Revista Personae

SIMULACIÓN E IMPUNIDAD, MÁS ALLÁ DE LA POLÍTICA

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En tanto impunidad y simulación anegan cada vez más el lodazal sociopolítico y económico, esparcido por la corrupción en las estructuras del Estado y los gobiernos, el mundo rueda por esa ciénega sin acotamiento alguno, con las consecuencias funestas que se viven a diario desde lo local hasta lo global, inéditas con mayor frecuencia para la humanidad.

Algo que debiera ocupar la atención de las sociedades, Estados y gobiernos del mundo, pero en serio, no como simple eslogan publicitario o propagandístico, es la gravedad y dimensiones apocalípticas de la contaminación del planeta. En 2022 está en puerta la escasez de alimentos y un severo estrés hídrico en al menos 70 por ciento del planeta, situaciones que están relacionadas estrechamente con el cambio climático o calentamiento global, la primera en consecuencia de la segunda. No es problema menor, porque aún los países industrializados, o ricos, ya encendieron sus luces amarillas ante estas amenazas. Y si esto sucede en las naciones poderosas, para los países pobres y en desarrollo eso significa el tránsito impune de la hambruna por sus territorios y el fortalecimiento de la pobreza extrema.

 

Simulación e impunidad, más allá de la política

 

David Malpass, presidente de Banco Mundial, estima que por cada punto porcentual que aumentan los precios de los alimentos, la población en pobreza extrema crece en número de 10 millones de personas en el planeta.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicó (8-4-22) que el índice de precios promedió 159.3 puntos en marzo, es decir, 12.6 por ciento más que en febrero, cuando ya había alcanzado su nivel más alto desde 1990. El índice de este organismo rastrea los cambios mensuales en los precios internacionales de una canasta de productos alimenticios comúnmente comercializados. El último nivel del índice fue un 33.6 por ciento más alto que en marzo de 2021.

 

Con estos porcentajes, en el último año (marzo 2021-marzo 2022) la pobreza extrema aumentó en 336 millones de personas. Y aunque el incremento de los precios de los alimentos depende de diferentes variables, la determinante es el volumen de la producción, con la máxima del mercado: a mayor oferta, menor precio, y viceversa. Y ahora estamos en viceversa, fundamentalmente por el estiaje; sin agua no hay cosechas, sin cosechas el mercado alimentario colapsa.

Y para que haya agua suficiente que permita levantar abundantes cosechas se necesita, también, lluvias abundantes y bien distribuidas, lo cual es cada vez más lejano de tener debido a los estragos que ha causado al planeta la contaminación industrial y la depredación de la naturaleza.

 

Un ejemplo de este flagelo antropogénico, clara advertencia ignorada y desestimada por empresas y gobiernos, y poco conocida por la población mundial, por su baja difusión, son siete islas de plásticos, producto de la basura vertida en mares y océanos. No existe conciencia global del daño y la amenaza que esto representa para el futuro cercano.

 

Simulación e impunidad, más allá de la política

 

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que las islas de plástico son acumulación de los desechos mundiales. Cada año, precisa, se producen más de 400 millones de toneladas de plástico, y sólo 9% se recicla, 12% se incinera y 79% va a vertederos o es tirada en el ambiente. Es decir, cada año 13 millones de toneladas de basura plástica se derrama al océano.

 

El doctor Morales Montor, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, publicó, en la Gaceta de esa casa de estudios, que la mayor isla de plástico se ubica en el Pacífico Norte a mil kilómetros de Hawái y se calcula que contiene 1,800 millones de piezas de plástico, con peso aproximado de 80,000 toneladas, con lo que abarca un área de alrededor de 1.6 millones de kilómetros cuadrados (tres cuartas partes de la superficie de México).

 

Otra de menor tamaño se encuentra entre Australia y América del Sur (del tamaño de Irán). En el Atlántico Sur está una isla de unos 715 kilómetros cuadrados y con dos mil 860 toneladas de plástico. Otras se ubican en el Atlántico Norte y el Océano Índico, una en el Mar Caribe y dos en el Mar Mediterráneo: estiman los investigadores que estas contienen 3.5 millones de toneladas de plástico.

