ucrania solo por intereses propios.
Lo ocurrido en México, para muchos, también fue visto solo a través de pantallas: aparte de la transmisión televisiva, estaban los cientos de celulares, que no mienten, registrando el horror. Pero, a la vez, la cercanía nos obliga a experimentarlo desde otro lado. La guerra también está aquí cerca. Está en casa. La cultura agresora nos toca. La amenaza como mensaje, también. Porque parecería que los agresores eso quisieron comunicar con sus hechos. Y es que, en nuestro país, lamentablemente se sienten protegidos, como dicen por ahí, “por el manto de la impunidad”.
LA VIOLENCIA Y LA SOLIDARIDAD, CONTRASTES DEL PUEBLO MEXICANO
Este acontecimiento tiene sorprendidos no solo a los individuos de nuestro país, también al mundo entero. Es difícil procesarlo, es confuso, porque los mexicanos no solemos ser así, ¡lo juro! Nosotros también nos unimos y nos rescatamos debajo de los escombros. Sabemos ser solidarios y cobijarnos unos a otros.
Dentro de las imágenes aterradoras y reprobables de lo vivido en La Corregidora, nos encontramos con historias esperanzadoras de gente buena que ayudó a quienes estuvieron en peligro por el simple hecho de llevar una camiseta del Atlas. Un joven aficionado de los rojinegros que asistió al partido, compartió que cuando iba corriendo despavorido, porque lo venían persiguiendo los agresores, se le apareció un ángel: era una señora que tenía un puesto de playeras del equipo de Querétaro. Ella le dijo que se escondiera debajo de su mesa, arriesgando su vida, porque podría ser descubierta y agredida por ayudar al equipo contrario, pero no le importó. Le pidió que se quitara la playera y le regaló una del equipo de Gallos, y eso fue lo que lo salvó. Él menciona que, estando escondido en el puesto, se dio cuenta de que la señora regalaba más playeras a otros en las mismas condiciones que él. Este es solo un ejemplo de lo que también somos capaces de hacer como pueblo.
EDUQUEMOS PARA LA PAZ
¿Qué le contaremos a nuestras nuevas generaciones?
Que no todo está perdido, ¡que siempre hay esperanza!, que también hay historias buenas, dentro de las historias no tan buenas.
¿Qué es lo que vamos a aprender de este trago amargo?
¿Qué lección nos deja?
Existe esta reflexión que lo resume:
Papá, si matamos a todos los malos, ¿quedamos solo los buenos?
No hijo, quedamos los asesinos.
El camino no es la violencia, es la educación. Tenemos la necesidad y responsabilidad de educar para que la paz vaya más allá de la violencia que producen los conflictos. El enfoque de educación para la paz fomenta valores y promueve la práctica de principios, en un marco de respeto hacia los demás, en equidad y justicia. El reto no es acumular y transferir información respecto de la forma de solucionar estos enfrentamientos. El reto es lograr que nos interesemos y nos comprometamos en la búsqueda de soluciones no violentas, basadas en actitudes encaminadas al bien común, a partir de la paz interior y el valor de la espiritualidad. El reto es elegir con sabiduría dónde concentrarnos, en las malas o en buenas noticias y contagiar optimismo y empatía con el ejemplo.
*¿Cuándo vamos a entender que la manera en la que somos criados será lo que defina el futuro?
*A los lesionados en este encuentro de fútbol, su más pronta recuperación.
*A los culpables, valga la redundancia, ojalá sientan culpa y arrepentimiento, por nuestro bien común.
Y nuestra sociedad… PERDÓN.