EL LARGO CAMINO A CASA
- REPORTE POLÍTICO
- marzo 2023
- Juan Danell
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Dice la barriada que cuando alguien compra casa «ya es gente», aunque la tenga hipotecada por décadas, pero ya dejó de ser ‘un peladito’, ahora cuenta con domicilio propio y número oficial. En el pueblo, la mayor seguridad para los jóvenes casaderos es contar con un pedazo de tierra, aunque sea monte o cañada, donde pueda construir la casa de sus posibilidades para procrear una familia, hacerlo le gana respeto en la comunidad y reconocimiento como ente productivo.
Lo anterior sólo por citar la importancia que tiene la propiedad de un espacio físico, material, palpable y perdurable a través de los tiempos en las relaciones sociopolíticas y económicas de las personas. Es el valor tangible patrimonial que le puede dar seguridad y constituir la base de riqueza material, del tamaño que sea, a sus poseedores para insertarse a las relaciones de mercado con una cierta garantía de respaldo en sus actividades.
Y en esas relaciones y necesidades habitacionales, la contradicción de un sistema consumista, propio de un capitalismo bárbaro, se expresa de diferentes formas y perturbaciones económico-sociales. Estadísticas de la Encuesta Nacional de Vivienda 2020 desvelan que en México existen 35.1 millones de viviendas, en las que habitan 120 millones de personas, en números redondos. También, se explica en esos registros, un déficit de casas-habitación de 8.2 millones de unidades, es decir, hace falta construir esa cantidad de inmuebles para satisfacer la demanda en este sector. En cuentas oficiales se detalla que deben construirse 800 mil casas anualmente para superar el rezago, lo que llevaría unos 20 años para ponerse al corriente.
Y esta moneda también tiene otro lado, en el que está el desperdicio como en todo proceso consumista; mientras a unos se les llaman seres sin techo, hay registro de casas abandonadas y, por ejemplo, Infonavit estima más de 660 mil viviendas abandonas en fraccionamientos periféricos de las metrópolis, en tanto que organismos como el Coneval calcula que el número asciende a 5 millones.
A esto habría de sumarse lo que el presidente del Colegio de Notarios de la Ciudad de México, Luis Antonio Montes de Oca Mayagoitia, dio a conocer en días recientes y que refiere el nivel de escrituración de las viviendas en la capital del país, que es de poco más de 50 por ciento de las dos millones 756 mil 319 propiedades. Es decir, la mitad de los propietarios tiene escritura de su vivienda. Este porcentaje, así lo señala el organismo, es un indicativo de que la cultura de previsión continúa avanzando en el tema de seguridad de la tenencia de la tierra e inmobiliaria.
Hasta aquí una parte de la problemática de la vivienda en México, que muestra rezagos históricos y avances pausados, que mantienen en crisis a una buena parte de la sociedad en cuanto esos bienes materiales. Otro problema que indica el nivel de atraso en este sector, y que es síntoma evidente de la pequeñez económica del país, es el estado en que se encuentran las viviendas. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), conjuntamente con el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT) y la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), en los resultados de la Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020, precisaron que, en México, el mayor problema estructural que se presenta en las viviendas es la humedad o filtraciones de agua con 44.2 por ciento, seguido de grietas y cuarteaduras con 40.8 por ciento, 58.5 por ciento tiene la necesidad de realizar algún arreglo o remodelación y 58.1 por ciento requiere hacer una construcción o ampliación de espacios. Lo indica que en su mayoría el estado de la vivienda es de mala calidad.
Sobre el tema, en el estudio Enfrentar el Desafío de la Vivienda en América Latina, del Laboratorio de Economía Urbana del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), el déficit de vivienda en México se debe a factores “como un crecimiento económico lento y una alta desigualdad de ingresos; así como un acceso insuficiente al financiamiento hipotecario, que dificulta la adquisición de una vivienda formal de calidad”.
El estudio del MIT precisa que “la vivienda aún es cara, especialmente en las grandes ciudades, donde hay mejores empleos, calidad de vida, y oportunidades de promoción social. Lo cual provoca dificultades para que los sectores de menos ingresos accedan a una vivienda en el mercado formal”.
Y en esto incide la falta de políticas públicas orientadas a garantizar el acceso a una vivienda digna, mediante proyectos de construcción de bajos precios. En tanto los programas existentes propuestos por los gobiernos federal y estatales, están poco difundidos y burocratizados, de tal manera que son difíciles de acceder y complicados para la población carente de un techo propio, que resulta ser de las de más bajos ingresos.
Resulta que en datos del Inegi y Coneval se observa que suman 14 millones de familias que carecen de vivienda propia y no cuentan con los recursos necesarios para adquirir o construir una casa. Eso implica que alrededor de 73 por ciento de la población total esté en esa condición. Vaya, aún falta mucho para «hacer gente» a los mexicanos.