Revista Personae

ECONOMÍA APOCALÍPTICA II

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La Inteligencia Artificial es una herramienta de la tecnología digital que, por sí misma, conjuga un poder que debe ser regulado y controlado con el mayor rigor del pensamiento humano, para garantizar su uso y aplicación al servicio de la humanidad y no al contrario, y evitar que un pequeño grupo de personas se sirva de él para dominar al mundo, como sucede en los tiempos corrientes con las tecnologías que mecanizaron e industrializaron los procesos productivos. Esto queda claro, y en ese sentido se enfocan los decretos, acuerdos y compromisos regulatorios de los Estados y las empresas, hasta ahora al menos en el papel.

 

Aunque se debe señalar que las regulaciones y leyes se antojan limitadas, puesto que sólo la Unión Europea ha legislado sobre esta tecnología, emitió la Ley Europea de Inteligencia Artificial (01-08-2024); China puso en práctica directrices sobre IA (15-08-2023); la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) lanzó el Primer Acuerdo Mundial sobre Ética de la Inteligencia Artificial (25-11-2021), y en países que más han empujado una legislación al respecto, como Brasil, Colombia, Estados Unidos, Gran Bretaña y México, sólo existen iniciativas de ley y algunas regulaciones para el uso y aplicación de esta tecnología en la vida y reproducción de la sociedad, vaya del desarrollo de la humanidad.

 

Economía apocalíptica II

 

En la justificación del porqué de esta tecnología, base fundamental de la Cuarta Revolución Industrial, como lo fuera el vapor de agua para la Revolución Industrial en el siglo XVIII; los argumentos centran la importancia de este avance de la tecnología digital, en que está diseñado para simplificar y mejorar la calidad de vida de la sociedad en su conjunto, al perfeccionar y abaratar los procesos productivos, inclusive se le apuesta a que resolverá los grandes problemas como la depredación de la naturaleza y la pobreza global.

 

En el Acuerdo firmado por la Unesco (con 193 países) se plantea el marco ético que define valores y principios comunes “que guiarán y garantizarán un desarrollo saludable de esta tecnología y -afirma- que todos los individuos deberán poder acceder a sus registros de datos personales o incluso borrarlos, y prohíbe explícitamente el uso de sistemas de inteligencia artificial para la calificación social y la vigilancia masiva”.

 

Con esto se sientan los principios que deben seguir las reglamentaciones y leyes que habrán de regir a la Inteligencia Artificial, de tal forma que en ellas debe incluirse un marco ético, valores y principios de los países en el uso, desarrollo saludable e implementación de esta tecnología, con el respeto pleno de los derechos humanos, equidad de género y ser inclusivas.

 

Y sí, la Inteligencia Artificial está presente y se puede aplicar en todos los procesos productivos y actividades humanas, desde las líneas fabriles, hasta servicios financieros y comerciales, gobernanza y la vida doméstica de las personas, lo cual le da un poder real inimaginable, que sólo se ha visto en las proyecciones cinematográficas futuristas y de ciencia ficción, y en las que las normativas, reglamentaciones y leyes para normar y acotar el poder de la Inteligencia Artificial resultan obsoletas.

 

Pero, bueno, eso se ve en las salas cinematográficas como un futuro de algo de dudosa realidad. Sin embargo, existe un algo que ya sucede y no está contemplado explícitamente y tratado con profundidad en las reglamentaciones, acuerdos y leyes propuestas para regular la IA en la vida de la sociedad: la relación laboral seres humanos-Inteligencia Artificial.

 

Y aunque los creadores de esta tecnología y las grandes empresas que la producen y venden, afirman que la IA generará empleos y no desplazará la mano de obra en los procesos en que es aplicada, la realidad muestra lo contrario.

 

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Cierto que ahora mismo las cifras de desempleo causado por la Inteligencia Artificial pueden ser insipientes, vistas como tales y donde se perciben con mayor precisión son en la industria automotriz. Y los empleos que genera resultan ser para un grupo reducido de trabajadores, sólo para aquéllos que se especialicen en la tecnología digital capaz de operar los servidores e innovar y crear más herramientas que nutran y desarrollen la IA.

