Revista Personae

RELEVOS SIN SORPRESAS, NI CAMBIOS DE FONDO

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Es temprano para ver un amanecer por sobre el horizonte que defina con cierta precisión el correr de ciclos cercanos -los relevos de gobiernos- sin apoyarse, necesariamente, en los pronósticos de cabilderos, premonitores y futuristas. Todos reclaman la primicia profética de iluminados para destinar el curso de la historia y afianzar los delfines de sus fantasiosas mareas. La línea de tiempo en el reemplazo de mandos, esotérica en su esencia, desde las alturas del poder predice con astucia zorral la sucesión perenne del artificio implantado, esos vientos simulados de cambio, en la esperanza de los marginados y desposeídos, todos ellos en las filas del ejército de la miseria.

 

RELEVOS SIN SORPRESAS, NI CAMBIOS DE FONDO

 

Esa esperanza de mejorar la condición de vida, de garantizar los tres alimentos del día en suficiencia y calidad, de obtener servicios de salud ágiles y certeros, de contar con un sistema de educación de excelencia académica, de tener empleos de calidad, de sentir seguridad en calles y ciudades, de no sólo ver, sino sentir en las actividades cotidianas una justa y mejor distribución de la riqueza.

 

Lo que sí es seguro, es que todo ello ahí permanecerá como un anhelo enquistado en la necedad de su estadía engrillada a las necesidades eternas de la sociedad, del país. De esto se puede tener el diagnóstico claro que los contendientes en el proceso comicial que ya está en curso repetirán al cansancio que esos deseos se cumplirán y serán satisfechos con holgura, y que las carencias las resolverán en el corto tiempo de su administración.

 

Ya afirman, como lo hicieron sus antecesores, que, en seis años, una vez que se instalen en el poder, el cambio será radical y el país será un mundo maravilloso, fantástico. Además de que los causantes de tales rezagos serán castigados y excomulgados, tratados como sátrapas, por llevar a México hasta los desfiladeros más onerosos de la desgracia y la corrupción.

 

RELEVOS SIN SORPRESAS, NI CAMBIOS DE FONDO

 

Quienes compiten por el poder del Estado, sin importar su sexo, filiación política e ideológica, condición económica, color de piel, raza o credo, levantan y sostendrán esas banderas de justicia, democracia, igualdad, bienestar, inclusión, nobleza, lealtad, principios para justificar su presencia en el escenario electoral. Unos más que otros o unas más que otras, darán cátedra de oratoria arrabal para que mediante, la palabra dictada, tratar de acercarse, identificarse con la masa electoral y ganarse su voluntad al momento de cruzar la boleta comicial.

Pero ¿Qué tan cercanos los candidatos pudieran estar de la masa social, cuando sus principios para llegar al poder penden de los hilos del propio poder, de este poder que mantiene al país en las condiciones de atraso y marginación en las que se encuentra?

Bajo esa premisa ¿Qué oportunidad real tiene el electorado de resolver los grandes y ancestrales problemas que aquejan al país, mediante la emisión del voto, aun cuando lograra vencer al abstencionismo?

Resultan más que fantasiosas las afirmaciones de campaña de que en un sexenio resolverán los problemas, carencias, desviaciones, atrocidades, rezagos, acumulados en al menos 200 años. La historia reciente de este siglo muestra claramente esa absurdidad, pese al cambio de partidos en el gobierno. PAN, PRI y Morena incurrieron en esas falacias discursivas y todo quedó en eso, en promesas fantásticas, siempre incumplidas.

Esa certeza enrarece aún más el ambiente sociopolítico y económico, y oscurece la coyuntura del relevo presidencial, y con ello todo el proceso electoral que vivirá México de aquí a junio de 2024. No será sorpresa alguna que el abstencionismo sea el gran ganador. Y la suerte ya está escrita para que una mujer sea quien gobierne el país, por primera vez en la historia.

Este hecho sería, tal vez, lo más rescatable del acontecer próximo, porque al menos se enviaría una señal del avance que pudiera tener la inclusión de género en un sistema machista a ultranza. Falta que la agraciada sea digna representante de ese sector social oprimido históricamente y que las acciones de gobierno que le permitirá el poder asumido sean los suficientemente inteligentes para reducir la brecha de explotación y discriminación que prevalece en el país. Que tenga la claridad de que no se trata de revanchismos de género, sino de crear un Estado de Derecho que garantice la democracia, la igualdad y abone a construir el camino que lleve a concretar los esquemas de una justa distribución de la riqueza.

 

RELEVOS SIN SORPRESAS, NI CAMBIOS DE FONDO

 

Y si bien es cierto que no se podrá cambiar en un sexenio el curso que le han impuesto al país los dueños del poder político y económico, también lo es que en ese periodo se puede cimentar con hechos las bases para dignificar al menos el papel que desempeña la mujer en el desarrollo del país y frenar esa ola de violencia que desencadenó en su contra el actual gobierno federal. Vivimos la expresión más desesperante del capitalismo salvaje, de este sistema depende el poder que en los próximos meses se disputarán en los comicios, por eso mismo el relevo de gobierno no significa que habrá un cambio real, no obstante, al avance sociopolítico-cultural que puede significar el ascenso de una mujer a la silla presidencial.

 

POLÍTICA

Núm. 293 – Abril 2024