Revista Personae

TRAUMA DE LA ALTERNANCIA PRESIDENCIAL

COMPARTIR

Facebook
Twitter

Para bien o para mal, en sus variadas categorías que van de bueno a pésimo, todos los presidentes, por ese hecho, pasan a la historia y se acomodan en sus páginas según su desempeño, a criterio de quienes la escriben y que se ubican en el grupo social de los dueños del poder económico y político, y son, también, los más y mejor favorecidos o afectados por los gobiernos de estos personajes que administran el país por seis años. En la voz popular se dice que “cada uno habla de la feria según cómo le va en ella”.

 

Particularmente, en el año 2000 después de siete décadas de gobierno consecutivo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del nacimiento de la llamada alternancia, con la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) a la presidencia de la República, se acuñó para el márquetin político, el postulado de que el presidente en turno que destronó la oligarquía priista, estaba llamado a ser el prócer que pasaría a la historia por ese simple hecho y concebido como libertador e impulsor del cambio tan anhelado para reivindicar a los pobres, para acabar con sus carencias.

 

Trauma de la alternancia presidencial

 

Sin embargo, fuera del cambio de color del partido en el poder, todo permanece igual. Y así continúa en los 24 años de la famosa alternancia. La estructura del poder sigue concentrada en una élite, la política es tan sucia ahora como durante el priismo, en la economía “no echan pan a la talega”, la izquierda flota en un espejismo canibalesco, y la sociedad, como siempre, navega en balsas de carrizo a la deriva sobre aguas huracanadas. Y su participación en la realidad sociopolítica y económica se reduce a emitir votos por hartazgo o desencanto, engañada o no, en los comicios para sustituir autoridades, gobernantes y legisladores.

                 

Existe una acentuada ausencia de conciencia de clase y social. La estructura de la sociedad se mueve por intereses y necesidades que exigen soluciones inmediatas, y en alcanzar ese objetivo carece de planeación, organización y razonamiento, lo que la lleva a la desubicación e irreflexión del lugar que ocupa en el orden socioeconómico y la importancia que ello tiene: del papel que juega en la reproducción, desarrollo y evolución de la humanidad.

 

El estancamiento cultural de la sociedad mexicana es tal que no ha podido articular y coordinar a los grupos que de alguna forma se organizan para demandar satisfactores y justicia. De hecho, no existe claridad ni convicción en esas exigencias, que se presentan más de manera coyuntural que razonadas para lograr el cambio deseado. De ahí que no prosperen y que, a los políticos, gobiernos y dueños del poder, se les allane el camino para permanecer en sus pedestales.

 

Trauma de la alternancia presidencial

 

Así es como se escribe la historia presidencial, plagada de yerros, impunidad, simulación, corrupción e impudicia, sin que la masa social tome conciencia de las falsedades y experiencias vividas durante los gobiernos, para con base en ello no repetirlo, para evitarlo. Pero tal situación, así la diseñan los dueños del poder, para lo que echan mano de herramientas sociopolíticas y económicas, con las que establecen mecanismos de enajenación, para manipular y someter a la masa.

De tal suerte que la sociedad sobrevive inmersa en políticas públicas que mantienen una pésima alimentación que no permite un desarrollo humano pleno en sus capacidades físicas y cognitivas. Ya lo han reiterado los organismos internacionales que “un pueblo mal alimentado es un pueblo condenado al atraso y la marginación”. Y esto es aderezado con políticas educativas limitadas a llenar las aulas de alumnos, no así de formación académica y conocimiento. Por lo que se refiere a la salud pública, las instituciones encargadas del sector se reducen a “talleres de reparación” de las personas, en el mejor de los casos, y carecen de esquemas para la prevención sanitaria, que es la medida propia para elevar los estándares de salud de la sociedad.

 

Trauma de la alternancia presidencial

 

Pese a la prevalencia de pobreza, deficiencias en la alimentación, educación, salud y desinformación, o información a modo de los gobiernos, cada presidente de la era de la alternancia se erige como mesías, con la verdad absoluta en la mano, como santo redentor,  para acabar con las injusticias y conducir al pueblo al país próspero, maravilloso en el que prive la igualdad y satisfacción plena de las necesidades elementales y, más aún, una que otra “nimia” como la felicidad, paz y tranquilidad de verse ajeno a carencias: lo que hoy, por la situación en que vive el país,  más bien parecen ser privilegios que derechos.

 

Así los jefes de Estado que ya concluyeron su periodo al frente del país, y que son señalados como corruptos, que se enriquecieron sin medida y dejaron a la nación en ruinas, caminan por aquí y por allá, y viven tranquilos, sin carencias: ignotos por las leyes para que rindan cuentas, porque nadie se las demanda. Bastó con que dieran su versión y rindieran balances a modo de sus periodos de Gobierno, para darle paso al sucesor que, sea o no de su color partidario, ha hecho lo mismo. El sistema se reproduce incólume.

POLÍTICA

Núm. 300 – Noviembre 2024