CICATRICES, TATUAJES IMBORRABLES
Primera Parte
- MISCELÁNEO
- enero 2024
- Zuleyka Franco
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Es muy argentino y muy judío eso de la fascinación
por el mundo psi…
(tiene que ver) con una pasión por la indagación,
por los orígenes, sumado a una capacidad de emigrar:
por eso los argentinos y los judíos estamos
permanentemente yéndonos, somos errantes…
Y tenemos una compulsión a la dispora.”
MARCELA SERRANO, DIEZ MUJERES
La Cicatriz no se borra (ni siquiera si acudimos a la cirugía reparadora o plástica), porque es una experiencia, es un “tatuaje interno” y no solamente un corte. Cada experiencia marca un hito.
No hay avatares ni logros que barran lo vivido: el cuerpo lo inscribe y ahí se relee cada vez que actualizamos un secreto.
La hipocondría (trastorno mental que se caracteriza por una preocupación constante y obsesiva por la propia salud y por una tendencia a exagerar los sufrimientos, que pueden ser reales o imaginarios) se manifiesta concentrada sobre el órgano que le preocupa al sujeto padeciente. Freud ya lo había analizado en Perturbaciones Psicogénicas de la Visión, en inhibición, síntoma y angustia y en Compendio del Psicoanálisis –de 1935- ya habla de la alianza entre daño somático e inconsciente.
¿Cómo se produce? Con la suma de cierta vulnerabilidad constitucional del órgano, más un factor ambiental/emocional/familiar desencadenante.
Luis Chiozza (médico psicoanalista argentino, ganador del Premio Konex en 1996 y conocido por sus investigaciones sobre medicina psicosomática), habla de la Construcción de la Patografía del Sujeto: Las enfermedades “escriben” la historia personal: Chiozza, plantea un sistema que se basa en la búsqueda de datos (interrogatorio sobre las crisis personales, periodos más críticos de su biografía y los momentos en los que padecieron dolencias), el contexto emocional como disparador.
Toda biografía médica (patología, en términos de Chiozza) sigue una unidad temática, se organiza como un texto novelado.
Para la fisiología, una Cicatriz es un nuevo tejido formado donde hubo desgarro; y todos llevamos una primera y original cicatriz de nacimiento: El Ombligo. Esta lesión marca la frontera entre un cuerpo y otro cuando se separan/desgarran. El trauma del nacimiento deja escrito sobre la piel que ahí hubo un vínculo que se interrumpe en la aventura por la individuación. Otras “evidencias” de desgarro se seguirán a esta: ya físicas, ya psíquicas y se atarán a las generaciones siguientes si algo queda mal cerrado, oculto pero abierto y genera tensiones, dudas y confusiones de identidad.
Nacemos con un Ombligo Genealógico
Los lugares en el orden familiar cambian la escena. Las dos vidas que gestan al nuevo ser no son las mismas en el momento de ser madre y padre por primera vez, que con los siguientes hijos. La transmisión de duelos, temores y pesares cambia de una concepción, gestación o alumbramiento.
Hijos de un mismo matrimonio hacen diferentes lecturas del baraje recibido. Enferman de dolores distintos, hablan síntomas diferentes, inventan ardides y estrategias que funcionen en medio de un contexto hostil. Cada dolencia física o espiritual tiene su “argumento biográfico”. Depende de la actitud frontal y valiente de aceptar el episodio traumático, verlo cara a cara, reconocerlo y darse cuenta de su significado.
Síndrome de Ulises
“… y Ulises pasábase los días sentado en las rocas, a la orilla del mar,
Consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas,
Fijando sus ojos en el mar estéril, llorando incansablemente…”.
HOMERO, ODISEA, CANTO V
El “Síndrome de Ulises” (que alude a los años de aventuras y padecimientos del héroe de Homero para volver a su palacio, su mujer, su hijo) puede traducirse como depresión ante el duelo de dejar la patria, la casa del padre. Todos los emigrados tienen a su propia “Ítaca” como destino, y cuando este regreso se demora, se hace síntoma.
La inserción en el nuevo escenario laboral y cotidiano suele ser lenta, o conflictiva y hostil. Esos sentimientos pueden reactivar situaciones desgastantes ante la obligada tarea de “traducción” que generan gestos, modismos, costumbres y usos. Unas veces, el viaje se diluye en el nuevo entramado y otras, el viaje no acaba: el sujeto sigue amarrado a su puerto mientras naufraga en todo intento de adaptación.
El exiliado dibuja con su cuerpo y su alma esa imagen tan lograda por Gelman: un árbol cuyas raíces siguen en la tierra natal, mientras las ramas cruzan el océano.
Somos hijos, nietos, bisnietos de aquéllos “Ulises”. ¿Cómo lo vivieron? ¿De qué huían? ¿Por qué callaron las razones de su trasplante en suelo tan lejano?, ¿Qué nos queda de aquella nostalgia (nosos=hogar+algia= dolor; “dolor por no volver a casa”) que nos acunó en la leche, los relatos y la sangre familiar?
El estrés del migrante se devora la salud física y mental del padeciente. Tristeza, angustia, llanto (in)justificable, cambios de humor y somatizaciones varias. Entre ellas La Migraña del inmigrante o “inMIGRAÑA”.
Ser sapo de otro pozo aunque vuelvas a tu pozo, no es sencillo.
¿Cómo habrán procesado los abuelos inmigrantes ese desgarro? ¿Qué precio pagaron (y seguimos pagando sus descendientes) por fabricarse una amnesia, una frialdad, un desentendimiento del “pozo” original?
Migrañas, Migraciones y Oráculos
Esta dolencia, que solo alcanzan a comprender en la magnitud de invalidez y dolor extremo que produce quienes la padecen, tiene una base genética indiscutible, pero los factores desencadenantes para las personas con esta predisposición siguen en estadio de investigación.
Se relaciona con la agudización de estrés y estados emocionales de tensión y ansiedad; se instala en uno de los lados de la cabeza agudiza la fotofobia; produce náuseas, vómitos y necesidad de aislamiento y descanso en un ambiente silencioso (fono fobia) y a oscuras (fotofobia). A veces, la migraña viene acompañada de aura o luz fuerte que atraviesa el ojo del lado del dolor a modo de fogonazo que impide la visión correcta.
Quienes padecen esta dolencia, saben registrar algunos síntomas que predicen el estallido: bostezos, palidez, extremo cansancio, deseo de comer dulces, irritabilidad, sensación de latido o martilleo en la sien, dolor abdominal, “estrellitas” en el aire como cuando en los dibujos animados se muestra al personaje mareado, golpeado o confuso; y previas emociones extremas de dicha o displacer. El dolor bilateral aumenta intensamente y desata la crisis migrañosa.
La palabra entra en vinculación con otro término de fuertes connotaciones: migrar, del latín migratio, ‘cambiar de residencia, desplazarse, viajar´… El concepto “Síndrome del Inmigrante” –también llamado “Síndrome de Ulises”– fue descrito en el año 2002 por Joseba Achotegui. Describe los efectos del estrés crónico y múltiple, vivido por quienes dejan su patria ya sea por temas políticos, sociales, económicos o personales.
Viajar, Migrar, Migraña…