 

Simulación e impunidad, más allá de la política

 

La magnitud de este daño a los océanos es suficiente como para que empresas y gobiernos a nivel global tomaran medidas inmediatas para frenar la producción de plásticos e impulsar el tratamiento de los residuos sólidos, en este caso, para evitar que vayan a parar a las aguas oceánicas. Y si bien hay acuerdos mundiales como los de París (COP21, 12 diciembre 2015) para reducir la contaminación del ambiente y abatir el calentamiento global, esos compromisos se reducen a un puñado de letras mudas y sordas, plasmadas en el papel de la ignominia mundial.

 

Aquí un pequeño ejemplo de ello: en el primer informe de la OCDE, Perspectivas Globales del Plástico (Global Plastics Outlook) se muestra que, en la medida del crecimiento económico y demográfico, también, crece de manera implacable la producción de plástico que se utiliza y se desecha, y las políticas para frenar su filtración en el medio ambiente se quedan cortas.

 

Tan cortas que, de acuerdo con datos de este organismo internacional, en las dos últimas décadas se duplicó la cantidad de residuos plásticos, los mismos que son vaciados en mares y océanos conformando gigantescas capas flotantes que impiden el paso de los rayos solares a las aguas marinas y con ello reducen la reproducción de las algas que generan la mayor parte de oxígeno del planeta.

 

La fabricación de los plásticos es por sí misma un proceso industrial sucio y altamente contaminante, derivado de materiales fósiles (petróleo, carbón y gas), en su producción se utilizan compuestos peligrosos para la salud humana como Bisfenol A, ftalatos, retardantes de llama, endurecedores, pinturas y otras sustancias, muchas de las cuales son cancerígenas. Estos compuestos también se liberan durante la degradación de los plásticos aumentando así el radio de contaminación del ambiente, señala el grupo de investigadores de Ecología Verde.

Y cuando esto sucede en el mundo, ya no es grato enterarse de una gran noticia para la industria minera del carbón en México: “La Unidad MIMOSA de Minera del Norte puso en operación la primera frente larga de la Mina VIII, en la zona denominada Conchas Sur”.

 

Se trata de un yacimiento de carbón metalúrgico cuyas características son “1,500 metros de longitud, la frente larga 1 se encuentra a una profundidad promedio de 180 metros (…) y tiene reservas certificadas por 100 millones de toneladas de carbón metalúrgico de calidad, con una vida programada de 30 años como soporte principal para la producción de acero en AHMSA”.

 

Simulación e impunidad, más allá de la política

 

La ciencia ha determinado que el procesamiento del carbón para su uso industrial utiliza grandes cantidades de agua dulce que contamina con metales pesados y otros tóxicos que se filtran a los mantos freáticos con severos daños a flora y fauna de las zonas de las explotaciones. Y en el proceso fabril en el que se utiliza como combustible contamina el aire, provocando daños irreversibles para quienes lo respiran, en corazón, pulmones y sistema nervioso, además que el CO2 que expulsa provoca calentamiento global. Ubica sus principales contaminantes como óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, material particulado, ozono, metales pesados y dióxido de carbono.

 

Como ya es sabido por la opinión pública global, estos factores que aumentan el calentamiento del planeta y en consecuencia aceleran el cambio climático son, también, al incidir en los fenómenos climáticos, la causa de las sequías cada vez más severas y ello lleva a la escasez de alimentos.

 

Y, entonces, con estos breves antecedentes conocidos, consabidos y estudiados por empresas, gobiernos y Estados, del daño que se le hace al planeta y a la existencia misma de la especie humana, y que se han dictado políticas y leyes para evitarlo, y el problema continúa y empeora, es claro que esto es producto de la simulación e impunidad con que se actúa en algo que a todas luces está plago de corrupción, porque nadie se apega a los compromisos adquiridos en los foros internacionales para detenerlo.

POLÍTICA

Núm. 292 – Marzo 2024