ECLIPSES, INVESTIGACIÓN Y PRESUPUESTOS
- VERSO CONVERSO
- noviembre 2023
- Ing. Carlos Miguel Valdes Gonzalez
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El pasado 14 de octubre ocurrió un evento astronómico increíble, la Luna pasó por enfrente del Sol y eclipsó su luz. Observar que alrededor de las 11 de la mañana de ese sábado, cómo comenzaba a oscurecerse el día, era inusual y generó sentimientos extraños como sorpresa, incertidumbre e incluyendo temor. Nuestros antepasados mayas relacionaban este fenómeno del eclipse, como mensajes divinos que auguraban la posible ocurrencia de sequías, guerra o muerte, y consideraban a estos eventos como potencialmente dañinos a las mujeres embarazadas. Los antiguos mayas pensaban que el eclipse era producto de una pelea entre el Sol y la Luna, recordemos que el Sol era considerado como el dios más poderoso y cualquier cosa que le pasara, no era algo bueno, y en el caso de la Luna, era la representación de la diosa madre, relacionada con el crecimiento, la medicina, y el parto, siendo esta razón por la que protegían a las mujeres embarazadas con un trozo de obsidiana.
Es bien conocido que los mayas y los aztecas eran muy buenos astrónomos, y era necesario serlo, pues con la observación del cielo construían su calendario que los ayudaba a establecer los tiempos de siembra y de cosecha para sus cultivos y de ahí para su supervivencia. Había una necesidad del conocimiento científico para entender el comportamiento astronómico. Los mayas tenían personas especiales, a quienes mantenían en cuartos completamente obscuros y que, en días sin Luna, y con su visión altamente sensible, eran dispuestos para observar el firmamento y determinar la posición de las estrellas e identificar nuevos objetos en el cielo. Estas personas debieron tener un trato especial, una especie de técnicos especializados o investigadores, con un presupuesto para mantener estas labores de forma continua. Seguro que habría otro grupo que se dedicaba a entender cómo y porqué circulaba el agua de forma subterránea en la zona de la Península de Yucatán, comparada con los caudalosos ríos superficiales como el Grijalva y el Usumacinta, en la zona de Chiapas.
Aún seguimos escudriñando el firmamento en busca de muchas respuestas sobre el universo, sobre su formación, y sobre si estamos solos o no. También seguimos teniendo técnicos o especialistas que vigilan las 24 horas la ocurrencia de sismos, de tsunamis, de actividad volcánica o de ciclones tropicales, en diferentes dependencias como el Sismológico Nacional, el Centro de Alerta de Tsunamis de la Marina, el Centro Nacional de Prevención de Desastres y el Meteorológico Nacional, respectivamente. Seguimos, al igual que hace muchos años, buscando los recursos para mantener las investigaciones necesarias, que ayudan y definen el rumbo que llevan ahora los países. Es conocido que las potencias orientales, le han invertido muchos recursos a la educación y a la investigación. Por ejemplo, China, desde hace ya varios años decidió que era casi obligatorio el aprender inglés. Andrés Oppenheimer, en su libro “Cuentos Chinos”, menciona que entabló una conversación con un director de una escuela privada en China dedicada a la enseñanza del inglés. Cuando preguntó sobre el número de alumnos inscritos, la respuesta fue de 600,000, con un costo de US$100 por mes por alumno, además, pensaban extender sus escuelas a más ciudades. Ni la UNAM tiene ese número de estudiantes, ni ese costo. Los chinos lo pagan, porque quieren invertir en la educación de sus hijos y en un buen trabajo.
Recientemente, el 17 de octubre, se cumplieron 34 años del sismo de M6.9, cerca de San Francisco, California, que ocurrió al inicio de la serie mundial de Beisbol entre San Francisco y Oakland, ambos equipos de la zona en donde ocurrió el sismo, al que se le llamó de Loma Prieta, por ocurrir cerca de una montaña con ese nombre al Sur de San José. Yo me encontraba a unos 40 Km del epicentro y el movimiento fue muy similar al del sismo del 19S del 2017 entre Puebla y Morelos. Trabajaba yo para el Centro de Investigación de la IBM en Palo Alto. Una institución de esa Compañía desarrollaba entonces un software para las grandes supercomputadoras que hacían en ese tiempo. Cuando empecé a trabajar ahí, mi jefe llegaría una semana después, me indicó que solicitara el equipo de cómputo que necesitaba. Fue el primer trabajo en que tenía oficina propia, esta estaba frente a una zona de trabajo, llena de computadoras e impresoras, incluyendo a color, que era aún un lujo tener, pero esta era la IBM. Solicité el primer día, el equipo de cómputo que requería, incluyendo terminales para poder graficar -en ese tiempo no todas las terminales, el equivalente a las pantallas que usamos ahora, lo podían hacer-. La persona encargada me dijo que sí me las proporcionaría cuando él pudiera, y como tenía equipos frente a mi oficina, no me preocupé. A la semana siguiente, al llegar mi jefe -una gran persona- Baxter Armstrong, me preguntó que si ya tenía lo que necesitaba y comenté que ya había pedido las computadoras, y que entretanto estaba usando las del área común de trabajo, claro, yo acostumbrado a la burocracia normal de México. Mi jefe tomó el teléfono y me tocó escuchar un reclamo fuerte y muy serio a la persona a cargo de proporcionar el equipo. Le dijo, «Esto es la IBM, aquí se hacen computadoras, tenemos de sobra y se entregan de inmediato». Al llegar a mi oficina, el técnico estaba instalando el equipo, yo tomé otro rumbo y me fui a hacer tiempo para no confrontarlo. También me sorprendió mi oficina, pues desde el primer día ya tenía mi nombre en la puerta. En ese sitio, urgía hacer investigación, no había excusa para no hacerlo. Mi jefe tenía interés en “emisiones acústicas secundarias”, que son señales acústicas de alta frecuencia, que él consideraba que era lo que escuchaban los animales antes de un sismo, el estresamiento de la roca a punto de quebrarse. En efecto, esto es posible, pero no se presenta en todos los sismos, sólo en aquellos que son muy someros, en donde hay roca hasta la superficie, y se producen estas señales pocos segundos antes de la ocurrencia de los sismos. Ahora estas señales son usadas para evaluar la fatiga de materiales, como plásticos, madera o metal, sobre todo, por ejemplo, en aviones de combate sometidos a esfuerzos muy altos. En el caso de los plásticos, para evaluar la resistencia de juguetes y determinar que estos no se rompan fácilmente y lastimen a una niña o niño. La aplicación del conocimiento siempre reditúa en algún tipo de beneficio. Esperemos que nuestra UNAM, en proceso de selección de una rectora o rector, considere personas que tengan la capacidad para encontrar más recursos para la docencia, investigación y difusión de la cultura que se realiza en la universidad y que también logren que sea un modelo de eficiencia.
Investigar para Prevenir.