 

En contraparte, y que sería el problema que debiera resolver esta tecnología, está el ejército de trabajadores que conforman la economía informal. En estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) más de dos mil millones de personas (60% de la Población Económicamente Activa mundial y diez veces la cifra de desempleo global) están empleadas en ese segmento.

           

Los empleos informales son aquéllos en los que el trabajador carece de todo tipo de prestaciones que se tienen en el empleo formal, como salario fijo y seguro, vacaciones, seguridad social, planes de jubilación, jornada laboral de ocho horas diarias, pago de horas extras y bonos por puntualidad y productividad. Y existen porque la planta productiva está saturada y no genera nuevas plazas por diversas causas como las crisis de sobreproducción, depresión de los mercados y, también, por la tecnificación de sus procesos productivos que reducen la ocupación de trabajadores.

 

En su informe Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2024, la Organización Internacional del Trabajo destaca “la necesidad de favorecer la transición de los trabajadores a la economía formal con el objetivo de promover la creación, preservación y sostenibilidad de las empresas, y para prevenir la precarización de los empleos”. Florence Bonnet, una de las autoras del informe precisa: “la necesidad de luchar contra la informalidad puesto que, para cientos de millones de trabajadores, implica una falta de protección social, derechos en el trabajo y de condiciones decentes, y para las empresas significa una baja productividad y la falta de acceso al crédito”.

 

Por otra parte, señala, “está la escasez de mano de obra calificada y el dominio de los grandes monopolios digitales, que impide una adopción más rápida de la tecnología, especialmente en los países en desarrollo y en sectores con predominio de empresas de baja productividad, son otros elementos que frenan la productividad”.

 

Analistas e investigadores del tema de la IA estiman que las empresas que han aplicado esta tecnología han aumentado sus ganancias hasta en 40%, lo que muestra su eficiencia en el objetivo para el que fue creada: generar valor, y es en este punto fundamental es en el que compite con el ser humano como principal generador de valor mediante su capacidad transformadora de la naturaleza: el trabajo. La ficción dejó de serlo.

 

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Los 5 gigantes de la Inteligencia Artificial

 

IBM (International Business Machines Corporation), empresa global de tecnología y servicios informáticos fundada en 1911, especializada en la fabricación y desarrollo de hardware, software, servicios en la nube e inteligencia artificial. Ha ganado más premios Nobel y ha registrado más patentes que cualquier otra empresa de tecnología.

 

SAS (Statistical Analysis System), empresa global de software y servicios de análisis de datos fundada en 1976, especializada en soluciones de inteligencia empresarial, analítica avanzada y gestión de datos. Es una de las pocas empresas de tecnología que ha sido rentable cada año desde su fundación. Líder en el campo de la IA.

 

DataRobot, empresa de software fundada en 2012, especializada en la automatización de la ciencia de datos y el aprendizaje automático. En 2018 estableció un récord mundial al construir y desplegar más de 100.000 modelos de aprendizaje automático en un solo día.

 

Microsoft, fundada por Bill Gates en 1975, especializada en software, hardware y servicios informáticos. Pionera en el desarrollo de software. Su desarrollo de la Inteligencia Artificial está basado en el análisis de datos, reconocimiento de voz y visión por computadora, aplicándose en diferentes áreas, desde negocios hasta entretenimiento.

 

Google, fundada en 1998, centrada en el desarrollo de productos y servicios relacionados con la informática y la web. Se le conoce por sus motores de búsqueda, la publicidad en línea y sus numerosos productos como Google Search, Google Ads, Android OS y Google Cloud Platform. La empresa se ha expandido a diversas áreas, incluyendo inteligencia artificial, vehículos autónomos y dispositivos domésticos inteligentes. Ha adquirido más de 200 compañías desde su fundación.

POLÍTICA

Núm. 298 – Septiembre 2024